Venezuela

Fútbol con miedo

En esta columna, analizamos los problemas que presenta el fútbol venezolano y que no son visibles para el espectador, desde sueldos a empleados que no son futbolistas hasta amaños de partidos. El miedo por ser aparatado de la disciplina, es el hilo conductor de estos casos

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Diseño: Yiseld Yemiñany

El miedo es, seguramente, una de las peores sensaciones que debe sentir el ser humano. La incertidumbre de no saber la consecuencia de una acción o la reacción ante un peligro inminente hace que la expectativa consuma las emociones. Los estímulos amenazadores y no poder rechazarlos hacen que la angustia y la desconfianza consuman a la persona.

En el fútbol, hay muchos motivos para sentir miedo. En el plano futbolístico, el temor a la derrota o a sufrir situaciones amenazantes como un descenso o una eliminación, forman parte de las variables que manejan los protagonistas del juego, todos los involucrados en el andar de un equipo de fútbol. Es algo normal que ocurra y para lo que psicológicamente debe estar preparado el jugador y el cuerpo técnico. Saber manejar estas circunstancias forma parte de la madurez que debe tener un profesional.

No obstante, hay otros miedos para los cuales no se está preparado porque no son parte de la normalidad del juego. Son los que se relacionan a los incumplimientos y las consecuencias que pueda traer elevar la voz ante los mismos. Nuestro fútbol no está exento de éste tipo de situaciones y desde ya hace muchísimo tiempo. Pudiera decirse que, lamentablemente, forma parte natural de su estructura.

Y no la sufre únicamente el futbolista. Lo sufre el miembro de la estructura de un club y hasta el periodismo. Esa sensación real de amenaza ante la consecuencia que pueda conllevar denunciar alguna situación negativa que perjudique intereses individuales.

Las denuncias que hicieran primero la plantilla de Lala, equipo que quedó fuera de la competencia por no tener cómo costear su participación en el Torneo Normalización y luego, en pleno desarrollo del campeonato, de equipos como Trujillanos y Zamora, demuestran que el hartazgo en los incumplimientos pueden vencer ese miedo a reclamar impagos. Pero, ¿por qué existe miedo en reclamar algo tan elemental como lo es un salario o la contraprestación a tus servicios profesionales?

La inestabilidad del piso jurídico y la realidad en el manejo de poderes es directamente proporcional a la posibilidad de encontrar un factor que defienda los intereses de los perjudicados hasta la última consecuencia. Aquí no quiero hacer referencia a la plantilla de jugadores y cuerpo técnico de un club exclusivamente, sino a todos aquellos trabajadores que están en un club, porque si bien todos sufren el mismo miedo, hay quienes ni siquiera tienen una agrupación o gremio que pueda amparar cualquier lucha reivindicativa y en esto mucho tiene que ver la inestabilidad laboral común en los clubes profesionales. La inexistencia de contratos hace que con un simple “si te quejas, te boto” la amenaza genere un miedo suficientemente grande para evitar cualquier tipo de reclamo.

Para nadie es un secreto que las cuotas de poder en nuestro país sirven para manejar a su antojo el funcionamiento (o des-funcionamiento) de las cosas más simples y elementales. El fútbol lo vive. Es común que un futbolista te argumente que no eleva la voz por temor a represalias, para lo que se muestra un ejemplo que explica un jugador: “Si reclamamos, nos tildan de conflictivos y eso genera rechazo de los demás directivos luego para buscar otra opción dónde jugar”. Es decir, reclamar sus derechos puede cerrar la puerta en otro club porque es tachado inmediatamente de conflictivo.

La existencia de una especie de agremiación como la Asociación de Futbolistas si bien no ha evitado que el miedo siga cundiendo en los planteles ante algún reclamo reivindicativo, al menos ha servido de figura de amparo y medio depositario para manifestarlos. Aún falta ese mecanismo automático que permita hacer valer sus derechos pero de momento es una agrupación que recoge las denuncias de los jugadores.

¿Y los que no tienen un gremio que los defienda? Pasa con los trabajadores y profesionales de los clubes (prensa, médicos, fisioterapeutas, utileros, trabajadores administrativos) quienes al no tener un contrato firmado con la institución (la mayoría recibe un depósito en su cuenta como único vínculo) se sienten en desamparo para denunciar. Sin una agrupación laboral que los sostenga, la lucha individual cede, los agraviados se quedan callados y soportan las injusticias. Y sépalo, amigo lector, que es más común que esto pase a que lo sufra un futbolista. Que sea el miedo el que oculte esta situación, es lo que perpetúa la imperceptibilidad.

Y con la prensa pasa igual. Las denuncias que el periodismo hace en redes sociales relacionadas al fútbol nacional generalmente vienen de comunicadores venezolanos que hacen vida en el exterior, sabiendo que ningún factor interno pueda influir en afectarlos en el desempeño de sus labores. Es cierto que se han recibido amenazas y solicitudes de directivos, federativos y hasta técnicos a los empleadores que despidan a periodistas por alguna información que hayan divulgado que les comprometa. Es una vieja práctica que aún sigue vigente.

Una práctica que se ha hecho común recientemente pero que nadie, ni directivos se atreven a denunciar con nombres y pruebas, es el de amaño de partidos. Futbolistas, técnicos y árbitros se han involucrado en un asunto que todos saben que existe pero que nadie se atreve a demostrar. El rumor es lo únicamente claro en ese asunto, más allá que sea tan evidente en algunos casos con goles insólitos permitidos o jugadas absurdas que cambian el destino del resultado.

Es el miedo el que circula en el fútbol venezolano. Es ese “prohibido hablar de fútbol” a veces ni para bien ni para mal. Sin un poder laboral autónomo que pueda defender los intereses de los trabajadores, algo que no afecta solo al gremio que trabaja en el fútbol, es difícil que esto pueda superarse en lo inmediato.

Es un fútbol con miedo.

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