Opinión

¿Qué fue de la vida del Grupo de Boston en la Asamblea Nacional?

En tiempos de palabras y no de golpes e insultos, en el Parlamento se conformó una comisión que se sentaba en la misma mesa que congresistas de Estados Unidos y otros países para aprender prácticas legislativas. Qué distinto hubiese sido el panorama si tal práctica se hubiese mantenido

Composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
Publicidad

Recién graduado de la universidad en 2002, mientras todos mis amigos ejercían el Derecho en importantes escritorios, me fui a trabajar para VenAmCham. Allí se habían enterado por la prensa que yo había liderado al grupo de estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello que había ganado la Mejor Delegación en el Modelo de Naciones Unidas de la Universidad de Harvard y querían que yo trabajase manejando otro equipo: un grupo de diputados. Fue así como entré en contacto por primera vez con el Grupo de Boston.

En la Asamblea Nacional funcionan grupos de amistad con distintos países cuyos objetivos son el establecimiento y conservación de un sólido vínculo entre los parlamentos de ambas naciones, el intercambio de información legislativa, y la cooperación en aspectos de común interés. En el año 2000 se creó el Grupo de Amistad Parlamentario Venezolano-Estadounidense y a raíz de ello, en 2002, se conformó el “Grupo de Boston”. Su objetivo era fortalecer las relaciones de cooperación entre el congreso de los Estados Unidos y el parlamento de Venezuela con el compromiso de fortalecer la democracia.

¿Lo insólito de ese grupo hoy en día? La mitad de los miembros venezolanos eran diputados de oposición y la otra del chavismo. Nicolás Maduro incluido. También John Kerry, ahora Secretario de Estado de EEUU.

Como todo veinteañero, mi rol fue el de tipo pasante busca-café: coordinar reuniones propuestas por su comité ejecutivo liderado por Pedro Díaz Blum y Calixto Ortega, servir de traductor simultáneo para los congresistas estadounidenses que querían charlas privadas con los diputados venezolanos, cuadrar agendas y preparar informes. Y aunque ganaba una miseria, lo hacía con gusto porque me encantaba que había una sólida disposición de compartir experiencias entre los diputados en aras de crear sólidas leyes para Venezuela.

Recuerdo que era un grupo de bajo perfil cuando yo entré a manejarles la agenda a estos diputados. Muchos no tenían experiencia parlamentaria y su interés real no era que el otro “saltase talanqueras”, como hoy en día, sino más bien aprender, conocer y compartir. El vacío de poder en abril de 2002 aún no se materializaba totalmente en la leyenda propagandística que sustenta al gobierno hoy en día. Y era extraño porque en los debates de la Asamblea se podía ver a los diputados atacarse con palabras (previo a la era de las golpizas de hoy, por supuesto) y en la noche sentarse perfectamente uno al lado del otro en una mesa de trabajo del Grupo de Boston a cooperar con los congresistas estadounidenses y miembros de la empresa privada.

De haber sido otros los intereses gubernamentales, todavía considero que esas mesas de trabajo hubieran sido excelentes acercamientos de tolerancia en nuestra nación. Por ejemplo, las primeras discusiones de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión fueron incluso detenidas para que el Grupo de Boston se sentara con todos los propietarios de medios de comunicación privados para escuchar sus planteamientos y argumentos a favor y en contra de dicha ley. En esas mesas de trabajo, por cierto, se encontraban también los directivos de RCTV.

El Grupo de Boston se desvirtuó con la retirada de los diputados de la oposición de las elecciones parlamentarias de 2005 y la consagración de los mandamientos del Poder Ejecutivo en cualquier ley que saliese de la Asamblea Nacional. Muchas de ellas, incluida la Ley Resorte, hicieron caso omiso a los planteamientos argumentados en las mesas de trabajo del Grupo de Boston. Iniciativas como la creación del canal de televisión de la Asamblea Nacional y su radio, cuya intención no era más que difundir y promocionar las leyes, se tergiversaron para resaltar la obra del Gobierno y vilipendiar completamente a cualquiera que lo adversare.

Poco queda del Grupo de Boston hoy en día. Alguno que otro miembro de la oposición sigue en la palestra mientras que muchos de los diputados del gobierno, pasaron a ocupar cargos que los catapultaron a su fama revolucionaria. De vez en cuando el presidente Maduro nombra al Grupo de Boston en cadena como algo bueno que le pasó y es una lástima que no aprendió más. Porque de esa Asamblea nada queda. La cooperación entre parlamentarios con ideologías diferentes no es importante cuando solo se busca votos y lealtad.

Hoy en día, cuando todo indica en los medios oficiales que no hay otro partido que el PSUV y cuando todo señala en las encuestas que no va a ganar otra tolda que la Unidad el 6 de diciembre, debemos hacer una apuesta consciente de que la Asamblea Nacional sí puede lograr avances para el desarrollo de la Nación si cumple con sus objetivos constitucionales y trabaja para el alcance de leyes sólidas que enriquezcan la vida de todos los venezolanos.

Soy partidario de que la Asamblea Nacional puede llegar a ser un foro para ventilar ideas diferentes siempre y cuando no ataquen a las personas que las discuten sino ataquen los problemas de los venezolanos a quienes representan. El Grupo de Boston podrá parecer una ficción hoy en día, pero ¿dónde estaríamos hoy si en vez de guindar un cuadro del Comandante Eterno en la Asamblea se hubiera guindado un cuadro con los obstáculos que hay que vencer para derrotar los desastres del control cambiario, el desborde del hampa, la escasez y el encarcelamiento de los presos políticos? ¿Qué sería Venezuela si en vez de entromparse en rechazo a los Estados Unidos se hubiera fomentando más encuentros y más debates del Grupo de Boston sobre prácticas parlamentarias en ambos países?

El objetivo de todo parlamentario debe ser crear leyes que beneficien a todos los venezolanos por igual sin exclusiones ni militancias. Esos son los diputados por los cuales necesitamos votar el 6 de diciembre. La era de una Asamblea Nacional de Venezuela cuyos Grupos de Amistad son solo los que lamen las botas de sus más corruptos miembros debe llegar a su fin. Bien merece la próxima Asamblea Nacional ser un ejemplo de diputados comprometidos con la idea de que la mejor ley es la que es discutida en grupo para el progreso de una nación y no para el beneficio de la permanencia en el poder de quienes la proponen.

Publicidad
Publicidad