La Mesa de la Unidad nos ha convocado, los partidos que la integran y que tanto han luchado, sus hombres y mujeres de todas las edades, de todas las regiones y de todos los sectores. Y estaremos allí. Y diremos presente. Pero esa jornada, seremos los protagonistas, con la fuerza serena y optimista de la mayoría que defiende su derecho a vivir y progresar en paz.
Marcharemos por la paz, la libertad, la justicia. Marcharemos por la Constitución, cuyo cumplimiento nos garantiza un modo ordenado de convivir y resolver nuestras diferencias. Porque nadie se sienta su dueño, ni mucho menos por encima de ella. Porque sus disposiciones no sean letra muerta, sino vida republicana. Marcharemos porque las instituciones del Estado, que son de todos, que se pagan con el dinero de todos, funcionen para todos. Porque se acabe para siempre su privatización en beneficio del interés de un grupito que se cree, ilegítimamente, que las heredaron en propiedad exclusiva y abusiva.
Marcharemos por la producción, por el abastecimiento. Porque haya comida y medicinas a precios que se puedan pagar. Porque el sueldo alcance para vivir, para ahorrar, para progresar. Marcharemos por el progreso. Marcharemos por todos.
Marcharemos contra la amenaza. La amenaza del grupito soberbio que quiere mantenerse a fuerza de temor. Que truena en sus cadenas. Que levanta la bandera rojinegra de la intimidación. Que habla de muertos, de despidos, del “derecho a gobernar”, de guerra, de imitar a Erdogán. Que se la echan de valientes, pero le tienen miedo al voto del pueblo. ¿Qué se han creído?
Marcharemos en defensa de nuestro derecho, que es el derecho de todos. Nuestro derecho a convocar el Referendo Revocatorio, que es un modo pacífico, democrático, constitucional y electoral de resolver una grave crisis política. Nuestro derecho a votar. Nuestro derecho a expresarnos. Nuestro derecho a decidir. Nuestro derecho a progresar.
El 1 de septiembre no es el final, puede ser, sí, el comienzo de una nueva historia que construyamos entre todos.