Crónica

Zoológico de Maracay: la mengua de los animalitos

Por 100 años ha sido albergue de especies, objeto de diatribas políticas y opción de recreación popular. Desde hace algún tiempo también se ha convertido en cementerio de especímenes que caen ante los avatares del maltrato humano. A veces no se distingue si los animales están dentro o fuera de las jaulas

Fotografías: John Manuel Silva
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Pancho era un chimpancé que llegó al zoológico de Maracay proveniente de un circo norteamericano, con diez años de edad. Al poco tiempo se convirtió en la estrella del lugar, ícono del parque y de la ciudad. La gente se acercaba y le tiraba comida que él engullía gustoso, le tomaban fotos, jugaban con él a través de las rejas. Había una travesura que se convirtió en rutina: las personas le pedían que bailara al canto de “baila, Pancho, baila” y el animal, tal vez recordando sus años en el circo, danzaba para gusto de los presentes. Al terminar pedía cotufas, y si no se las lanzaban se enojaba y arrojaba conchas de cambur a los visitantes. Así como le tiraban las apetecibles “palomitas”, hubo quienes pronto comenzaron a lanzarle cigarrillos. Pancho aprendió a fumar y la gente le celebraba las bocanadas como si fueran otras de sus gracias. El chimpacé murió en julio de 2009 debido a la debilidad de su metabolismo.

Cuando el 16 de abril de 2010 la hipopótamo Kenia amaneció muerta, algunos de los empleados del zoológico de Maracay debieron recordar el caso de otro animal de la misma especie, la también hipopótamo La Niña, fallecida una década atrás producto de una obstrucción intestinal ocasionada por bolsas y piedras que le arrojaron para que comiera. A los pocos días, cuando se dio a conocer la autopsia del animal, se corroboró que en efecto Kenia murió de lo mismo. Los cuidadores del zoológico le estaban proporcionando al espécimen la alimentación adecuada, pero algunos visitantes del parque le lanzaron una pelota de goma que Kenia engulló, ocasionando su muerte.

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Con Lucky podría hacerse mala poesía y decir que su destino no tuvo nada que ver con su afortunado nombre. El miércoles 3 de octubre de 2012, a sus 62 años de edad, la elefante sucumbió luego de una larga agonía. Ciertamente vivió una vida más larga que el promedio de su especie, pero sus últimos años no fueron gratos: tenía poca comida porque la gobernación de Aragua había disminuido el presupuesto para atenderla y alimentarla, así que solo recibía un tipo de alimento; algunas personas la nutrían con Gatorade; tuvo una lesión en una pata de la que se recuperó a medias, en parte por su mala alimentación. Durante casi un día entero, la paquidermo hasta finalmente dejar de respirar frente a todos los presentes, en su lugar de exhibición donde los empleados hicieron lo imposible por mantenerla con latidos. Entre los cuidadores que atestiguaron el hecho dicen que, al igual que Kenia, la elefante tragó un nailon que le causó complicaciones, aunque ese rumor se estrella con la información dada por las autoridades al momento de su muerte: causas naturales.

La cebra Rayas murió por la misma causa que segó la vida de Kenia, la hipopótamo. El estrangulamiento intestinal fue provocado por restos de alimentos sintéticos, como cotufas y pepitos, así como también bolsas y tapas plásticas, entre otros.

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Sobre Pilar, una tigresa de bengala, se informó a finales de 2012 que estaba padeciendo artritis. Recientemente se supo que tiene cáncer. Según informa Edward Castillo, secretario sectorial del Poder Popular para la Protección Ambiental y Ordenamiento Territorial del Gobierno Bolivariano de Aragua, hay dos tendencias de opinión respecto a lo que debe hacerse con la criatura: “Algunas organizaciones piensan que hay que dejar al animal que sufra mucho tiempo hasta que muera, y otros pensamos que lo mejor es ponerlo a dormir para evitar su sufrimiento”, comenta vía telefónica antes de comprometerse a responder algunas preguntas sobre las labores de refacción que se están realizando en el zoológico, no sin antes advertir que una tergiversación sobre su postura a favor de la eutanasia a Pilar le trajo un episodio desagradable con un periodista recientemente.

Una prisión terrible

El viernes 24 de julio de 2015, Maracay es una ciudad dormida. El sol suelta un calor abrasador que cae sobre el enorme letrero que anuncia la clausura del zoológico, así como su remodelación. Desde las puertas del recinto, se aprecian los implementos del sector del parque destinado a los niños: un arcoíris desmantelado, una rueda llena de arena y piedras, y apenas se ve a los lejos a un empleado del zoológico más pendiente de resguardarse del calor que de otra cosa. A las afueras del parque, dos puestos, uno de fruta y uno de jugos, y en la acera, equidistantes, unos cuantos hombres sodomizados por el alcohol. Luego de un rato por fin se logra contactar a un trabajador de las obras de remodelación; es él quien nos remite a Edward Castillo. No responde preguntas, no le gusta que estén tomando fotos hacia adentro del parque.

img3En el extremo norte de la avenida Las Delicias se encuentra la escultura El Toro de Isidore Bonheur, que también está ligada a Juan Vicente Gómez. Y al fondo, cobijándolo todo, el imponente parque nacional Henri Pittier. “Este es un lugar muy bonito”, dice Luz Marina Velez en el trayecto que la lleva de El Castaño al Centro Comercial Las Américas donde peleará con los cientos de maracayeros que hacen cola ese día para conseguir alguna de las entradas al cine, abarrotado de gente por el feriado. “El problema es que la gente es muy coñoemadre. Yo crecí con Pancho, viéndolo y celebrándolo, pero de grande me di cuenta de que es una coñodemadrada tener a un pobre animal así y encima burlarse, porque la gente lo que hacía era reírse”, continúa en un tono similar al de Alejandro Farrel, quien dice que ya no asiste al zoológico porque es una prisión de animales: “Es terrible. Últimamente se han muerto muchos animales, como muy seguido. Dicen que por falta de comida, otros que es porque la gente les tira cosas y los daña”.

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Cuando se les cuestiona a ambos sobre si el recinto debería clausurar para siempre, ambos coinciden: “El peo es que aquí no hay nada que hacer, unos centros comerciales y la casa de la cultura. La gente quiere el zoológico porque es una de las pocas cosas a las que se puede ir, llevar a los chamos y eso”, comenta Alejandro, padre de un niño de 9 años. Luz Marina Velez lo secunda: “No es que cierre, sino que funcione bien, que los animales no sufran. Ojalá las obras que están haciendo funcionen”.

Centenario de olvido

En 2015 el zoológico de Maracay cumple 100 años. La institución nació como una colección privada de especies que le habían obsequiado a Juan Vicente Gómez y que el dictador conservaba en su hacienda Las Delicias, conformada por tierras agrícolas seccionadas en áreas como El Castaño, Onoto Bajo, Onoto Arriba, Ojo de Agua, Cuesta de Choroní y Corozal, que originalmente pertenecieron a Don Clemente Hernández. Fue allí donde Gómez estableció su casa de campo, y también donde dispuso de sus animales.

En 1915, el general convierte un pedazo del terreno de su hacienda en un espacio para el funcionamiento de un zoológico, que marcha de la misma forma hasta 1928, cuando se incorporaron a la colección varios animales provenientes del entonces prestigioso zoológico de Hamburgo. Gómez destinaba su propio dinero para el mantenimiento del lugar.

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En 1937, luego de la muerte de Gómez, el zoológico pasa a estar bajo el control del Ministerio de Agricultura y Cría de entonces, que dirigió la remodelación más significativa que sufre el espacio durante esos años, la ordenada en 1953 que culminó con la adquisición de un oso frontino, un pony, un león, un tigre mariposo y una elefante de 3 años de edad: Lucky.

Otro dictador, Marcos Pérez Jiménez, inaugura en mayo de ese mismo año 53 el nuevo Jardín Zoológico Las Delicias, como pasará a llamarse hasta hoy. Antes de su reinauguración habían sido adquiridos dos osos palmeros, un jaguar y una jirafa.

En 1965, ya en democracia, el presidente Raúl Leoni encabeza otro acto de refundación del zoológico, como culminación de las obras iniciadas por el entonces gobernador, Ildegar Pérez Segnini, quien invirtió una gran cantidad de dineros públicos para recuperar el lugar, adquirir nuevas especies y convertirlo en un centro didáctico. Entre los especímenes adquiridos entonces se encontraban dos chimpacés, una jirafa, un camello, unos cisnes, dos leonas, dos osos pardos europeos y una hipopótamo: Kenia.

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En 1981, el zoológico pasó a manos del Instituto Nacional de Parques (Inparques), dependiente del Ministerio del Ambiente. También por esa época se llevaron a cabo varias remodelaciones, que incluyeron la creación de oficinas, el módulo de la entrada, el cafetín, la laguna avifauna, los sistemas de riego, el terrario, algunos depósitos.

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En 2001, Inparques, la Fundación Nacional de Parques Zoológicos y Acuarios y el Colegio de Arquitectos de Venezuela convocaron a un concurso público de proyectos para una nueva remodelación. El ganador fue el arquitecto Jorge Saldivia con su “Plan Maestro del Parque Zoológico”, que entre otras cosas contemplaba la construcción de nuevas áreas adecuadas a cada especie, siguiendo los patrones patrimoniales del lugar. Sobre ese plan, no se supo más nada.

En 2005, la Comisión de Ambiente de la Asamblea Nacional presentó ante la plenaria del Parlamento una propuesta para crear un instituto autónomo regional que se encargaría de la administración y rescate del zoológico. No logró respaldo.

En 2009 se instaló una “junta interventora” para rescatar el parque maracayero, integrada por representantes de los consejos comunales, grupos de ciencias de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) núcleo Maracay, la Junta Parroquial de Las Delicias, miembros de la Universidad Central de Venezuela, representantes de los derechos humanos y de grupos defensores de los derechos de los animales. La entonces llamada “intervención social” no concretó mayor cosa.

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En 2011 el juzgado superior agrario de las circunscripciones judiciales de los estados Aragua y Carabobo decidió, en sentencia  del 7 de noviembre, que la Gobernación de Aragua debía promover un avance en la legislación pertinente para que el zoológico fuera administrado por un ente autónomo —igual que en la citada propuesta que nunca prosperó en el Legislativo— que “sea capaz de tener la autonomía funcional necesaria para el exclusivo manejo y control de la administración del Zoológico de Maracay, a través de Institutos Autónomos, Fundaciones u otra figura con personalidad jurídica propia, que presente su propia estructura organizativa, y que sea beneficiaria de la aprobación por vía de emergencia de recursos especiales que permitan abordar contextualmente el acondicionamiento del hábitat y ecosistema de las especies, así como la adecuación de los espacios destinados a la recreación del pueblo Aragueño y de todo aquel que desee acudir a las Instalaciones”. A pesar de que la misma sentencia establecía plazos, nada de lo ordenado por el tribunal se cumplió.

En diciembre de 2014 los visitantes al Parque Zoológico Las Delicias, que es como se llama el recinto que acumuló tantas muertes, se encontraron con que el mismo estaba clausurado de manera indefinida. Fue la medida que implementó el gobierno del estado luego de años de denuncias que se diluían con el tiempo y de planes abandonados a medio camino.

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