Venezuela

El voto se movió en camionetica por Baruta

Miles de electores del municipio Baruta salieron de su zona de confort este 15 de octubre. La comodidad que encontraban en sus centros de votación se desplomó cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) los reubicó en zonas populares. A muchos les tocó dejar sus carros estacionados y subirse en camioneticas. Con sus pertenencias bien agarradas, se sumaron a los comicios electorales con la certeza de que su voto cuenta

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Fotografía de portada: Andrés Gerlotti | Fotografías internas: Alejandro Cremades

«Buenos días. Yo estoy acá para darles unos breves consejos sobre cómo votar», repetía casi de memoria un hombre de unos 60 años, voluntario de la Sociedad Civil de la alcaldía de Baruta. 27 personas escuchaban atentos a sus palabras. Era uno de los informantes designados para esclarecer dudas en los autobuses que trasladaron a los electores del Colegio Santa Rosa de Lima hasta su centro reubicado: el Colegio Internacional de Caracas, entre Los Samanes y las Minas de Baruta.
Todos sentados observaban cómo, con el mayor detenimiento, el hombre de pelo gris señalaba dónde se ubicaban los candidatos unitarios de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en la papeleta. Abajo a la izquierda, abajo a la derecha, recorría con su dedo. «Pulse con su dedo sobre el rectángulo hasta que se tilde de color verdoso», decía, mientras los pasajeros, contemporáneos con el guía, reafirmaban sus conocimientos. «Y si pasa algo, pidan ayuda», recordaba, al mismo tiempo que alentaba a sus escuchas a invitar a votar a sus amigos, familiares y conocidos.
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Era el equivalente más cercano a una azafata. También la información más completa que podrían recibir dentro y fuera de un centro de votación. En las elecciones regionales de este 15 de octubre no votarían en el Colegio Santa Rosa de Lima, como harían en cualquier comicio electoral. Fue uno de los 271 centros electorales afectados tras la decisión del Consejo Nacional Electoral, que impactó a unos 715.000 electores. En aquel rincón de Baruta, unos 8.855 electores tuvieron que adaptarse. De 17 mesas, pasaron a ser 12, que los aglomeraba con los votantes del Colegio Internacional de Caracas.

Del timbo al tambo

Marie Grimaldi pensó que votaba en la Escuela Bárbaro Rivas de Las Minas de Baruta hasta este 15 de octubre. «Si era allá no votaba. Tampoco voy a exponer la vida. Hasta mi vigilante me dijo que eso era peligroso, y él es de esa zona», agregó la mujer de 64 años. Era la información que además validaba el CNE en su página web cuando se registraba con su cédula de identidad. Pero su intuición y su rabia hacia las políticas del gobierno la llevaron al Santa Rosa de Lima «para ver», contó. Tiene más de 30 años votando y recibiendo la información que necesita allí. Y la encontró, además de transporte público. «Eso es para que la oposición no se arriesgara, pero aquí estamos», dijo firme.
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Hubo electores que bajaron por la pronunciada y angosta calle El Rosario de las Minas de Baruta para encontrarse, primero con un punto rojo a menos de 50 metros de distancia, y con que los habían re-reubicado al Internacional de Caracas. El movimiento no solo cambió sus mesas de votación, sino su forma de traslado. Mientras los baruteños estaban acostumbrados a estacionar sus automóviles y desplazarse a pie hasta la unidad educativa, o simplemente caminar desde sus hogares, muchos como aquellos 27 pasajeros, debieron abordar una camionetica financiada por la MUD. De no ser así, Sara Omaña no podría haber votado. Lo dice sin tapujos: «Me da miedo ir hasta allá sola, a un barrio que no conozco».
Aunque esté en el municipio, sus 72 años le impiden movilizarse con facilidad por Baruta y sus minas. Acompañada de su sobrina, Sara Ayala de 54 años, se montó en su autobús que tenía al Colegio Internacional de Caracas como única parada. La movilización en la urbanización Santa Rosa de Lima podría considerarse envidiable para muchos otros centros, que solo tenían un vehículo asignado. Por ejemplo, en el Colegio Fray Luis Amigo en Bello Monte, reubicado al Instituto Universitarios de Nuevas Profesiones en Las Mercedes, solo una camionetica acumulaba viajes de ida y de vuelta transportando electores. En cambio, el perímetro del Colegio Santa Rosa de Lima estaba recubierto por al menos 9 de los 20 autobuses activos para la jornada electoral. «Si no los ves, es porque están en movimiento», alega una de las voluntarias.
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Los autobuses se llenaban de adultos contemporáneos y personas de la tercera edad, que llegaban graneados al colegio y paraban sus carros en el estacionamiento o en doble fila. Los jóvenes eran casi inexistentes. «Es que ya se han ido muchos», se autoconvencía la testigo que comenta la particularidad.
El tema es sensible para Zaza Briceño, electora de Santa Rosa de Lima. Esa mañana del 15 de octubre llevó a hijo de 23 años a la Universidad Nueva Esparta, en Los Naranjos, para que sufragara, y al Aeropuerto Internacional de Maiquetía, para que se fuera del país. Es el último de sus tres hijos de 23, 25 y 34 años que parte de Venezuela, él con destino Barcelona, España. «Quedé yo solita porque estoy divorciada. Me vine directa para acá con la cartera y todo», dijo, con voz apagada en uno de los puestos del carrito, pero con su espíritu democrático intacto. No sería el 15 de octubre el día que no ejercería su derecho. Tampoco está dispuesta a que le arrebaten el país, como aseguró que le arrebataron a su familia entera.
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Ella piensa ser una de las «piedras de tranca» del candidato del chavismo, Héctor Rodríguez, en el estado Miranda, donde Carlos Ocariz piensa ser el relevo de Henrique Capriles. Fue inhibilitado por el Tribunal Supremo de Justicia, al igual que otros dos candidatos opositores a la gobernación: su mano derecha Adriana D’Elia y el alcalde en el exilio, David Smolansky.

Del choque electoral al social

Los baruteños, acostumbrados a las amplias y magestuosas instalaciones del Santa Rosa de Lima, abandonaron su comodidad amparados por la organización de la MUD y de la urbanización, que se encargaron de informar y trasladar ante las trabas de los entes gubernamentales. La gran mayoría pasó de residencias bien cuidadas a edificaciones de bloque sin frisar. De calles amplias y señalizadas a vías estrechas sin acera. De carros y camionetas con aire acondicionado a autobuses con asientos rotos y con ventanas abiertas como su única ventilación.
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También fue un cambio de ruta para los transportistas. José Bastidas se paseó entre las angostas calles de Las Minas de Baruta, lejos de su ruta por Valle Arriba, Prados del Este y Alto Prado. Los chupones de su parabrisas no sostenían sus usuales carteles con las zonas caraqueñas. En los tres viajes que acumulaba hasta el mediodía, el común denominador de sus pasajeros fue el buen humor, de ida y venida.
Una vez en su destino final, la votación no duraba más de 20 minutos, incluso para la tercera edad. Más fue el calvario para llegar, que para votar. «Gracias a Dios todo muy rápido. Hicimos nuestra cola normal para llegar y para votar», asegura Alejandro Rico, quien asistió con su madre de 84 años. Él a pie, ella en silla de ruedas. Aunque no habilitaron una rampa específicamente diseñada para que personas como ella pudieran ir a las mesas de votación sin problemas, la milicia presente se encargó de subir y bajar su silla de ruedas con ella a bordo.
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«De verdad que se han portado súper bien, a diferencia de otros sitios. No me puedo quejar ni del Plan República ni de la milicia. El movimiento también ha sido impecable. Solo se necesita más información, hace mucha falta, para que la gente no llegue al Bárbaro Rivas y tenga que devolverse», pide María Elena Arnal, coordinadora de 10 centros de votación en la parroquia Las Minas.
El regreso fue apretado, como un lunes a hora pico. Los votantes huyeron del sol inclemente sentados y parados en un carrito rebosante, que no permitía nuevos pasajeros ni paradas no obligatorias. El objetivo estaba cumplido y esa camionetica volvería a su punto de partida.]]>

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