Venezuela

¡Cuidado, presidente Guaidó!

Me gusta Juan Guaidó. Me inspira confianza. Es inteligente y sobrio, educado y un trabajador incansable. Sobre todo, me gusta su sencillez. Ya de soberbios estamos hasta los tequeteques. Bastantes tragedias nos han causado.

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Pero el presidente Guaidó, por su juventud, corre el riesgo de caer en las garras de personas inescrupulosas que lo que buscan es pescar en ríos revueltos, hacer negocios, o simplemente, lavarse la cara. Por eso lo prevengo: ¡cuidado, señor presidente!

Esas manadas de aprovechadores son todos iguales. Como caimanes en boca de caño, buscan sus presas. Y si queremos hacer las cosas distintas en Venezuela para que haya un cambio profundo, hay que erradicarlos de las cercanías del poder. Porque salir de esta tragedia para volver a lo mismo, lo que logrará es traernos a alguien peor que Chávez. Peor que Maduro.

El escándalo por los manejos irregulares de la ayuda humanitaria que han armado (juntos, pero no revueltos) el régimen y la facción de opositores que creen que se las saben todas (¿ven que es cierto lo que digo de la soberbia?) va dirigido en contra de Guaidó. No soportan su popularidad, su carisma, su cercanía con la gente. Entonces tienen que destrozarlo. Nada de esperar las averiguaciones. Los señalamientos van y vienen, sin descanso, sin piedad.

Sin embargo, Guaidó tiene que dar a la colectividad respuestas honestas, claras y contundentes. También a la comunidad internacional que lo apoya. Exigir a los responsables que devuelvan lo robado y entregarlos a la justicia, aunque la justicia venezolana no funcione. Así sentará precedentes para lo que será su gobierno de transición. No puede darse el lujo de convertirse en cómplice, ni de manchar su trayectoria, hasta ahora intachable. Mucho menos transigir, aunque el infractor sea muy cercano a él.

Lo que se ha robado en Venezuela estas últimas dos décadas es inconmensurable. Con esos ladrones no puede tenerse cercanía, ni contemplaciones. Y entre esos ladrones (y asesinos, porque las muertes por la crisis humanitaria fueron causadas en parte por ellos) hay quienes se hacen pasar por opositores. ¡Son delincuentes! Por eso me tomo la libertad de prevenirlo: ¡cuidado, presidente Guaidó! Lo están cercando y algunos jactándose de ello. Si no pone coto ahora, va a caer en la trampa, en una trampa donde con usted caeremos todos los venezolanos de bien. No nos merecemos eso y usted tampoco.

De verdad, lo considero. Vivir sospechando de todos los que lo rodean debe ser terrible. Pero a estas alturas usted debe saber con quiénes contar y con quiénes no. Ha estado bien asesorado, asesórese también en materia de la gente que se le acerca. Investigue a todos los que ha nombrado y les ha dado responsabilidades. Si son buenas personas, no tendrán nada que temer. Si no lo son, apártelos de su lado. ¡Desenmascárelos! En Venezuela ya no soportamos más tanta corrupción, tanto amiguismo mal entendido, tanto mirar para otro lado. Usted está en la obligación de demostrar que el dinero no lava todo, como ha sucedido hasta ahora. El dinero es bueno y deseable cuando proviene del trabajo duro y honesto. Usted es joven. En nuestro país es casi imposible que un joven salga adelante por su trabajo. Eso es doloroso e injusto. La desvalorización del trabajo viene desde hace décadas, producto del populismo. Pero Chávez lo destrozó. En corrupción -en la administración pública- están incursos desde los porteros hasta los ministros. Ni hablar de los militares, fiscales y jueces. ¡Hay que recuperar el mérito del trabajo! Y eso no se puede hacer si no se lucha denodadamente en contra de la corrupción.

Yo le reitero la confianza que usted me inspira. Como yo, hay millones de venezolanos. No nos defraude. Mire que usted quizás sea la última oportunidad que tengamos de no ahogarnos en este estercolero en que se nos ha convertido el país.

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