Sesión de la Asamblea Nacional: un riesgo para cubrirla
Los diputados de la bancada opositora que estaban en las instalaciones del partido político Acción Democrática (AD) tenían información, confirmada, que en las inmediaciones del Parlamento estaban estos grupos violentos, armados y listos para recibirlos en el centro de Caracas
Cubrir la sesión de la Asamblea Nacional que dirige Juan Guaidó, se ha convertido en una ruleta rusa. El 15 de enero, casi una semana tras su juramentación, medios nacionales, internacionales, portales de noticias y agencias salieron junto a la caravana de diputados de oposición que pretendían sesionar en el Palacio Federal Legislativo.
Desde horas de la mañana los diputados de la bancada opositora que estaban en las instalaciones del partido político Acción Democrática (AD) tenían información, confirmada, que en las inmediaciones del Parlamento estaban estos grupos violentos, armados y listos para recibirlos en el centro de Caracas.
Los diputados sabían que se les iba a complicar la entrada, aun así insistieron.
Sigue el acoso a la prensa
A las 10:30 de la mañana, el tránsito se hizo más lento para la caravana que integraba la prensa y los vehículos que trasladaban a los diputados.
Los automóviles se fueron rezagando en la Avenida Universidad, la Policía Nacional controlada por el Gobierno de Nicolás Maduro permitió el paso a la prensa pero los vehículos particulares y el transporte público fueron redirigidos a la Avenida Bolívar.
En la esquina de El Chorro se vislumbró la línea de conflicto en la que los mal llamados colectivos –miembros paramilitares de las bandas armadas del régimen- gritaron «¡Fuera de aquí escuálidos!». Era imposible para los medios de comunicación presentes poder pasar la esquina. Allí hombres violentos en una barricada amenazaban a quien intentara acercarse. Algunos amagaron con sacar armas de fuego que tenían en sus chaquetas y cintos.
Es difícil expresar lo que significa tratar de hacer el trabajo sin saber si puede implicar un daño personal o perder una herramienta de trabajo como lo es el celular o la cámara fotográfica.
Los comunicadores que bajaron por la esquina de El Chorro en la avenida que da con el Pasaje Zingg se encontraron con un grupo de afectos a Nicolás Maduro. Otro grupo de chavistas estaban más cerca de la Plaza Diego Ibarra.
El grupo, similar a una horda, interceptó a los comunicadores frente al Palacio de Justicia. Es una ironía pensar que lo que está pasando allí es una injusticia contra quienes queremos hacer nuestro trabajo. Muchos reporteros fueron golpeados, robados, hostigados y atacados.
Los periodistas que pudieron huir lo hicieron por la Avenida Lecuna, pero siempre por grupos armados.
Permiso para delinquir
Muchos de los que nos encontrábamos allí ya notábamos el ambiente. Uno de los reporteros gráficos me dijo: «Mosca, que vienen armados».
Es obvio que es un conflicto muy violento y estos grupos cuentan con todo el permiso del régimen para delinquir.
A unos pocos metros, una joven comunicadora grababa, sin medir el peligro que representaban los grupos armados. Poco después uno de estos paramilitares le arrancó su celular mientras le mostraba una pistola 9 milimetros, al mismo momento las bandas armadas quebraron el vidrio de atrás de una camioneta. Era la que trasladaba al segundo vicepresidente de la Asamblea Nacional, Carlos Berrizbeitia.
A otras de las colegas reporteras, un hombre la empujó de su moto y poco después una mujer que también forma parte de los colectivos la atacó e intentó amedrentarla.
Los policías eran cómplices y veían lo que acontecía, hay imágenes que muestran las acciones violentas y como la permitían impávidos. La impunidad estaba presente.
Muchos comunicadores fueron arrinconados, derribados delante de los policías nacionales, los mismos que impiden el paso de los diputados, que son capaces de controlar una manifestación, permitieron libremente robos y agresiones.
En este país es cada vez más difícil vivir y ya muchos perdieron u olvidaron sus derechos básicos como lo es el libre acceso a un espacio público. Ir a trabajar no debería ser un acto de sobrevivencia, en el que se debe estar listo para ser agredidos, maltratados o robados.
El conflicto no atañe solo a los legisladores los que se las ha hecho imposible entrar al Palacio Federal, ni a sus ciudadanos que tienen este espacio secuestrado, también los comunicadores que solo tratan informar a las audiencias son ahora blanco y objetivo. La intención es clara: desanimar y que no se haga el trabajo.
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