Entrevista

José Antonio Parra: “Ahora transgredo a través de la palabra”

El periodista y escritor venezolano José Antonio Parra publica su libro Diarios de Rehab (Oscar Todmann Editores), donde narra en tono sincero los altibajos del proceso que atravesó para superar su adicción a las drogas

Texto: María Gabriela Fernández | Fotografías: Alejandro Cremades
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Han pasado tres años y once meses desde la última vez que José Antonio Parra consumió algún tipo de estupefaciente. Corría el domingo el 6 de octubre de 2013, y este periodista, escritor y crítico de arte venezolano se enfrentaba a la más difícil de las recaídas que padeció durante su proceso de rehabilitación. Para ese momento, había huido de la casa en la que trataba su enfermedad, y había encendido un cigarrillo, más porque sí que por gusto, mientras andaba sin rumbo por las calles de Caracas. La escena, según él mismo ha narrado en sus escritos, era la de un hombre que había llegado al límite. La de un individuo detenido sobre el borde que divide al futuro entre la indigencia o la cura.

Sometido por la vida a escoger, viró hacia la mejor de sus posibilidades.

Desde aquel día, Parra ha hallado las maneras de mantenerse al margen de cualquier brindis social, por inocente que parezca, y, en general, de cualquier jornada que pueda nombrarse en la gama de circunstancias que se extiende entre el café de media tarde y la inyección alucinógena de madrugada.

Y menos mal. La completa sobriedad que hoy Parra celebra no solo le ha valido la recuperación de una vida que estuvo a punto de perder en los terrenos de la adicción, sino que, como si aquello fuera poco, el proceso que recorrió para salir de la espiral en la que era difícil saber quién consumía a quién le sirvió de materia prima para elaborar su más reciente libro, titulado Diarios de Rehab.

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La vida en tinta

El día en que fue alertado por su expareja sobre que el vicio le estaba acercando a la muerte, las primeras sesiones de la terapia, las dudas sobre el tratamiento, las múltiples recaídas, el apoyo conseguido en los compañeros de sesiones, las recaídas de ellos, las amistades entabladas y, finalmente, la rehabilitación total, fueron narradas con pluma de escritor y con tono sincero y confesional por Parra en Clímax y en más de cincuenta entradas que fueron publicadas semanalmente en un blog de salud y crecimiento individual llamado Inspirulina.

La totalidad de ese material se encuentra agrupada en el libro Diarios de Rehab, del que Oscar Todmann Editores imprimió 500 ejemplares que ya han sido distribuidos en algunas de las principales librerías del país.

Parra es autor de dos libros de poesía: Grado superlativo (Cincuenta de Cincuenta, 2004) y Fragmentos naranja (Oscar Todtmann Editores, 2015), colaborador en Clímax y columnista del suplemento cultural Papel Literario, de El Nacional. Esta es la primera vez que asume la narración a modo de diario, con páginas que condensan sus experiencias acumuladas durante los nueve meses y dos semanas (desde agosto de 2013 a junio de 2014) que estuvo internado en la casa de la Fundación Proyecto Harmonia, ubicada en San Román, Caracas.

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“Salir del closet”

—Cuando terminé mi proceso de tratamiento, estaba viendo cómo retomar mi trabajo. Yo había sido colaborador en Inspirulina y tenía ganas de publicar un texto informativo sobre el proceso de rehabilitación en una comunidad terapéutica. Eli Bravo me puso a la orden el blog, pero me pidió que mejor hiciera entregas semanales en las que contara mi historia. En ellas, empecé a narrar mis experiencias con flashes de lo que fue mi vida en consumo activo. No solo se trató de un ejercicio de escritura que me ayudó a recuperar la elasticidad en mis textos, como los gimnastas; sino que además me permitió repasar mi tratamiento y brindarles la oportunidad a otras personas que padecen la enfermedad o a sus familiares de encontrar una ayuda efectiva. Esos tres objetivos los fui descubriendo en el camino.

—¿Cómo fue el momento de escribir la primera entrada?

—Lo más difícil de hacer los Diarios de Rehab fue “salir del closet” de la adicción. Decirles a todos los que me conocen que “esto es lo que hay”, y exponerme a escribir y dejar que otros leyeran esas escenas tan íntimas y lamentables que viví. Pero ese pudor de mostrar mi intimidad se fue diluyendo a medida que fui publicando la historia y que fui recibiendo tanto apoyo y tanta retribución de mis seres queridos y de personas desconocidas que se identificaban con mi situación.

—A veces, escribir una historia personal requiere tanta conexión con el momento narrado que se asemeja a volver a vivirlo ¿Fue así para usted? ¿Quiso parar en algún punto?

—En mi caso, quizás porque el ámbito con el que me vinculo naturalmente es la poesía, me sale natural hacer ejercicios narrativos desde el yo, desde mi persona y mi interioridad. Así que, tal vez por eso, hablar sobre mí no era algo tan nuevo, era lo que estaba previsto y pude manejarlo. Sobre parar, nunca. Yo soy muy disciplinado, me planteé la meta y fui ejecutándola. Tuve momentos de cansancio, pero nunca tuve dudas de querer continuar con el texto, como tampoco con mi proceso, en el que aún continúo. La adicción es una enfermedad que no tiene cura, es algo que va a acompañar toda la vida y debo controlarla.

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—¿Cuáles cambios ha percibido en usted después de su experiencia con el rehab?

—Esta ha sido una revolución espiritual profunda, un verdadero crecimiento en mi ámbito personal. No solamente fue recuperar la estructura de una persona común y corriente (porque yo estaba, y eso lo nombré en mis textos, virtualmente en la indigencia y en una situación de gran deterioro). Entonces, volví a levantarme a las horas, trabajar, tener una higiene mínima en mi entorno, hacer las cosas. A parte de eso, pude acercarme a aspectos de mi interioridad, de mi psique. Porque lo que define el verdadero éxito de un tratamiento para adicciones es el bombardeo de terapias emocionales, y eso es lo más duro, enfrentarte a tu alma misma y ver eso no solamente con el terapeuta sino con el espejo de los otros compañeros. Yo tuve la suerte de que llegué a la casa de la Fundación Proyecto Harmonia en un momento en el que fue llegando otra cantidad de adictos, y todos reuníamos eventualmente todas las formas en que se manifiesta la enfermedad. Entonces, no solamente fue el trabajo individual de cada uno, sino como nos reflejábamos en el otro. Este tipo de espejos fue una de las cosas más interesantes que viví.

—¿Conserva esas amistades?

—Sí, varios de ellos asistirán a la presentación del libro. Durante la salida de las entregas semanales, íbamos al grupo de seguimiento (todos los que habíamos egresado teníamos terapias los días martes) y era divertido recordar las anécdotas que pasamos cuando estábamos internos. Sobre todo una cosa que ha sido un leitmotiv fue la imagen de todo ese grupo, que llegamos a ser muy compenetrados, estando en la cocina. Sonaba Norah Jones, Don’t know why, que fue la banda sonora, para mí, de esos tiempos. Tengo la imagen en la cabeza: todos en la cocina haciendo algo con una suerte de armonía, esa armonía que vas encontrando en la vida mientras vas haciendo el proceso. Mientras vas sanando. Esos momentos también quise escribirlos en los diarios y, al final, aparece una foto en la que salimos todos los personajes abrazados.

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—Decía Baudeliere: «hay que embriagarse sin descanso. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca”. ¿Escogió usted, con estos diarios, la ebriedad de la palabra?

—Uno de los aspectos que me llevaba a drogarme, era mi carácter transgresor. Yo soy una persona transgresora, y ahora transgredo a través de la palabra. En perfecta sobriedad. En espacios seguros. Yo no escribo textos relativos a sustancias porque prefiero no generarme imágenes al respecto; pero las historias eróticas son contextos seguros para transgredir y eso me da más sosiego a la hora de vivir mi vida. Parte del tratamiento fue aprender que tengo una condición que he manifestado prácticamente desde la infancia, y que me toca hacer todo lo que pueda para mantener mi estado de sobriedad el resto de mi vida. Así, mi faceta transgresora no solo la puedo mostrar en terapia, sino también a través de la escritura. La palabra es mi mejor aliada para seguir.

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Parra continúa asistiendo a terapias de seguimiento, y velando por conservar su tan valorada sobriedad. Califica a la publicación del libro sobre su Rehab como una suerte de alquimia: la transmutación del barro en oro. A través de él, pretende retribuir el apoyo que él recibió de parte de “personas luminosas” que le tendieron la mano durante el proceso. “Mi deseo es que otras personas, tanto adictos como sus familiares, no pasen tantas cosas feas como yo las pasé. Que sepan que la rehabilitación es el camino con las mejores probabilidades para sortear tanta oscuridad”.

El autor prevé presentar su obra en la librería Lugar Común de Las Mercedes el próximo 8 de octubre, dos días después de que arribe a su cuarto aniversario de sobriedad. Doble motivo para celebrar.

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