Lo nutrido que estuvo la redacción hoy contrastó con los espacios vacíos del último año. Su gente plenó la sala y dio un mensaje claro, sin importar a lo que se dedique hoy, o si está en el país, siempre llevará la importancia de El Nacional referencia de lucha, de libertad, democracia, con información libre.
Una extrabajadora evocaba en su puesto lo que fue su paso por la redacción y una lágrima intentaba escapar de sus ojos… otra de las que aún persisten le dijo: “Espero que sea alergia porque aquí no se llora”.
Las familias pasan los tragos amargos juntos, y esta no es la excepción .Ese apoyo siempre está presente. Como bien dijo una colega de otra generación, pero del mismo diario y escuela: «Estamos unidos por el mismo cordón umbilical».
¿La salida del periódico es temporal? Improbable, los tiempos cambian. Pero siempre está el sueño de ver las rotativas funcionar, de oír el atronador y rítmico sonido de la imprenta, de sentir el olor de la tinta, de ver como las ideas, la información que merece la gente, queda plasmada para la posteridad en un papel. Un papel al que se le teme tanto desde el poder como cualquier arma o material «subversivo».
Lo peor para el poder es sentir que se le contradice. Que hay otra idea que su lógica no puede rebatir o imponer por la fuerza.
Aún aquí
Hoy la dictadura intenta cercenar a El Nacional uno de los espacios, uno de los símbolos que durante 75 años acompaño el país, que paradójicamente, nació en otra aciaga dictadura, que creció y se desarrolló en la democracia y hoy se transforma ante la amenaza del oprobioso poder central, pero que no muere solo cambia.
Persiste. Los retos siguen, pero los trabajadores pasados y presentes, desde cualquier país, generación, lugar, apoyan el lugar que los vio crecer y desarrollarse, donde varios incluso llegaron a casarse y formar familias.
Gente criada en la lucha, el esfuerzo, los valores democráticos, no se amilana a pesar de la dictadura y la represión.
El Nacional deja alegrías, recuerdos y sueños de seguir haciendo escuela. Sus empleados y ex trabajadores saben que la situación no mejora porque la empresa no es más que el reflejo del país, pero prosiguen con la sonrisa de saber que no están vencidos, que seguimos y esto es un reto más, que sobrepasaremos todos, unidos en un país que merece y quiere cambio.
No hay lágrimas, hay sonrisa, hay afecto y aunque sea un cliché muy manido, es una familia que no deja de quererse, y al afecto no lo vence ninguna restricción ni poder malsano que pretende imponerse. El periodismo sigue, desde otras plataformas, otros nombres pero el mismo origen y la misma lucha por lo que más se quiere, Venezuela.