Venezuela

La larga noche de los comunicadores sociales

El tema de la verdad es harto complicado. Porque la verdad no es otra cosa que la adecuación de la realidad a nuestros sentidos. Por eso, lo que es verdad para mí, no necesariamente es verdad para otro, aunque estemos hablando de la misma situación. Por eso los testimonios de los testigos en los juicios siempre tienen ese elemento subjetivo de cómo éstos percibieron el hecho. 

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Foto: Marco Ugarte, archivo / AP

Mi tío abuelo Pedro Centeno Vallenilla, que estudió Leyes en Roma, contaba de una clase magistral en la cátedra de Derecho Penal. El profesor estaba dando clase en un aula tipo anfiteatro, cuando un hombre entró corriendo por la puerta de la izquierda del estrado, seguido por otro hombre.
Atravesaron el salón, pasaron por delante del docente y salieron por la puerta de la derecha. Una escena preparada sobre la que el profesor pidió a los alumnos que escribieran. Aunque todos “vieron” lo mismo, no hubo dos testimonios idénticos. Hubo incluso quienes mencionaron cuchillos, armas de fuego y hasta sangre. Nada más lejos de la realidad, pero ésta había sido desvirtuada al pasarla por el tamiz de las experiencias particulares.
¡No sabe Jesucristo lo que nos hubiera ahorrado si le hubiera respondido a Pilatos cuando éste le preguntó “Quid est veritas?” (¿qué es la verdad?) y en vez se quedó callado! Porque en pleno siglo XXI la tecnología viene a complicar aún más las cosas.  

Hace dos días vi un video donde montaron sobre la boca del expresidente Obama otra boca (que no se nota) y “lo ponen” a decir cosas que jamás dijo. Los imitadores de voces, amén de las maravillas que se pueden hacer en un estudio de grabación, hacen el resto. Quien utiliza esta técnica no puede ser para nada bueno. Pero ahora los periodistas tienen mucho más trabajo a la hora de procesar una información. Ya no sólo son audios y fotos los que hay que pasar por un escrutinio severo, sino también los videos. 
Encima, esta situación ha empeorado la relación de los gobiernos del mundo con los medios de comunicación. Ésta se hace cada día más feroz. Ahí está Trump enfrentado con Amazon y parece que la verdad detrás del enfrentamiento es destrozar a Jeff Bezos, su creador y dueño, que es también el dueño del Washington Post.
“Bezos compró The Post por $250 millones en 2013. Bajo su propiedad, el periódico ha florecido. Impulsado por los nuevos recursos, ha agregado más de 200 empleados a las salas de redacción y recientemente ha superado el millón de suscriptores digitales. Mientras el señor Bezos ha revigorizado The Post, se ha encontrado vulnerable a los ataques del presidente. Desde 2015, el Sr. Trump ha vinculado The Post y Amazon en Twitter (‘Amazon Washington Post’ lo llama) una docena de veces” reportó Sydney Ember en The New York Times el pasado 2 de abril. Y los vincula para nada santo. Ya conocemos los métodos de Donald Trump, a quien no le tiembla el pulso para aplastar a nadie.
Ahí está también Putin, quien como su camarada Hugo Chávez ha cerrado medios independientes y creado los suyos propios para poder manejar su realidad a su antojo. Maria Lipman, del Carnegie Moscow Center, reporta:
“En la Rusia de Putin, los medios que brindan cobertura de asuntos políticos y públicos se pueden dividir en dos categorías. El primero es el medio de comunicación masivo más grande, los canales nacionales de televisión, que llegan a casi el 100% de los hogares rusos. Los tres principales canales nacionales se utilizan como herramientas de propaganda estatal de una manera que recuerda cada vez más a los días soviéticos. La segunda categoría incluye una variedad de puntos de venta de menor audiencia: impresos, radio, sitios web y estaciones de televisión más pequeñas. Esta categoría es de menor interés para la élite gobernante como recurso político, pero todos los medios rusos operan en el entendimiento de que la lealtad al estado está a la orden del día. Algunos ignoran esta comprensión y ejercen un cierto grado de independencia editorial”. Pero estos últimos cada vez son más perseguidos y más censurados.
Y ni hablar de Maduro. “Su verdad” no es otra cosa que mantenerse en el poder sea como sea. Cualquier crítica es desechada como “un ataque de la derecha” o una “manipulación mediática”. Lleva más de dos años repitiendo como un loro que “Venezuela enfrente una guerra política, psicológica y comunicacional”.

No dice ni pío de la escasez de alimentos y de medicinas, ni de la hiperinflación, ni de inseguridad, ni de la situación en las cárceles venezolanas, ni de las ejecuciones extrajudiciales, ni de las constantes violaciones a los derechos humanos, ni de las acusaciones de corrupción, ni del narcotráfico, ni, ni, ni… Ha gastado un dineral –que debía haberse usado para subsanar alguna de estas situaciones- en lobbies internacionales para revelar “la verdad” de lo que ocurre en Venezuela. Recientemente ha celebrado la gira emprendida por Jorge Rodríguez para “desmontar los falsos mensajes sobre el acontecer venezolano”.
Una larga noche nos espera a quienes trabajamos como comunicadores. La lucha por la verdad cada día es más dura. Pero hasta después de las largas noches, amanece.]]>

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