Venezuela

ENTREVISTA | Lo que "Pancho" Márquez vivió en la cárcel

Olores, sonidos y otras sensaciones que experimentó durante más de cuatro meses en diversos centros penitenciaros son indescriptibles para el activista de Voluntad Popular, Francisco "Pancho" Márquez, quien también fue conocido como el primer preso del revocatorio junto a su compañero Gabriel "Gabo" San Miguel. Ahora, su objetivo es preciso: exponer sus vivencias durante la cárcel y la de otros reclusos "para que la gente realmente comprenda lo que es esta tragedia".

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La arbitrariedad e impunidad son los mecanismos de acción en las prisiones venezolanas. Así lo describió Pancho, así lo vivió. «Desde que ingresas te tratan como ganado. Te graban en video mientras te obligan a desnudarte, te rapan el cabello. Documentan tu transformación y el proceso de orden cerrado».

La imagen nazi permanece en su memoria, al igual que la indignación. El saludo al «comandante eterno» era una de las obligaciones. «Chávez vive, la patria sigue» gritan todos en San Juan de Los Morros, en el Centro para Procesados 26 de julio, menos Márquez. Confiesa haberlo hecho una vez mientras asimilaba su llegada a lo que él considera debe ser un museo del horror y luego no pudo contener la rabia que sentía consigo mismo. «Esto no lo vuelvo hacer, así me caigan a golpes», se decía el preso político todos los días en su cabeza, hasta que finalmente le respetaron su decisión.

El destacamento 32 de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en Cojedes, la mínima de Tocuyito y El Helicoide fueron las otras prisiones que conoció el también empleado de la alcaldía de El Hatillo. «A lo más nefasto te acostumbras». Recuerda la primera vez que escuchaba gritos en las noches y dice que jamás imaginó el fuerte impacto auditivo que esto puede generar. Al igual que la presencia de mosquitos, su eterno martirio, que luego también asimiló. «No podía estar sin camisa o tranquilo. Pero entonces también hacía mucho calor. Tenías que estar en constante movimiento o sino te aniquilaban».

Cinco minutos necesitaban sus ojos para adecuarse a la oscuridad de su celda. Dos minutos y medio era lo que tenía para bañarse bajo un sistema de agua irregular y treinta segundos fue lo que tuvo que correr para salvar su vida.

«Tenía dengue y mucha fiebre. Estaba en la enfermería lejos de mi celda y esposado con otro recluso. ‘Corre rápido que te van a matar’, ‘Corre rápido que te van a meter un tiro.'» Son las dos frases que le gritaban los custodios asustados mientras ráfagas de balas de armas de guerra atravesaban encima de su cabeza, producto de un enfrentamiento de los presos de la Penitenciaría General de Venezuela (PGV) con funcionarios de la GNB. «Te sentías en una aldea de Irak».

– Encontrar la paz en el terror –

Así como dice que la 26 de julio es la peor y debe ser eliminada, el Helicoide la detalla como un lugar engañoso y que afecta psicológicamente. «Es una bulla todo el día, con música. Me amenazaron diciéndome que si en Cojedes no hablé en Caracas si lo iba hacer. No logré escribir con calma».

Escribir formaba parte de la rutina que se impuso Márquez para poder alcanzar cierta estabilidad. En las mañanas buscaba tres o hasta cuatro horas de lectura. Historia, biografías, novelas y autoyuda fueron algunos de los géneros literarios que por segundos lo trasladaban a otro lugar. Siguiente a ello, se tomaba un tiempo de meditación y silencio. «Siempre me he sentido muy cercano a San Ignacio de Loyola y a los jesuitas. Hice muchos ejercicios espirituales», también hacía ejercicios físicos, porque como dice el viejo refrán «cuerpo sano, mente sana». Por último, escribía y tocaba el cuatro durante las noches.

Explica que el humor era clave para lidiar con la situación. «La gente quizás no se lo imagina, pero intentábamos hacer chistes y teníamos momentos alegres. Los tiempos de compartir en la cárcel son muy poderosos», agregó.

Todo ello en búsqueda de olvidar esas imágenes de castigos tan inhumanos que tuvo que presenciar, como los  de «los saqueadores de Cumaná» que los obligaron a correr desnudos bajo el sol, sin haber comido o bebido nada. Al igual que ese señor que observó en una de las canchas acostado boca arriba, esposado mientras siete custodios se turnaban para pararse en sus rodillas hasta causar el máximo dolor.

Sin embargo, la solidaridad entre los presos fue una de las características que más impactó a Márquez. «No importa si eres el empresario más millonario o la persona más humilde. Allí todos somos iguales».

– Un común denominador –

«Ojalá se dé el revocatorio» era la conversación común entre los presos. «Todos estaban en contra de lo que está ocurriendo. A pesar de que no vivíamos directamente la situación del país, los familiares sí y en cada visita los cuentos eran peores».

Márquez señaló que chavistas varios, pero maduristas ninguno. Incluso, destacó que un alto rango del Ministerio de la Penitenciaría le aclaraba que sobre el presidente Nicolás Maduro podía comentar lo que quisiera pero que jamás se le ocurriera decir un mal pensamiento sobre Hugo Chávez.

– El Pancho de antes y el de ahora –

«El Pancho después sigue por definirse. Son demasiadas las cosas que vas asimilando a corto, mediano y largo plazo. Ahora, durante entrevistas, es que caigo en cuenta de muchos sucesos que viví. Es que me prohibí, al ingresar, quebrarme o perder mi estabilidad. Son muchas las cosas que prefieres ni pensar, profundizar o hablar. Te conviertes como una olla emocional a presión».

No obstante cosas tan sencillas como una ducha caliente, ver el sol sin ningún problema, compartir con su familia, comer, el agua y su cama son aspectos que aprecia hoy más que nunca.

A pesar de poseer también una ciudadanía americana y tener que aceptar el exilio forzado para su resguardo físico y emocional, Márquez sostiene que en la cárcel profundizó mucha de las convicciones que tenía.

«Soy y seré siempre un servidor público. Quiero volver cuanto antes para continuarlo. Desde afuera haré todo lo posible para ayudar al cambio».

Admite que el exilio es muy duro y que hasta las despedidas se las quitaron. Sin embargo, se mantiene fuerte. «Afuera uno tiene un rol diferente, hay que saber manejarlo. Soy un optimista de que la situación en Venezuela va a cambiar más pronto que tarde».

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