El PCR en Maiquetía es el negocio soñado para cualquier empresario: sin hacer ningún esfuerzo de mercadeo, cuenta con «consumidores» cautivos que deben pagar, cada uno, 60 dólares obligatoriamente.
Esta prueba se hace con carácter inexorable a todos los pasajeros que lleguen a Venezuela. Solo un laboratorio está autorizado a hacerlo: Casalab, que surgió hace pocos meses. Y cada persona debe pagar 60 dólares por la prueba. Un precio alto, pues en otros sitios especializados cuesta 35 cuando se hace en grupos grandes. Es el caso del laboratorio Oh! que, en alianza con agencias de viaje, abarata el costo de la prueba a sus clientes.
El pago se hace al comprar el boleto así que el empresario que está detrás de los PCR en Maiquetía ni siquiera hace el esfuerzo de cobrar. Hagamos un cálculo conservador: si en un avión de tamaño promedio llegan 180 pasajeros, Casalab obtiene 10.800 dólares solo en esa jornada.
Además, su utilidad también es cuestionable pues, justo antes de hacerse la prueba, todos los pasajeros deben mostrar un PCR negativo, hecho en el país del que vienen. Es bastante probable que el resultado sea el mismo.
En síntesis: todo pasajero que llegue a Venezuela debe hacerse dos PCR, uno antes de viajar y otro al aterrizar. En el resto de los países solo se necesita presentar una prueba.
La experiencia
Apenas se desciende del avión y se atraviesa el jetway (el pasillo que conecta a la nave con el terminal) dos personas chequean que cada pasajero tenga un PCR con resultado negativo, es decir, que certifique que no hay virus Sars-CoV-2 del covid. Unos pasos más adelante comienza la gestión para el PCR en Maiquetía.
Todos los pasajeros deben formar una fila a la derecha, y un funcionario los va haciendo pasar a distintos puestos donde se controla que se hayan registrado previamente en Casalab y hayan recibido un código QR. Cada funcionario lo escanea con un teléfono móvil. Es lo único tecnológico del proceso. El resto es puro papelito recortado y cosas escritas a mano.
Luego del escaneo del código se forma otra fila y, de nuevo, un funcionario hace pasar a los pasajeros a otros escritorios donde, a mano, se apuntan los nombres de los pasajeros y se le entrega un número impreso en papel bond recortado a mano.
Se hace una tercera fila para pasar a los puestos donde se hará el hisopado. Es quizás la peor parte. Los enfermeros (se suponen que lo son) no parecen estar formados en la técnica. Introducen el hisopo con rudeza mucho más arriba que en otras pruebas PCR. Incluso lo hacen sin mirar cómo toman la muestra. Se dio el caso de una enfermera que hablaba con la de al lado, mirándola, mientras introducía el hisopo en el paciente.
La falta de pericia de la toma de muestras fue tema común de conversación entre los pasajeros, mientras hacían la cola de inmigración.
Lo bueno: el proceso es bastante rápido en todas sus fases y todos los funcionarios están protegidos con monos enterizos y mascarillas, cumpliendo con los protocolos de bioseguridad. También agilizan el proceso a las personas con niños.
Los resultados se envían al día siguiente al correo registrado por cada pasajero. Sin embargo, queda la duda… ¿realmente analizan el 100% de las muestras? ¿O se ahorran ese costo porque ya los pasajeros llegan con un PCR con resultado negativo?
El colofón de la experiencia es que apenas salen de la toma de muestras, un funcionario en el baño de hombres y una en el de mujeres invitan a usarlos: «Aquí puede pasar al baño», «¿No quiere usar el baño?». En la cola de inmigración una pasajera mostró su extrañeza sobre por qué ofrecían a los pasajeros, con tanta insistencia, que usaran el baño. La respuesta la dio un señor que entró: «Para raquetear (venezolanismo que se refiere a pedir dinero). Apenas terminé me pidieron plata».