Venezuela

Otra idea para salir del régimen

Una vez descartado el escenario electoral, las salidas posibles a nuestra situación venezolana quedan reducidas a unas pocas:

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FOTOGRAFÍA: ARCHIVO EL ESTÍMULO

La rebelión popular: el régimen se ha encargado de minimizar este escenario mediante varias tácticas, siendo la principal y más efectiva mantener al pueblo en modo supervivencia, de manera que no pueda sublevarse. La otra -millones de veces más despótica, más cruel y más desoladora- fue la que aplicó durante las protestas del año pasado, en las que los cuerpos de seguridad del estado asesinaron a casi dos centenares de personas desarmadas, en su mayoría jóvenes, y apresó a miles, muchos aún bajo arresto. La mayoría fue torturada y quebrada anímicamente. Muchos hoy se niegan a salir a la calle para que no les suceda lo mismo. La desesperanza que se ha apoderado de los venezolanos es de tal magnitud que lograr que se vuelva a tener a la gente en la calle indefinidamente es muy poco probable.

2) El golpe de estado: si la solución para Venezuela fuera un golpe de estado, deberíamos ser el mejor país del mundo y es obvio que no lo somos. Nuestra historia está plagada de asonadas e intentonas y lo que han demostrado es que no funcionan. Punto. Y supongo que habiendo tenido a Hugo Chávez en el poder durante casi quince años sea razón suficiente para desistir de volver tener a un militar en el poder y/o un gobierno militar.

Particularmente pienso que los militares venezolanos no van a dar un golpe de estado, a menos que las sanciones internacionales les toquen los bolsillos, que –al menos en apariencia- es lo único que les duele. No creo en golpes de estado como solución de nada y no confío en los militares de hoy. Han deshonrado su casta y más bien deseo que el próximo gobierno elimine las Fuerzas Armadas y el gigantesco presupuesto del que hoy gozan, en toda la extensión y sentido de la palabra, y que dicho presupuesto se transfiera por completo a la educación.

3) La intervención militar internacional: ¡que Dios nos ampare! No pertenezco ni perteneceré al coro de quienes claman por fuerzas extranjeras invasoras. Una invasión no es un acto de humanidad, como muchos creen. Una invasión es un negocio y quien decidiera invadirnos lo haría con un alto interés crematístico que compensara con creces los gastos de movilización, logística y operaciones de lo que representa una invasión. Más desangramiento para un pueblo que ha sufrido tanto como el venezolano. Después de la invasión, las “fuerzas expedicionarias” (como llamaron a las fuerzas invasoras a Alemania), comenzaron a cobrar las indemnizaciones de guerra y todos los “favores”. Ninguna fuerza invasora se va de ningún país con las manos vacías.

Pensando en estas posibilidades, se me ocurrió que hay otro escenario que funcionaría a un costo muy bajo y que puede dar altos rendimientos: la intervención internacional del Consejo Nacional Electoral. La piedra de tranca de la salida de este régimen es el más pequeño de los poderes, pero la ficha más fuerte que tiene el ejecutivo. Si ellos no tuvieran la seguridad de que controlan el CNE, jamás irían a una elección. Todo el mundo sabe que nuestro ente electoral está desprestigiado e incapacitado para llevar a cabo elección alguna. Que ha violado todas las normas que podía violar y que nadie –ni siquiera los chavistas- confían en él. Entonces ¿por qué no solicitar que la OEA, por ejemplo, designe a un cuerpo de rectores que se encarguen de llevar a cabo la ejecución de elecciones transparentes, con observadores internacionales independientes y supervisión de las Naciones Unidas?

La alternativa de aplicar la carta democrática y que nos expulsen de la OEA no creo que resuelva nada. La solución de intervenir al CNE es más digerible que el uso de la fuerza. La Corte Interamericana de Derechos Humanos podría intervenir el Poder Electoral venezolano. En materia de derechos humanos, la no injerencia de países extranjeros ha cambiado radicalmente y no hay país que pueda alegarla para defenderse. Y si los militares venezolanos se niegan a obedecer la orden de la CIDH o similar, entrarían en condición de desacato, coautores o cómplices y serían actores de violación de derechos humanos, con las consecuencias individuales que eso representaría para cada uno de ellos. No creo que se atrevan a desobedecerla.

Entiendo que a esta propuesta hay que afinarla con los requisitos legales y constitucionales, pero es una idea que me atrevo a lanzar al ruedo. De esa manera nos evitamos los asesinados, los presos y las torturas de las rebeliones, el golpe de estado y la invasión militar extranjera y la solución terminaría siendo electoral, pero en un escenario de libertad y amplia confianza. ¿Nos atrevemos?…

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