Diseño de dos campañas presidenciales...de las de antes
A partir de la campaña de 1972-73, el énfasis comunicacional recae sobre la figura del candidato, resaltando su retrato en los carteles de todo el país / Por Elina Pérez Urbaneja
A partir de la campaña de 1972-73, el énfasis comunicacional recae sobre la figura del candidato, resaltando su retrato en los carteles de todo el país / Por Elina Pérez Urbaneja
Antes de que el chavismo se hiciera con el poder en Venezuela, se convocaban campañas presidenciales cada cinco años, según lo dictaba la Constitución Nacional de 1961.
Con el advenimiento de la democracia, luego de la caída de la dictadura el 23 de enero de 1958, los candidatos batallaban por llegar a Miraflores con diferentes estrategias y medios gráficos, siendo el afiche el más visible.
Sin duda, uno de los rostros que más apareció en la iconografía electoral de la era democrática fue el de Rafael Caldera, quien se presentó como candidato seis veces por diferentes partidos como Copei, PCV y Convergencia en 1947, 1958, 1963, 1968, 1983 y 1993.
Durante la década de los sesenta, el peso del mensaje recaía sobre los símbolos y el color de cada partido y predominaba la ilustración. Es a partir de la campaña de 1972-73, en la que salió victorioso Carlos Andrés Pérez por primera vez, que el énfasis comunicacional recae sobre la figura del candidato, resaltando su retrato en los carteles que se pegaban en los muros de las ciudades y pueblos del país.
En 1972, Carlos Andrés Pérez, Lorenzo Fernández y José Vicente Rangel, protagonizaron una de las competencias de creatividad gráfica más resonantes en el país, pues el diseño y el manejo de la imagen fueron determinantes en la carrera para ocupar la silla presidencial.
En total se presentaron doce candidatos, obteniendo la victoria por 49% de los votos Carlos Andrés Pérez, representante de Acción Democrática, cuya campaña fue conducida por Diego Arria, Bernardo Viera, Simón Alberto Consalvi y José Enrique «Chelique» Sarabia. Como refuerzo, contrataron al célebre consultor político estadounidense Joseph Napolitan, junto a Clifford White y Georger Gaither. Este equipo fue el que ideó las consignas «Ese hombre sí camina» y «Democracia con energía».
Por parte de Copei, el partido verde, también tomó sus previsiones con los estrategas extranjeros a Matt Reese y David Sawyer.
En esa oportunidad fue destacable el esfuerzo del MAS, partido que logró reunir en esa y en otras campañas a una buena cantidad de artistas plásticos y creadores nacionales, quienes le dieron un buen impulso a su imagen en el marco de la lucha política. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que el puño emblemático de la tolda naranja fue diseñado por el artista plástico Jacobo Borges y que para las elecciones de ese año se presentó ante el público a José Vicente Rangel como si fuese José Gregorio Hernández. Menuda ironía histórica.
A partir de esta campaña, la fotografía ocupó definitivamente los carteles, reemplazando el enfoque ilustrativo de las previas a los años setenta. De esta manera se le inyectaba cercanía y realismo al mensaje, que se tornó más cercano al elector. De esa manera se presentó Renny Ottolina a la justa de 1978, en un cartel con una fotografía de casi cuerpo entero, en el que miraba directamente a la cámara con gesto serio, como para separarse de la imagen de presentador televisivo.
El argentino Juan Fresán iba para España, pero le tocó pasar una noche en Venezuela. Subiendo hacia Caracas vio una pinta con el eslogan «Jaime es como tú». Una vez en la capital encontró a Armando Durán y le comentó: «Dile a Consalvi que la gente no quiere elegir a alguien que es como uno, la gente pide a un presidente que sea mucho más que uno, ¿entendés?». Esta es parte de la anécdota registrada por Aquiles Esté -cuando era director de Prodiseño-, en el catálogo DGV 70-80-90.
Fresán luego explicó a quienes estaban al frente de la campaña de AD que se olvidaran, que el apellido Lusinchi, con tres vocales cerrradas no podía competir con uno de tres vocales abiertas como Caldera. Entonces resaltó el punto positivo que halló: el SÍ ubicado justo en la mitad. Así surgió la estrategia que comenzó como una campaña de intriga, que invadió Venezuela con el graffiti «SÍ» antes de que el Consejo Supremo Electoral alzara el banderín para iniciar la propaganda electoral.
El creativo también escogió palabras con la sílaba SI, como preSIdente y poSItivo. «Nosotros aparecimos con esa sílaba y con esta tipografía, la que usaron Mussolini, Hitler y Stalin, que es la egiptian». La estrategia gráfica se complementó con la elección de los colores rojo, azul y blanco, los tonos de las bandera francesa y americana, la Pepsi Cola, la Coca Cola, los colores que más venden. Juan Fresán también trazó el objetivo de incluir el SÍ en el tarjetón electoral para promover el voto entre los analfabetos: «Fue una dura pelea, que conseguimos ganar gracias al carácter natural e invasivo de toda la campaña. Eso es diseño».
El resultado fue que Jaime Lusinchi obtuvo 55,37% de los votos que le adjudicaron la banda presidencial. Como curiosidad: al final de su gestión, las encuestas registraban una aceptación de su gobierno del 65%, según menciona Miriam Kornblith en el libro «Las crisis de la democracia».
Quizás por el éxito alcanzado en 1983, Copei impulsó a su candidato Eduardo Fernández en la campaña de 1988 con el apodo «El Tigre» escrito con una tipografía de estilo «graffitti», como trazada a mano alzada, dándole un aspecto informal y cercano.
El «Si de Lusinchi» no fue el único trabajo ejecutado por Juan Fresán en nuestro país, pues junto a Victor Viano participó en la conceptualización gráfica de «El Diario de Caracas» y también diseñó las portadas de la revista «Producto» a partir del número cinco en 1983 hasta 1987.
En la edición aniversario n° 119 de agosto de 1993, lo describieron como: “tímido formidable, condición que disimula exhibiendo su ‘carnet de loco’ o calzándose máscaras grotescas, Fresán domina la estética sin darse respiro con la ética y enfrenta la vida bajo principios intachables y procederes transparentes. No traiciona. Tampoco miente ni estafa. Y es un hombre culto, sensible, pleno de humor, que se divierte con la psicología de lo cotidiano y baila a menudo con las contradicciones”.
Fresán falleció de pulmonía en Buenos Aires en julio de 2004.