Perfil

Con madera de Santa

Jesús Marcano es el Santa de la madera. Tiene más de 40 años trabajando este material hasta moldearlo y convertirlo en dragones, dinosaurios o carros. Hace juguetes y usa el traje rojo de quien reparte los regalos en Noche Buena, todo por la alegría de ver a un niño sonreír

Fotografías: Dagne Cobo Buschbeck
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“Yo soy Santa”, afirma sin titubeos. No da cabida a las dudas, pues viste el traje rojo del viejito pascuero. Así se exhibe en pleno Bulevar de Sabana Grande mientras reparte abrazos y se toma fotos con los niños que se acercan a saludarlo; pero este Santa tiene una particularidad: él no necesita de duendes ni de elfos que le ayuden a fabricar los juguetes que se repartirán en Noche Buena, pues él mismo es un maestro juguetero.

Su taller no está en el Polo Norte. Sus juguetes los construye en pleno centro de Caracas, en el Paseo Anauco. Allí la magia de la Navidad consiste en transformar trozos de madera o de MDF –fibra similar a la madera– en dragones o dinosaurios que, a la vez, son rompecabezas. Las piezas y sus colores se encajan y desencajan hasta dar forma a cualquier deseo que pudiera tener un niño. “Me pueden traer una foto de cualquier juguete y yo lo convierto en madera. Hago lo que la persona quiera”, dice Jesús Marcano, el nombre con el que este Santa fue bautizado.

La tosquedad de sus manos revela sus años en el oficio. Sus dedos gruesos han moldeado madera casi durante 60 años –aunque un Santa Claus podría hacerlo por siglos y siglos. Empezó a los 8 años de edad, hoy tiene 65. En esa época visitaba carpinterías y hacía carritos con los recortes de madera que le regalaban. Los vendía entre familiares, compañeros de estudios y vecinos a real y medio, un bolívar o a uno con cincuenta. Eran tiempos más sencillos en que los colegios como el Monseñor Arias o Los Salesianos enseñaban el oficio de Geppetto en sus talleres.

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A finales de la década de los sesenta su madre lo envió a Portuguesa, a estudiar en la Escuela de Artes Plásticas de Guanare. Aprendió a pintar y esculpir. Allí estuvo cinco años y pasó al Instituto Nacional de Cooperación Educativa (Ince) de Boconó, en Trujillo. Entre una cosa y otra ya suma más de 40 años dedicado al trabajo artesanal; pero no fue hasta hace 25 que decidió ser juguetero a tiempo completo: “Todos los años hacía un juguete. Tallaba piedra o madera, pero era un proceso más lento. Tomé la determinación de dedicarme a esto por el goce personal que sentía. Los juguetes son para los niños. Es maravilloso regalar uno y ver cómo ese niño se despide de ti contento hasta que te pierde de vista”.

Este Santa comparte conocimientos con todo el que muestre disposición de aprender. No hay límite de edad, pues para él es importante formar una generación de relevo. Del interés del alumno dependerá el tiempo que le dedique. Pero al iniciado le enseñará, de forma gratuita, a usar las herramientas, trabajar la madera y el metal y a dibujar. “Una de las personas que formé se está graduando de ingeniero y dice que soy su papá adoptivo”, asevera con orgullo.

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Cómo se hace un juguete

Hacer un juguete puede tomarle uno o tres días, según la cantidad de piezas de la figura. Lo más sencillo de su exhibición es una pelota que se desarma en tres segmentos, esas las corta en serie; pero cuando se trata de un animal lo importante es la unidad.

Se empieza por el dibujo. Del papel se pasa al tablón y es entonces cuando se corta. Jesús lija las orillas hasta hacer romos todos los centímetros de cada una de las piezas y entonces llega el momento de pintar; primero todo de blanco y luego cada fragmento de un color que despegue las ilusiones del destinatario. “A los niños les encanta un dinosaurio. Aunque en estos tiempos muchos prefieren una computadora o un teléfono, las piezas de madera también les divierten”. El tiranosaurio rex se ha erigido como el favorito de los pequeños. El costo de cada animal ronda entre los 4.000 y 5.000 bolívares. “Es para los niños de 7 años en adelante. Si son más pequeños es recomendable que la figura esté dividida en menos partes, porque lo importante es que aprendan cómo hacer el encaje. Además, así cada parte es más grande y no se la llevarán a la boca”. Este San Nicolás piensa en todo, y quizás porque ya pisa la tercera edad, los dinosaurios también son sus favoritos.

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Es un creador. Cada año exhibe artilugios nuevos. Hace juegos de memoria y rompecocos. Ha ofrecido una Escalera de Jacob que cual Transformer pasa a caimán que abre y cierra sus fauces, todas las letras del abecedario, carritos, casitas y hasta motos. El aserrín salta todo el año, aunque 2016 no haya sido su período más afortunado. Confiesa que se está vendiendo algo, pero muy poco. “Me da para vivir, aunque no consigo muchas cosas”. Utiliza materiales y herramientas importados. Artículos tan esenciales para su oficio como un tirro doble faz o una segueta se cuentan entre los insumos que no consigue en Venezuela. La mayoría de sus piezas no llevan tornillos, ni tuercas: “Si las necesitan también las hago en madera y la herramienta para eso tuve que mandarla a traer de Estados Unidos”.

Nació Santa

Jesús Marcano siempre ha sido maestro juguetero. Comenzó a tallar desde niño. Lo nuevo, aunque no tanto, es su indumentaria. Se viste como Santa Claus desde hace 20 años, cuando lo contrataron para que visitara una escuela de niños especiales. Su primer traje fue regalado y ahora tiene tres en su armario. “Me cautivó la sonrisa de los niños y su alegría. Lo triste es que mucho de eso se ha perdido. La gente está muy apática. Ven a un Santa en la calle y pasan como si nada”. Por eso cada vez que un niño se le acerca no duda en devolverle el saludo con cariño y regalarle un abrazo. “¿Ya me mandaste la carta?”, pregunta a los pequeños que le pierden el miedo.

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A su ayudante, Keyla Pineda, también le preocupa la apatía de los niños. Vestida de duende, asiste al Santa que también es tocayo del Niño Jesús; pero más de un carricito la ha confundido con un extraterrestre, pese al sombrero rojo y las orejas y zapatos puntiagudos.

“Lo tradicional no debe perderse”, insiste Jesús, cuya barba comienza a crecer libre desde junio y no la recorta hasta el 31 de diciembre cuando cena con su familia. Mientras tanto, este Santa sigue apostando por regalos hechos a mano.

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