Venezuela

Sabana Grande el 15-O: el post-apocalipsis

Entre la 1:00 y las 2:00 de la tarde de la presunta fiesta electoral, todo lo que podía contribuir para que fuera un domingo horrible en Sabana Grande y sus alrededores tenía un signo de check.

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Fotografías: Felipe Rotjes

Era uno de esos intolerables días en los que parece que va a llover pero no llueve. Cerca de la fuente de Plaza Venezuela (apagada), una mujer y tres niños lamen el interior de potes gigantes de mayonesa y salsa de tomate que desechan los perrocalenteros. Muy poco movimiento de gente y de artesanos en el bulevar. No hay ni siquiera un camión de arepa socialista. Negocios emblemáticos que antes siempre abrían ahora están con la santamaría abajo, caso de la panadería Terrazas II al lado del Seniat. Y aquella sensación permanente de que, por cargar una cámara fotográfica o un celular, estás siendo acechado como un antílope en una sabana africana.
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En el edificio donde quedaba el antiguo Miniteatro del Este, en su momento uno de los cines más vanguardistas de Caracas, reposan los escudos de PNB prevenidos para disturbios que no van a ocurrir.
Los domingos son días en los que uno nota más que no tiene dinero. En la ciudad, la miseria también se hace más palpable. No sé si los economistas han inventado un nombre para lo que se percibe en Sabana Grande: una mezcla de hiperinflación, estancamiento y escasez de efectivo (¿Hiperestanflasez?).
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Al menos hasta el Pare de Sufrir (antiguo Cine Broadway), el bulevar está en un territorio de ciudadanos de segunda que no votan el 15-O: el Distrito Capital. La mayoría de los que son de la jurisdicción del estado Miranda dicen que no han votado pero que lo harán “más tarde”, lo que suena a mentira blanca para que un niño deje de llorar.
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“¡Claro que sí voy a votar! Ahora como a las 2 de la tarde. Me toca cerca del sector Chuao”, asegura Frank, que lee el libro El concepto de clases sociales de Marx a nuestros días de Georges Gurvitch cerca de los flamboyanes en flor (los árboles originarios de Madagascar, que tienen las ramas tan hundidas como el brazo de un pitcher que lanza estilo submarino), pero parece estar curado de marxismo: “Es importante que vayamos a votar para que salgamos de este gobierno que no ha sido nada bueno. No se consiguen medicinas, lo que nos afecta a los que ya estamos avanzaditos de edad. Yo por ejemplo sufro de la columna”.
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Un tabernáculo con punto

“La gente me dice: vendes a buen precio, pero no tengo efectivo”, se queja Rafael Román, con chupetas de tres por 1.000 bolívares, una verdadera ganga en el bulevar. “Soy de Antímano, pero quiero ejercer (el voto) para que haya un cambio”.
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“Yo soy de Libertador, pero por supuesto que me hubiera gustado votar. Es necesario porque si no nos quedamos en lo mismo, aunque tampoco es que haya muchas opciones”, reconoce Luis, un motorizado que se ufana en chaleco naranja de pertenecer al Gran Tabernáculo (sic), la única línea de mototaxi de la comarca que cuenta con un punto de venta, aunque lamentablemente no es inalámbrico: “Por esos están pidiendo entre 5 y 7 bolívares. O sea, entre 5 y 7 millones, tú me entiendes”.
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“Debido a la situación de los repuestos, el año pasado sólo trabajé tres meses. El movimiento de viajes está muy mal y ya un litro de aceite de cocinar lo están vendiendo a 50.000 bolívares, imagínate”, denuncia Roberto, de una línea de taxistas (automóviles) cerca de Tiendas Traki, antiguo Cine Las Acacias.
“Yo como rastafari no intervengo en movimientos políticos, pero de todos modos aquí en Caracas no hay elección”, se excusa el artesano José Rondón Peña, alias Onechot (como el cantante). “Lo que queremos es la paz del país. Los cajeros no le dan dinero a la gente y eso afecta las ventas de los que pertenecemos a la pequeña y mediana industria. La cosa está apretada”.
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Un día “bajo perfil”

“Sin efectivo y con elecciones, el día está bajo perfil. Soy de Libertador y no me tocaba, pero no votaría de un lado ni del otro. Los que están montados andan bien posicionados y uno es el que está fregado”, se desmarca Dulce, una pintacaritas de las veteranas.
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“Esta es la elección número 22 que se hace en Venezuela”, arranca Alfredo Bohórquez, caricaturista que se instala frente a la heladería La Poma (donde este domingo triste ni siquiera hay la cola de costumbre), una de esas frases que te hace pensar y acertar: ah, este señor es chavista.
“Hasta ahora este domingo ha reinado la paz, pero estuvimos tres o cuatro meses en que Caracas estaba intransitable por la violencia de la guarimba. Nosotros no tenemos gobernador, sólo alcalde y alcalde mayor, pero estoy seguro de que este año se van a hacer esas elecciones”. Alfredo cobra Bs 5.000 por trabajo y tiene de exhibición una caricatura que todo el mundo confunde con Luis Chataing, pero en realidad es un animador de TVES cuyo nombre no recuerda. También hizo un Steve Harvey que parece Oscar D’León y un Hulk Hogan. “Te voy a ser sincero: antes ganaba un poco más porque había turistas internacionales, pero han dejado de venir debido a la situación económica y la inseguridad. Mis gastos en Caracas equivalen a 100.000 bolívares diarios”.
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“Yo soy patrimonio cultural viviente del estado Miranda. Voté bien temprano en Petare. Fue rapidísimo y no había cola”, asegura Cruz Rivas, que carga a cuestas una guitarra y toca cerca del Gran Café. “Si no votamos la cosa se pone peor y quedan mandando los mismos que están montados. Aquí tiene que venir un cambio”. Que le escuche San José del Recreo, el patrono de la parroquia, aunque en Sabana Grande ahora nunca es de día.
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