Venezuela

Radio Rochela: monumento a la risa desconocida

Lo que más impresionaba a Sergio Jablón de Radio Rochela no ocurría en los estudios, sino fuera de RCTV. “Cuando entré al programa, todavía estaban muchos de los actores de la vieja guardia y era normal que, mientras esperaban para grabar, se fueran ya vestidos y maquillados a tomarse algo a Las Antillas, un bar-restaurante que estaba muy cerca del canal”.

Publicidad

“Si tenías suerte y entrabas allí un jueves a las 8:00 o 9:00 de la noche, podías encontrarte en la barra a Cristóbal Colón, un par de indios, Batman y Robin, Luis Herrera Campins y Lusinchi. Nunca volví a vivir algo así en ninguna otra empresa de televisión. Aparte de eso, no había nada más alucinógeno que participar en un Miss Chocozuela (la parodia anual del Miss Venezuela)”, recuerda el libretista que hoy es jefe de Escritores de eventos especiales del canal estadounidense Univisión y que trabajó en los últimos años de la Rochela, que algunos pudieran alegar que no fueron sus mejores.
“Era un todos estrellas”

Que la Rochela era el único programa humorístico que propagaba una peste de frases que desesperaba a los maestros de primaria o que le acercaba un termómetro al malestar político y social es inexacto. Allí están el difunto reciente A qué te Ríes, para el primer caso, o El Show de Joselo, en el segundo.
Lo que si tuvo de inigualable el programa de RCTV, además de su longevidad como hábito de medio siglo los lunes a las 8:00 pm (en la página web oficial de los récords Guinness en realidad no existe ninguna mención a la Rochela, lo que podría compararse con el caso de José Gregorio Hernández), fue su dimensión como obra coral.
“Eran todos estrellas. Cada uno tenía su momento de brillar. Y brillábamos todos, y funcionaba por eso: nos apoyábamos y nos divertíamos juntos, y los más jóvenes aprendíamos de los más veteranos como Cayito Aponte, Kiko Mendive (fallecido en 2000) y César Granados (se despidió en 2009)”, exalta su ex materia gris como libretista y humorista, el politólogo Laureano Márquez.
“La Rochela fue una familia inmensa, y así nos conocimos unos a otros: como gente de la familia. Oíamos las críticas de los más viejos y enseñábamos a los que comenzaban. Transmitíamos a través de la pantalla la amistad que sentíamos entre nosotros”, respira para contarlo Rafael “Cayito” Aponte, que se enumera como uno de los cuatro que sobrevive del grupo original, junto con José Ignacio Cadavieco, Manolo Malpica “Semillita” y Américo Navarro.
Un patrimonio en otro patrimonio

Los eruditos del Miss Venezuela son conocidos como missólogos, pero también debería crearse la cátedra de los rochelólogos. Una de sus tertulias más apasionantes repasaría la extraña historia de cómo se fue integrando aquel Fania All Star de los humoristas: La Rochela, entre muchas aristas de estudio, sirvió de ascensor social para el humor más culto y el más popular.
Las bases de la institución no pueden ser más insólitas: se construyeron en una facultad de Arquitectura. Un patrimonio procreado dentro de otro patrimonio de la humanidad.
“No éramos estudiantes flojos ni rocheleros. Todo lo contrario. La mayoría de los que estábamos en el Show de Arquitectura, una revista humorístico-musical en la que nos metíamos con los profesores de la UCV y los políticos y artistas de la época, teníamos sólidas calificaciones y hasta nos desempañábamos como dirigentes estudiantiles. Armábamos exposiciones culturales, fundamos un orfeón y hacíamos montajes de teatro experimental. El Show era sólo ese solaz que teníamos en los momentos de esparcimiento”, aclara Cayito Aponte.
Como una parte importante de la televisión venezolana más descaradamente comercial, la Rochela tuvo un padre sureño: el productor argentino Tito Martínez del Box, que descubrió a aquellos prospectos ucevistas y les abrió un hueco en la TV, primero en un segmento de un cuarto de hora en tres días a la semana en El Show de las Doce, de Víctor Saume.
Martínez del Box fue el que luego le preguntó al actor Edmundo Valdemar cuál era el equivalente venezolano de la palabra despelote.
Ajá. ¿Pero cómo se había incorporado antes el vocablo “rochela” al léxico venezolano? Al parecer todo se origina en un puerto francés sumamente guarimbero, según explica una página chilena de etimología.
Sobre la misma tierra

“Yo sé lo que es pasar hambre y pasar necesidad. Era una muchacha del cerro del Guarataro que cargaba agua para bañarme y de vaina llegué a sexto grado. Malula era la abreviatura de María de Lourdes, el nombre de una hermana de mamá que murió y que me iban a poner a mí, aunque finalmente me bautizaron Damacia”, relató Martha Olivo en una entrevista en video que concedió a la colección Archivo de la Palabra de la Biblioteca Nacional antes de morir en 2016.
El suyo fue un caso de realidad que superó a la ficción: su personaje que resolvía situaciones a los vecinos de un cerro caraqueño, y que tenía ganas de mudarse al Caraj… Caracas Country Club, terminó en una concejalía por el partido Copei durante más de una década. “Simplemente recibía a la gente que me traía sus problemas: eso es lo que tiene que hacer un concejal, y yo tenía la ventaja de que era Malula. Ayudé a la gente hasta que Aristóbulo (Istúriz) ganó la alcaldía (del municipio Libertador) y dije: hasta aquí llegué yo”.
“Mi infancia en Aragua fue de una pobreza terrible. He vivido en ranchitos. Vendía empanadas y limpié zapatos. Yo odiaba al Niño Jesús porque siempre me traía un carrito de plástico ¿Cómo me iba a traer una bicicleta, si a veces no había para comer? Teníamos un radiecito en el que pasaban la novela de Martín Valiente y empecé a descubrir que podía hacer voces. Todo comenzó cuando a los 19 años, en 1971, me encontré a César Granados, ‘Bólido’, en el terminal de Maracay. Los primeros tres meses que trabajé en la Rochela fueron sin sueldo. Mis primeras imitaciones fueron de los cantantes Sandro, Raphael y Lila Morillo”, rememora Henry Rodríguez, el autor del incorrectamente amanerado “¡Aaaaaaay, qué carácter!” (nació como una reacción fuera de cámara al vozarrón de Cayito Aponte), también en una entrevista para el Archivo de la Palabra.
“No nos envidiábamos. La estrella era la Rochela y nosotros éramos unos trabajadores de la Rochela. Queríamos hacerlo bien para seguir viviendo de esa estrella. Nadie me botó de RCTV: me fui porque no me aumentaron el sueldo. En Venevisión te pagan mejor, te colocan más de estrellita, pero la Rochela era la familia tuya”, agrega Rodríguez.
“Yo en realidad iba a la facultad de Arquitectura a ver a las muchachas. Ya entonces Cayito tenía edad para ser mi papá. En el show que hacían en el anfiteatro, y por el que cobraban un bolívar de entrada, era un mago muy malo al que se le desaparecía el bastón y le quedaban dos pañuelos en la mano. Mi primer personaje en la Rochela era un loco con peluca que salía detrás de una cortina con una risa estúpida”, se minimizó en una entrevista de 2012, también concedida a la Biblioteca Nacional, una de las reliquias más infravaloradas del humorismo nacional: el genio valenciano Juan Ernesto “Pepeto” López, que tuvo quejas de los consejos indígenas de la Cuarta República por su inolvidable personaje de Papupapa: “Tuve que explicarles que era el hijo de un lord inglés que se perdió en la selva”.
Monumento a la risa desconocida

Enumerar los sketchs más memorables o socialmente significativos de la Rochela casi sería inútil. Quizás valdría la pena rendir tributo a las risas con las que toda Venezuela se contagió, aunque esos aportes involuntarios jamás tuvieron rostro. Quizás una carcajada es el verdadero eslabón perdido de la evolución humana.
“El público en el estudio jugaba mucho en una grabación de la Rochela y era una forma en la que medíamos la popularidad de los sketchs. Los Machos, Charly Mata o Los Vampiros hacían que el set se llenara y, sin duda, las risas en vivo ayudaban a que los actores hicieran las pausas de forma correcta. Había un coordinador llamado Wilkeman Sánchez que tenía una suerte de risa que uno no sabía si era un grito: empezaba con un ‘…yyyyyyyy…’ y terminaba en un ‘jijijiji’. La única desventaja es que a veces, cuando tocaba volver a grabar, los actores cambiaban cosas para no repetir chistes y eso no necesariamente traía los mejores resultados. Pero puesto en balanza, siempre ayudó”, sopesa Jablón.
“Todo el mundo quería ver las grabaciones de la Rochela: la gente de las telenovelas y otros programas de RCTV, los amigos y familiares que invitábamos, los visitantes que pasaban ese día por el canal. El estudio se llenaba de personas ajenas que con frecuencia obstaculizaban los movimientos de las cámaras. Pero se pagaba el precio de la incomodidad a cambio de la inspiración, el estímulo y la adrenalina que esos espectadores coleados inyectaban a los cómicos”, complementa Laureano Márquez, captado por el productor argentino Jorge Citino cuando había una vacante para caracterizar al ex candidato presidencial Eduardo Fernández: “Mi primer sketch fue un debate con Rafael Caldera moderado por Marcel Granier, es decir, Pepeto y Américo Navarro”.
Divertir, criticar, alertar

“Escoger al personaje más redondo de la historia de la Rochela es la pregunta imposible. Pero a mí nada me daba tanto placer como escribirles al Gato (Pedro Soto, fallecido en 2009) y a Pepeto, cuando el primero era Batman y el segundo el Comisionado Fierro. Siempre existe el estigma de que todo pasado fue mejor, pero más que paralizarnos por un complejo de inferioridad, sentíamos un profundo respeto por los que vinieron antes. El papel que cumplía la Rochela en la democracia venezolana era el mismo que debería cumplir en cualquier otra circunstancia política: divertir, criticar y alertar”, remata Jablón.
“No todos los sketchs de buena calidad de la Rochela subieron cerro, pero si revisas los picos históricos de sintonía del programa, siempre fueron momentos de excelencia”, defendió Emilio Lovera, que llegó a RCTV después de trabajar como obrero de una fábrica de pantaletas de niñas y buhonero, en una entrevista a Globovisión en 1998, un momento delicado en el que Hugo Chávez estaba a punto de ganar unas elecciones presidenciales, Laureano Márquez había renunciado al canal tras la cancelación del show Humor a Primera Vista, los estándares de producción se habían relajado y el creador de personajes como Chepina confesaba entonces: “Me prenden la cámara y tengo que hacer lo mejor que salga para hacer a la gente reír, pero estoy yendo a la Rochela un poco por cumplir, sin ponerle un extra”.
“Por supuesto, en 51 años hubo catarros, tristezas, desmayos y problemas estomacales, pero precisamente por eso la Rochela se hizo un ente vivo. Era una atalaya de observación de los hechos políticos, económicos, sociales y artísticos, que admirábamos desde un punto alto y lo llevábamos a la gente deglutido en gracia. La gente escuchaba una noticia y se preguntaba: ¿cómo irá a verlo la Rochela el lunes? Hacía reír, pensar, criticar y corregir, porque a la gente seria casi nadie le cree”, subraya Cayito Aponte.
La voz de la conciencia rochelera todavía confía en que el humor del venezolano no desaparece, sino que se transforma: “Siempre fuimos un mejor país que el que tenemos ahora”, reconoce Cayito. “Pero la huella de la Rochela es una esperanza de que en algún momento del mañana podremos decir: todo pasado fue peor”.

]]>

Publicidad
Publicidad