Desde las seis de la mañana, manifestantes opositores se reunieron en la avenida O’Higgins para expresar su descontento ante la crisis, dispuestos a unirse a la Toma de Caracas organizada por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Acompañados de funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana, un grupo heterogéneo tomó el área frente al McDonald’s con pancartas, camisas blancas, rosarios y sonrisas.
Casi 18 kilómetros de distancia dividen al punto de concentración de El Paraíso con la avenida Libertador, punto final del recorrido. El diputado electo Stalin González dijo que la movilización iría por la avenida Páez, seguiría por Roca Tarpeya y tomaría la avenida La Victoria hasta encontrarse con el punto de concentración de Santa Mónica.
Una vez unificados, seguirán hasta la avenida Libertador. “Hay gente que se preguntaba ¿por qué la MUD no sacó un punto de Catia? Salir de Catia era pasar por Miraflores y no queríamos caer en provocaciones. No hay que malinterpretar lo que queremos: una lucha cívica por el referéndum revocatorio, que los venezolanos voten y participen”, indicó.
Las complicaciones logísticas no preocupan a los manifestantes. Los caraqueños y venezolanos del interior del país que se concentraron allí están dispuestos a movilizarse “como sea”. Así lo corrobora Alejandro Raynad, joven de 19 años que espera paciente en el punto acordado desde las seis de la mañana junto a su madre y primos. “No sabemos muy bien por dónde nos vamos a mover, pero a donde nos digan, nosotros vamos”.
Hoy Raynad, recién graduado de técnico medio en Turismo, marcha por comprar lo que quiera, cuando y donde quiera. “No puede ser que tengamos que hacer unas colas larguísimas para que te vendan nada más papel o aceite. Uno no come papel y el aceite para qué lo vas a usar si no tienes ni harina para freír”. Junto a su madre, representa el descontento de su núcleo familiar. “Maduro tiene que darse cuenta de que hay un pueblo que no lo quiere más. Tiene que reconocer que si no puede gobernar, que le dé el chance a otro. ¿Que será difícil? Claro, pero por lo menos que dé el chance”, dice el joven.
Los cuatro miembros familiares portan una camisa blanca con diversos mensajes motivadores. La preparación para la marcha la iniciaron desde ayer, cuando su prima Nesby García tomó témpera y pintó refranes de insurrección al gobierno actual. Desde anoche, tenían preparado lo que llevarían: su camisa y su gorra, lo esencial.
Como ellos, Rayza Del Valle hizo lo propio con un afiche doble cara, que muestra a la Virgen de Fátima, las banderas de Venezuela y Portugal, un “Dios te bendice, Venezuela” y la figura de una paloma blanca que adorna la creación. “Me tomó como media hora hacerla. Todo es fe, por eso salimos, por eso hicimos nuestra pancarta. Queremos que la gente nos vea en la calle y piense que en una casa paralizada no hacen nada, que digan ‘vamos a apoyar también’. Si viene gente paralítica, con dificultades, por qué quienes están en Caracas no van a salir”, explica la mujer de 53 años, de lentes oscuros y amplia sonrisa.
Del Valle asistió esta mañana al punto de concentración desde Montalbán II con dos amigas, su pancarta y mucha resolución. Pide que los dejen marchar, que el respeto sea mayor a la intimidación y la posible violencia que se pueda presenciar hoy. Además, “quiero que vean que nuestra firma tiene personalidad, que no somos fantasmas, que estamos aquí. Yo estoy aquí”. Su firma fue anulada por el CNE hace semanas, hoy marcha “por una segunda oportunidad”.
Fátima Pinto de 65 se paró temprano este 1° de septiembre y protesta por la inseguridad. Ella y su hijo han estado a punto de ser víctimas de un secuestro, pero no se salvan del hampa común. “Trabajamos juntos en una panadería que teníamos en Santa Fe y fui asaltada varias veces. Tuvimos que venderla hace dos años por la inseguridad, porque no nos llegaba harina, porque nos tenían acosados. No nos quedó más remedio que venderla”.
La mujer ya retirada ahora depende de mercaditos de vegetales y verduras. El arroz es un lujo que solo se ve en su hogar cuando es regalado. Pinto está dispuesta “a lo que sea” para salir del gobierno actual y recuperar el estilo de vida perdido, que lo ve cada día más cercano. “Hoy es un renacer. Lo siento en mi corazón como una luz grande que estamos casi llegando ahí”.
En Montalbán, donde reside actualmente, percibe el mismo sentimiento, aunque palpa el miedo en sus vecinos. “A mí no me importa ya, no tengo nada que perder. Sabemos que este grupo es un punto difícil, estamos rodeados de colectivos, lamentablemente, esa es la parte más difícil. Pero aquí vivimos y aquí hay que luchar”, remata.