Venezuela

Aumentó en 100% las comidas servidas a inmigrantes venezolanos en Cúcuta

Con la piel tostada por el solo fronterizo, vestuario holgado para soportar las altas temperaturas que sobrepasan los 35 grados centígrados, sin ocultar la marcada tristeza que delata la mirada, aguardan en organizadas colas miles de venezolanos para recibir la ración diaria de desayuno o almuerzo que reparte la diócesis de Cúcuta y que en el ùltimo mes doble la demanda

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FOTOGRAFÍA: ROSALINDA HERNÁNDEZ

La casa de paso “Divina Providencia”, ubicada a escasos metros de la frontera colombo venezolana, en el corregimiento colombiano de La Parada, se ha convertido en el bálsamo de muchos connacionales que han salido del país, escapando de la crisis económica, política y social que se vive.

En el último mes la casa de alimentación humanitaria, administrada por la diócesis de Cúcuta, ha incrementado en un 100% el número de comidas servidas a los venezolanos que acuden casa día en busca de comida gratuita.

“La asistencia a los venezolanos ha incrementado al punto de tener que aumentar el área de servicios donde se sirven los alimentos, de 1200 metros a 2800 metros. Anteriormente se servían 400 almuerzos en cada turno, ahora la cifra aumento a 1200 en cada turno y en un año se han repartido 600.000 raciones calientes de almuerzos y la misma cantidad de desayunos. En apenas un mes se ha doblado el número de personas que atendemos”, precisó el obispo de Cúcuta, Víctor Manuel Ochoa, quien preside la tarea caritativa.

En la casa de ayuda humanitaria, actualmente se están distribuyendo desayunos y almuerzos a unas 3.600 personas y casi 8.000 platos en las distintas parroquias de la ciudad, informó el prelado de la iglesia católica, en conversación con El Estímulo.

“Se ha querido atender en el último año y medio el drama de los venezolanos inmigrantes que llegan a la frontera. La iglesia no entra en el tema político, ni diplomático, sino en el de servicio y que bueno que vengan altas personalidades y apoyen está acción para seguir ayudando al pueblo venezolano que tanto lo requiere”, agregó el obispo Ochoa

Bálsamo que mitiga la crisis

Primero ingresan niños y mujeres embarazadas, luego las personas de la tercera edad, seguido las mujeres jóvenes y por último los hombres, ese es el orden en que se reparten a diario las raciones de comida en la casa de paso “Divina providencia”.

A pesar de representar la acción humanitaria un alivio a la crisis de los venezolanos inmigrantes, la mayoría de ellos añora el retorno al país en un clima de normalidad y donde puedan progresar o al menos ser aceptados en un trabajo formal en el territorio colombiano.

“Estamos aquí pasándola duro y me defiendo vendiendo en la calle chucherías. Tengo tres meses viviendo aquí, tuve que salir porque allá no se consigue ni trabajo, ni comida y aquí por lo menos uno hace algo de plata para mandarle semanal a la familia. Yo quisiera que me ayudaran a conseguir un empleo formal para poder traerme a la familia, salir del país es duro pero estar solo en otro país es peor”, comentó a El Estímulo Daniel Cabello, venezolano de 34 años proveniente del estado Anzoátegui, que hacía cola para esperar su ración de comida en la casa de paso Divina Providencia.

Con ropas de trabajo, con la evidente marca del sol fronterizo en la piel, decenas de venezolanos se agrupaban uno detrás del otro para esperar el turno que los lleva a recibir un plato de sopa y otro con arroz, carne, ensalada y plátanos, acompañado de jugo de mora.

Jhonny Flores, otro de los venezolanos contactados por este medio, señaló que la casa de paso es una buena alternativa para ahorrar el dinero que se gana trabajando captando clientes a las empresas de transporte que viajan a los países del sur de la región

“Me ahorro los pesos de la comida para poderlos transferir a la familia que quedo en Mariara (Carabobo). Tengo un año aquí y me vi obligado a salir porque allá no hay trabajo. Nosotros necesitamos que alguien ayude a Venezuela, que sancionen al presidente porque allá la cosa es fuerte, mi familia me cuenta que todo está carísimo y medio se come”.

Máyela Ávila, es una caraqueña de 63 años de edad, confesó a El Estímulo que jamás soñó llegar a esta edad padeciendo tantas dificultades y fuera del país.

“A esta edad que uno se vea viajando pero de manera forzada, arrastrando a los hijos para salir huyendo y buscando dónde y cómo podemos conformarnos de nuevo como familia, es algo muy triste”, detalló la venezolana mientras secaba las lágrimas en medio de la cola para recibir el alimento diario.

Los venezolanos que acuden a recibir la ración de comida que ofrece la diócesis de Cúcuta a casi 8000 personas, se sienten desplazados de manera forzosa, empobrecidos y un tanto desesperanzados en cuanto al futuro de Venezuela, por lo que imploran la ayuda de los organismos internacionales.

“Unos cuantos se apoderaron de la riquezas del país y el resto de ciudadanos estamos en la pobreza extrema. Venezuela es un país rico a donde debemos regresar los que estamos afuera y lograr una estabilidad económica. Los venezolanos tenemos un presidente que no soluciona los problemas del país, se apoderó de la silla y no la quiere soltar y eso nos lleva a un régimen comunista, no resuelve nada, al contrario nos ha llevado al hambre, a la miseria”, dijo Luis García, venezolano en la casa de alimentación.

Reynel Navas, llegó a la frontera hace seis meses proveniente de Valencia, se ha desempeñado como vendedor informal en el corregimiento colombiano de La Parada, asegura que varios días a la semana llega a comer a la casa de paso porque el dinero producto de su trabajo, algunas veces no le alcanza para cubrir la alimentación.

“Me vine de Venezuela por la situación tan crítica en la que se vive. Ya tenemos en el país 20 años perdidos…prácticamente toda mi juventud la he perdido con ese gobierno. Allá no se consigue la comida, no hay transporte, si consigues un trabajo lo que se gana no alcanza para nada. Los países deben ser más solidarios con los venezolanos, buscar la manera de que los países del Mercosur nos puedan ayudar con acceso al trabajo. Aquí uno solo puede tener trabajos informales y gracias a Dios pues tiene dos comidas seguras”.

Hasta el último en la cola, recibió su ración de comida, mientras cientos de colaboradores de la casa de ayuda humanitaria, corrían de un lugar a otro, lavando platos, organizando el área para una nueva jornada el día siguiente.

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