Venezuela

Guaidomanía

Napoleón Bonaparte decía que “un líder es un comerciante de esperanzas”. Pero Juan Guaidó ha ido más allá de ello: a los venezolanos nos ha devuelto la confianza, la fe y la determinación de que sí saldremos del horror que vivimos.

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FOTOGRAFÍA: AFP

Cuando pensábamos que nadie iba a igualar a Chávez en carisma y popularidad, apareció Guaidó como un milagro. Ya arrasó con los números de popularidad del fanfarrón en sus mejores momentos. En los barrios y urbanizaciones venezolanos, el disfraz más popular entre los niños fue el del joven presidente.

El liderazgo más difícil es el de liderar mediante el ejemplo. Pero a la vez es el liderazgo más duradero, porque es verdadero. Un líder fantoche es aquel que predica “haz lo que yo digo, pero no te fijes en lo que yo hago”. Guaidó, con su talante democrático, su asertividad sin agresión, su verbo directo, apacigua, vigoriza, conmueve. La gente lo sigue, lo admira, lo quiere. Es valiente. Sabe que tiene una misión, pero no se cree único ni irremplazable. Está consciente de su papel histórico y lo está ejecutando magistralmente.

Ha devuelto al país la decencia perdida. Ha suplantado la vulgaridad por las buenas maneras. Habla bien, es inteligente, es firme. Es conciso. Es coherente. ¡Es justo lo que necesitábamos y creíamos que nunca iba a llegar!

Su regreso al país fue celebrado por los casi 30 millones de venezolanos. Aún sus detractores tendrán que reconocer que tiene guáramo… ¡claro que tiene guáramo!

Su humildad resalta a todas luces. Y la humildad es, a mi modo de ver, la característica principal de un gran líder. Alguien a quien el poder no lo ha envilecido, que escucha consejos, no se cree dueño de la verdad, mucho menos imprescindible.

Necesitábamos a alguien que nos hiciera volver a creer en nosotros mismos. Que nos conmoviera con sus palabras. Que nos hiciera soñar. Su seguridad da seguridad. Su tranquilidad, da paz. Su ánimo anima. Su estampa joven y atlética tiene sabor de futuro… ¡tan distinta a los gorilones que nos han gobernado los últimos veinte años!

Su comunicación es directa y corta, precisa. Claro, tiene la formación de los ingenieros. Conoce qué hacer, qué decir y cómo decirlo. Por eso arrastra multitudes.

Juan Gerardo Guaidó se ha convertido en la pesadilla del régimen de Nicolás Maduro. Y por lo mismo debe cuidarse y no tomar riesgos. Pero… ¿cómo convencer a un joven de que no tome riesgos, si la juventud en esencia es arriesgada?…

Guaidó tiene también la grandísima ventaja de tener una bella familia. Una esposa que ha recuperado la majestad del honor que significa ser Primera Dama de la Nación, con una imagen elegante y serena, discreta e impecable. Muy distinta a la vulgaridad que nos ha arropado y de la que estamos hartos. Todo el mundo quiere superarse, parecerse a quien admira. ¡Y la bebé! Miranda Guaidó Rosales es la bebé del momento.

Y como si todo esto fuera poco, es un hombre que tiene educación universitaria, pre y post grado. Para quienes duden todavía si un presidente puede ser alguien que no cursó estudios superiores, a las pruebas me remito. Guaidó estudió Ingeniería Industrial en la UCAB y luego cursó dos maestrías, una en el Trachtenberg School of Public Policy and Public Administration de la muy afamada George Washington University y la otra en el Instituto de Altos Estudios de Administración, IESA, ambas en gerencia pública. En otras palabras, está preparado para dirigir la reconstrucción del país. No es un improvisado que participó en una asonada militar, ni un gánster que sólo sabe resolver las cosas con violencia.

Henry Kissinger escribió que “la tarea de un líder es llevar a su gente de donde está a donde nunca ha estado”. Y yo añadiría que la tarea principal de un líder es llevarnos al estadio donde no necesitemos líderes. Pero para eso falta mucho. Mientras tanto, tenemos a un joven aguerrido y brillante mostrándonos el camino. Entiendo perfectamente la Guaidomanía.

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