Venezuela

Van 21 sacerdotes venezolanos fallecidos por coronavirus

Al menos 21 sacerdotes y religiosas han muerto por la pandemia. Y de ellos tres son obispos: Castor Oswaldo Azuaje, de Trujillo; el obispo emérito de Barcelona, César Ramón Ortega Herrera y Tulio Manuel Chirivella, obispo emérito de Barquisimeto. También falleció el párroco de Petare, Miguel Emiliano Vargas López

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Mart Productions / Pexels

Al menos 21 religiosas y sacerdotes venezolanos, tres de ellos obispos, han muerto por la pandemia de covid-19. Y varios cientos han enfermado.

Hoy falleció por covid-19, Bruno Masiero, párroco de San Juan Bosco en Valencia. Ayer, Miguel Emiliano Vargas, párroco de la Iglesia Dulce Nombre de Jesús, de Petare, quien era muy querido por sus feligreses.

El sábado 9 de abril murió Tulio Manuel Chirivella, obispo emérito de Barquisimeto. El 8 de abril, César Ramón Ortega Herrera, obispo emérito de Barcelona. Y en enero, Castor Oswaldo Azuaje, obispo de Trujillo. Los tres fallecieron por coronavirus.

Aunque las misas y otros oficios se suspendieron y luego se limitaron, ellos continúan cumpliendo con su deber de acompañar a los fieles, incluso con la unción de enfermos. Las medidas de bioseguridad se cumplen estrictamente pero la naturaleza de su trabajo los expone.

Monseñor José Trinidad Fernández, obispo auxiliar de Caracas y secretario general de la Conferencia Episcopal ofreció las cifras. Explicó que religiosos de todo el país han fallecido por la pandemia. También sus familiares.

«Los sacerdotes seguimos trabajando, y seguimos cercanos a la gente. Cada cual acompaña a los fieles de sus parroquias. Los párrocos están muy expuestos por su misión pastoral. Algunas cosas pueden hacerse por vía digital y hemos tratado de ser creativos, pero otras no. Aunque nos cuidamos, estamos muy expuestos al contagio de coronavirus. Es una especie de lotería. A veces te proteges mucho pero igual resultas contagiado».

Agrega el monseñor que muchos hospitales cuentan con capellanes, como es el caso del Clínico Universitario. Estos sacerdotes han estado en frecuente contacto con los enfermos y sus familias.

La unción de enfermos se sigue ofreciendo. Para ellos, explica Fernández, es un sacramento de vida, que busca la curación de la persona o «en caso que Dios disponga» prepararse para «el encuentro definitivo».

«Es la cara de la Misericordia de Dios que se muestra a través del sacerdote incluso en medio de esta pandemia», dice monseñor José Trinidad Fernández.

«Seguimos muy atentos, sobre todo, a los religiosos en los barrios que deben manejar con cautela la intensidad pastoral de sus fieles que siempre los necesitan. Más en esta realidad venezolana donde, a la pandemia, se suma la crisis social y económica», dice.

Los sacramentos se están ofreciendo con limitaciones. Las misas con aforo a menos de la mitad o en los estacionamientos y las catequesis de las comuniones se hacen virtuales.

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Todas las fotos son de Mart Productions / Pexels

Recientes despedidas

Son varios las religiosas y los sacerdotes venezolanos que están recluidos actualmente por coronavirus. Tienen protección médica por parte de un seguro privado, por lo que las arquidiócesis alertan que ninguno de ellos ha pedido dinero para sus tratamientos.

La más reciente despedida debido al coronavirus fue del padre Bruno Masiero, párroco de San Juan Bosco en Valencia.

Por su parte, el párroco de Petare, Miguel Emiliano Vargas López, que murió el 15 de abril, estuvo varios días hospitalizado pero justo el día antes de fallecer, egresó de terapia intensiva.

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El sábado 9 de abril en horas de la noche falleció monseñor Tulio Manuel Chirivella, obispo emérito de Barquisimeto, a consecuencia de covid-19.

El 8 de abril en la noche, se conoció la muerte del monseñor César Ramón Ortega Herrera, obispo emérito de la diócesis de Barcelona. También por coronavirus.

Monseñor Ortega falleció a los 82 años, con sintomatología de Covid-19. Nació en Nirgua, Yaracuy, el 16 de julio de 1938 y cursó diversos estudios en los estados Bolívar y Lara, y también en Ottawa, Canadá.

Moisés Pérez Lugo, párroco de San Martín de Porres, en Valencia, estado Carabobo, murió el 6 de abril. Tenía 59 años y 34 de sacerdocio. Es el tercero que muere por covid-19 en ese estado. En septiembre murió el padre Alex Guillermo González Graterol, de 64 años, párroco de Nuestra Señora del Carmen y un mes después, el padre Julio Ramón Rodríguez García, párroco de San Blas, de 61 años.

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Entre los 17 sacerdotes fallecidos se cuenta el obispo de Trujillo, Castor Oswaldo Azuaje. Falleció en enero de este año por covid-19, después de varios días hospitalizado en una clínica de Valera.

Más solidaridad y más fe

Los sacerdotes venezolanos tienen varios retos.  Por una parte trabajar en la fe, que es la naturaleza primaria de su trabajo. Pero, por otro, ayudar psicológicamente a sus feligreses y orientarlos para que cumplan las medidas de protección contra el coronavirus.

«La gente está sufriendo de depresión y desolación. Eso los hace más vulnerables. Los sacerdotes buscamos ser un bálsamo espiritual, que es necesario para los creyentes. Ayudamos a mantener el estado de ánimo, a no caer en pánico.

«En Caracas seguimos viendo, por ejemplo, camionetas abarrotadas de pasajeros. No se trata de no trabajar sino de saber hacer las cosas. Buscamos promover que la gente se quede en casa, que es un sitio seguro, y orientarlos a cómo manejar normas de convivencia y tolerancia entre los miembros de familia, ahora que todos están en casa. Es cosa de crear mecanismos de salud mental para la convivencia y para uno mismo».

A través de las redes sociales difunden los llamados subsidios religiosos según la época, para la cuaresma o las distintas celebraciones de Semana Santa. «Una oración bien hecha nos serena y nos anima a fraternizar», comenta el monseñor.

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Entre las consecuencias positivas de la pandemia que observa Fernández está que la solidaridad se ha incrementado. «El modo de ser del venezolano, dado a ayudar a otro, se ha fortalecido en este tiempo», percibe.

La olla solidaria

La pandemia solo vino a recrudecer una grave crisis económica y social que ya sufría el país. Para ayudar a quienes más sufren, feligreses, religiosas y sacerdotes venezolanos crearon un movimiento que se conoce popularmente como «la olla solidaria», que es recibir a personas de muy bajos recursos para que coman una buena comida caliente al menos una vez a la semana.

El coronavirus cambió la forma de paliar esas carencias, pero mantienen el entregar alimentos y medicinas a quienes los necesitan.

«La gente es muy creativa y las parroquias han encontrado cómo seguir haciendo caridad», dice el monseñor. «Todos estamos necesitados pero hay gente que está peor que nosotros», agrega.

Algunas hacen comida y las reparten en las calles en envases desechables. Las personas que habitualmente se beneficiaban de la olla solidaria saben dónde esperarla. Otras han preparado bolsas de comida y se las entregan a quienes pueden prepararlas.

Por otra parte, Cáritas Venezuela no ha parado de ayudar. Cuando las semanas no son radicales entregan medicinas. «Cada vez es mayor el número de personas que van a las iglesias a pedir alimentos o medicinas. Aquí estamos en una máquina de empobrecimiento porque, lamentablemente, no se han hecho los correctivos económicos necesarios», sentencia.

Decesos en el mundo

La iglesia mundial ha sufrido bajas por la pandemia. Es difícil de cuantificar el número exacto de religiosos fallecidos p porque no es un registro que se lleve con exactitud. Ni en el Vaticano ni en cada país. Sin embargo, algunas cifras orientan sobre estás pérdidas.

«El exceso de mortalidad en el clero es muy difícil de cuantificar con precisión, ya que la situación cambia a cada hora y la información, país por país, no está centralizada», explica el portal Vatican News.

Este año, en México suman más de 150 y en Colombia 85.  El año pasado en Europa, durante los primeros meses que fueron los más terribles en letalidad en ese continente, para mayo Italia contabilizaba 97 fallecidos y España 126.

Trabajo hecho con aportes de Rubén Darío Rojas y Tibisay Romero.

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