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El maestro Abreu, un hombre multidimensional

Al fundador de El Sistema le han llamado de muchas maneras, desde Maestro hasta ogro filantrópico. Nació tal día como hoy, un 7 de mayo de 1939 en Valera; y medio siglo en la palestra pública lo hizo objeto de un largo escrutinio. Se le reconoce más por la música, pero también estuvo en las lides de la cultura institucional, fue economista al servicio del Estado y hasta diputado por elección popular. El 24 de marzo de 2018 murió en Caracas a sus 79 años

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Quienes conocen a José Antonio Abreu no dudan en considerarlo un hombre metódico, disciplinado, riguroso y hasta severo. No es casual, por tanto, que su manera de enseñar la música, el concepto que ha entregado a través de las orquestas infantiles y juveniles desde hace cuarenta años, se conozca como «El método Abreu». Pero también destacan su sinceridad, solidaridad y calidad humana.

Todas esas características han sido vistas y utilizadas por el propio Abreu en los distintos roles en los que ha jugado. Además, ha logrado no pocos aplicando su don de diplomático, con el que ha construido el titánico Sistema de Orquestas, se ha manejado entre Presidentes de la República de distinto signo ideológico, ha convencido a ministros y funcionarios nacionales y extranjeros de apoyar su proyecto cultural y de financiar otros y se ha granjeado una buena imagen en la prensa nacional y en la opinión pública venezolana. Con sus excepciones, claro está.

La historia de José Antonio Abreu es la de un hombre que ha manejado una doble vida: músico y economista. Su biografía oficial se enfoca en su aspecto artístico, de cómo nació el 7 de mayo de 1939 en Valera, estado Trujillo, a los 9 años comenzó a estudiar piano, a los 12 incursionó en el violín en el trabajo orquestal en Lara, para luego graduarse de Profesor Ejecutante y Maestro Compositor en la escuela Superior de Música José Ángel Lamas de Caracas en 1964.

La historia contada con menos detalle lo ubica en las aulas de clase de Economía en la Universidad Católica Andrés Bello, como alumno y como profesor; pero también en las del postgrado de Economía Petrolera de la Universidad de Pennsylvania (EEUU).

Durante su trayecto vital, Abreu supo combinar roles. Nunca abandonó la música a pesar de que debiera afrontar tareas como economista, las que en un momento de su vida representaban incluso su sustento patrimonial. Lo hacía aprovechando «su capacidad mental para hacer varias cosas a la vez», según uno de sus allegados.

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El músico

Abreu tocaba piano, violín, clave y órgano. Entre sus instructores figuraron los maestros Vicente Emilio Sojo, Evencio Castellanos y Moisés Moleiro. Aunque se dedicó a la dirección orquestal, y levantó la batuta frente a varias orquestas incluyendo la Sinfónica de Venezuela, en la cual fue solista; el fundador de El Sistema no colgó su título de compositor.

En su haber, se encuentran varias obras musicales, como «La cantata sinfónica Veni Mulier de Samaria» (Premio Nacional de Composición, 1966); «Oratorio sobre textos del Apocalipsis», «Tríptico para once instrumentos» y «Quinteto de Vientos».

En el libro Pioneros sobre los primeros cinco años de El Sistema, David Ascanio cuenta que cuando Abreu tocaba el órgano en la Iglesia Don Bosco de Altamira, «parecía un monje loco. Cuando se inspiraba, se quitaba los lentes y arrancaba a tocar e improvisar sobre el teclado de manera eufórica y sublime».

Los pupilos del maestro destacan esa manera de enfrentar la música: siempre enérgica. Un estilo que ha sido legado a las siguientes generaciones. Dietrich Paredes, conductor de la Orquesta Juvenil de Caracas, sostiene que la clave aprendida del maestro es la pasión. En los ensayos con sus músicos pide «trabajar con cada cuerda del instrumento para que sea música de verdad y no solamente una cuestión de métrica y notas».

Manuel Jurado, director asistente de la Orquesta Sinfónica Juvenil Teresa Carreño, agrega «entrega y energía» a lo aprendido de Abreu. «Aplicamos la inocencia a la hora de tocar. Como cuando los niños juegan juegan policías y ladrones que en verdad se creen los personajes. Así es la música, uno tiene que creérsela para poder transmitirla», añade.

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Los repertorios de las orquestas de El Sistema suelen incluir obras de Pyotr Ilyich Tchaikovsky. Las piezas del compositor ruso son «las favoritas del maestro Abreu», según confirma el titular de la Teresa Carreño, Christian Vásquez. «Desde que uno comienza en El Sistema lo hace tocando música de Tchaikovsky».

La música de Tchaikovsky es reconocida como de gran fuerza, perfecta entonces para mostrar las capacidades de los ejecutantes de El Sistema, a quienes los directores impulsan a tocar con sobrado entusiasmo, como queda registrado en las reseñas nacionales e internacionales.

El político y el funcionario

Quizá la primera vez que el rostro de José Antonio Abreu salió impreso en un material masivo fue durante la campaña electoral de 1968. Fue candidato a diputado y ganó una curul del Congreso nacional, postulado por el Frente Nacional Democrático (FND), el partido de la campana fundado por Arturo Uslar Pietri, de centro derecha. Su impronta como «el diputado más jóven» la mantuvo muchos años, hasta la llegada de Henrique Capriles al Parlamento en 1998.

Pero formar parte del Estado no le era ajeno al joven Abreu. Venía de trabajar en la División de Política Económica de la Cancillería y en el Departamento de Cuentas Nacionales del Banco Central de Venezuela durante los gobiernos adecos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. Además, su padre, Melpómenes Abreu, fue gobernador de Trujillo entre el 68 y el 69.

Más adelante se inscribió en las filas del Movimiento Desarrollista, que apoyó a Rafael Caldera y llevó a uno de sus líderes, Pedro R. Tinoco, a ser Ministro de Hacienda. Estando en el MD, Abreu viajó a Madrid para entrevistarse con el exdictador exiliado Marcos Pérez Jiménez y buscar sumar apoyos a la candidatura desarrollista a las presidenciales de 1973, la del propio Tinoco, que resultó derrotado por Carlos Andrés Pérez.

Entonces, Abreu se separa de la política y viaja al exterior a estudiar postgrado y a realizarse una compleja operación abdominal, un ejemplo de salud frágil que lo acompañó siempre. Era el final de una etapa. Florentino Mendoza, actual director del núcleo Chacao de El Sistema asegura que «él siempre habla de las etapas, y cuando cumple una cierra ese ciclo, como cuando dejó de ser político activo».

Pero siguió siendo funcionario, trabajando en Cordiplan y como asesor del Consejo Nacional de Economía. También continuaba enseñando música, aunque los horarios había que estirarlos. «Nos citaba a las 11 de la noche en su casa para darnos clases porque era la única hora que él podía y ponía el teléfono arriba del piano. Él tocaba y nos daba indicaciones y de repente lo llamaban a esa hora para hacerle consultas, y él agarraba el teléfono con una mano y con la otra seguía dándonos indicaciones y hasta tocando», cuenta Florentino Mendoza.

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En 1989 Abreu fue nombrado presidente del Conac y Ministro de Estado para la Cultura en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, quien había convocado a no pocos tecnócratas a su gabinete (Tinoco fue a parar al BCV, por ejemplo). Allí le tocó pedir dinero para la acción cultural. «Hacía antesala de horas esperando a diputados para conseguir recursos para ese despacho, y nunca dejó la orquesta», ratifica Florentino Mendoza quien recuerda que la administración cultural en Venezuela «se sabe que es un antes y un después de Abreu en el Conac cuando consiguió crear las orquestas sinfonicas regionales, diseñó el Ballet Nacional Juvenil, creó un espacio para las artes plásticas que no existía… siempre dándole oportunidad a los jovenes».

William López, gerente general del Grupo Rajatabla, recuerda el apoyo que la escena teatral, los museos, la música y demás disciplinas tuvieron en la gestión de Abreu. «Tuvo una gran capacidad de trabajo. Llamaba a Carlos Giménez (el fundador del grupo) a cualquier hora para que los proyectos salieran», recuerda López calificando a Abreu como un hombre responsable al que «le gusta trabajar».

Antes de llegar al despacho de Cultura se caracterizó por ser una suerte de obsesionado por lo que publicaba la prensa, e incluso protagonizó una disputa epistolar con Gustavo Tambascio en 1979 en El Nacional. Luego, como ministro, se cuidó de tener siempre una «buena prensa» y debió enfrentar las críticas de algunos periodistas que incluso publicaron un remitido en El Mundo para recriminar las intenciones de contar siempre con «críticas endulzadas», según un trabajo publicado en la revista Exceso en 1994.

El 4 de febrero de 1992, el fundador de El Sistema dijo sobre la intentona golpista de Hugo Chávez que «cultura y totalitarismo son términos irreconciliables». Al año siguiente, fue el único del gabinete en sobrevivir a la caída de Carlos Andrés Pérez (que truncó también el museo que el despacho de Abreu construiría en Rubio y se denunció era para exaltar al propio CAP) y completó su quinquenio en el cargo hasta terminar el mandato de Ramón J. Velásquez.

Al salir del gobierno y retomar de lleno el trabajo en El Sistema, «logró que el Estado le aprobara la creación de la Orquesta Nacional Infantil de Venezuela, que es la generación de Gustavo Dudamel», dice Florentino Mendoza.

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El fundador

Con la creación de El Sistema de Orquestas Juveniles en 1975, Abreu aplica una suerte de diplomacia por el dinero. Su proyecto necesitaba fondos, y el maestro comenzó a reunirse con tirios y troyanos para levantar recursos y apoyos de todo tipo.

Según el director del Núcleo de Chacao y miembro fundador, Abreu «siempre fue un gran político. Se manejaba con mucha destreza dentro del ámbito oficial. Sabía cómo manejarse con los ministros y siempre ha sido muy respetuso de la imagen del Presidente de la República, llámese como se llame». Además, entendía que «el Estado va mucho más allá de los partidos políticos y las posturas políticas. Eso nos lo enseñó, porque nosotros lo acompañábamos en esas misiones de despacho en despacho».

En los pasillos de la Fundación estatal que encabezaba Abreu en Parque Central todo el mundo valora la paciencia del septuagenario. «Él se sentaba horas y horas a esperar que lo atedieran para buscar el dinero y lo que hacía falta para las orquestas. Y menos mal, porque sino esto no existiera», dice una de las empleadas del lugar.

Como hombre disciplinado, y terco, Abreu «casi perseguía a quien podía ayudar, a los ministros, por ejemplo», dice la mujer. Así, también aplicaba lo aprendido de su padre cuando integró la Junta Directiva de la Fundación Betijoqueña en 1962-63 encargada del mantenimiento de escuelas y liceos en Betijoque (Trujillo) y debió conseguir fondos conseguidos de la gobernación, el INCE y el Ministerio de Obras Públicas.

Pero también había que aprovechar los contactos. Por eso se dice que el impulso definitivo se lo dio Gumersindo Rodríguez, quien le había dado clases en la universidad a Abreu y era entonces Ministro de Planificación de CAP.

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Dar clases de economía y de música, buscar atriles, dirigir orquestas y dormir, requería un preciso uso de las agendas. «Las de José Antonio son muy pequeñas siempre y allí anota las citas de acuerdo a la prioridad del compromiso. Por eso siempre cargaba varios marcadores de colores: verde, azul y rojo, para mostrar visualmente el peso de cada cosa», cuenta Florentino Mendoza quien aprendió de él que «lo urgente supera lo importante».

Por esos años se vio que Abreu hacía gala de «una personalidad muy fuerte, es un hombre que cuando toma una decisión la mantiene», según Mendoza. Eduardo Méndez, actual Gerente General de El Sistema, cuenta que cuando comenzó la expansión del proyecto orquestal con los núcleos regionales, el propio maestro «se montaba en su carro y manejaba por todo el país para ir inaugurándolos».

En 2015 celebró 40 años de esa creación, su más grande legado. A sus 76 años entonces, y aún con problemas de salud que lo obligaron a estar hospitalizado y a buscar mejorías en tierras foráneas, seguía pendiente de la institución que creó y que alcanza a 700 mil niños en todo el país, en unos 400 núcleos, 285 orquestas preinfantiles (entre 4 y 6 años), 220 infantiles (entre 7 y 16 años), 180 juveniles (entre 16 y 22 años), 30 profesionales, 360 corales propias y otras 1.355 afiliadas, 20 talleres de lutería y 15.000 profesores, según datos oficiales. La meta la cumplirán sus herederos: el millón de músicos.

Eduardo Méndez, director general de El Sistema, dice que los procesos ahora están estandarizados y estructurados en una gerencia que no depende de José Antonio Abreu. “Él supo delegar”, afirma sobre el hombre que acaba de bajar la batuta, por última vez, a sus 79 años.

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