Economía

1.000 pasos para comprar arroz, pollo, aceite y harina pan

La escasez de productos desde hace tres años ha provocado que las colas sean más largas a medida que se acentúan las fallas en los anaqueles. Contar las colas en nuestra ciudad puede parecer una tarea difícil. No hay cadena de supermercado o automercado que no tenga una y su extensión es mayor con el paso de los días. Ciento noventa y seis pasos. Eso es lo que mide una cola que adorna el exterior del Abasto Bicentenario en la redoma de La India. Es martes 17 de mayo a las 8:00 am y la gente comienza a impacientarse con los Guardias Nacionales que cuidan la entrada del supermercado. Esta escena se repite en los cuatro puntos cardinales de Venezuela. Y, en este caso, baja desde las faldas de el cerro El Ávila hasta las explanadas de La Rinconada abrazando a Caracas. Una lucha por alimentos de los que a diario hacen cola.

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colas escasez
Foto: AP

– El norte no respira –

Desde las 6:00 am de la mañana, como hormigas que salen poco a poco del hormiguero, empiezan a llegar personas a las inmediaciones del Abasto Bicentenario de San Bernardino. Dos Guardias Nacionales, somnolientos y de mal humor, gritan que la cola debe organizarse pegada a la reja principal del mercado. “No queremos a nadie fuera de la línea porque así no le vendemos”, anuncian.

Uno, dos, tres personas en fila india hasta que el grupo se convierte en cinco docenas para las siete de la mañana. En una hora, la acera es robada a los peatones para que mujeres, hombres, ancianos y hasta niños esperen por un ticket que los ratifique como compradores de los dos kilos de harina P.A.N y las dos barras de jabón azul que se venderán ese día.

¿Cómo mides una cola? Al menos que dispongamos de metro retráctil, la otra opción es colocarse en una de las puntas y partir desde ahí contando los pasos que des hasta el final. Ésta, la de San Bernardino, tiene 250 pasos a las 9:00 am. Casi una cuadra de gente.

“Todos los días es el mismo panorama. Uno llega temprano, pregunta qué hay para ese día y se organiza para hacer su cola. A veces llegan los bachaqueros y se colean con ayuda de los guardias y del personal del supermercado”, comenta Rocío Urdaneta, una señora de 65 años que no puede ejercer su condición de tercera edad porque en este lugar “todos son iguales”. Una premisa que popularizó George Orwell en su libro “Rebelión en la Granja” pero que se trastoca con otra frase: “Aunque algunos son más iguales que otros”. Y eso se ejemplifica cuando al mediodía llega un grupo de cinco motorizados y bajo amenazas se adjudican los primeros 20 puestos de la cola.

Son miembros de colectivos que duermen en lo que hubiera sido el Sambil de La Candelaria, una estructura malograda –y expropiada por el presidente Hugo Chávez- que ahora alberga a estos grupos que controlan las colas de todos los comercios de San Bernardino.

“Tú los ves llegando por la noche con bolsas y bolsas de comida. Las guardan en los pisos superiores del centro comercial. Y luego, por la mañana, llegan otros grupos que se la llevan detallada en paquetes para bachaquearlas”, comenta uno de los guardias de seguridad de las Residencias Caracas.

Las colas en San Bernardino son largas. Pero también lo son en varias partes de Caracas. Basta subirse en el metro en la estación de Metro de Bellas Artes y bajarse en Plaza Sucre, en Catia.

– El lejano oeste – 

El Central Madeirense de Catia está anclado en un centro comercial homónimo. Una estructura que vivió mejores épocas y ahora depende de una compañía de seguridad privada que contrató a 15 vigilantes para que organicen y distribuyan las colas que se hacen desde temprano para entrar al supermercado.

Aquí las colas se miden por pisos. El centro comercial tiene tres y por lo general la gente ocupa las escaleras esperando que le vendan algo. Es miércoles 18 de mayo, son las 7:00 am y llueve, por lo que el personal de seguridad abre las rejas para que la gente no se moje.

Piden orden, piden control, pero todo se sale de las manos cuando empieza a correr el primero y la gente se entera por “rumores” que ese día venderán pollo regulado.

Hay dos líneas. El gerente del Central pide que los abuelos y las mujeres embarazadas se coloquen a un lado, y los demás en otro. Ambas filas son igual de largas. Ocupan los tres pisos del centro comercial y afuera hay al menos 50 personas esperando entrar. Todos quieren pollo. “Aquí es más difícil que entren bachaqueros armados. Pero igual llegan y se colean. Eso pasa porque los de seguridad están encompinchados con ellos. Yo he visto más de una pelea entre mujeres por un paquete de harina, o dos hombres persiguiendo al encargado del mercado porque los rebotó porque no era el día que les tocaba por número de cédula”, comenta María Núñez, una joven de 21 años, desempleada y que vive a dos cuadras del lugar. Cuando le toca viene y soporta su cola para ayudar a su mamá que sufre de la tensión.

Al caminar hacia el bulevar de Catia, la colas se multiplican por todos lados. La mayoría en negocios de chinos y abastos que deben ser miembros fundadores de esta parroquia. En casi todos estos casos las colas miden entre 95 y 120 pasos. Una media cuadra. Y las personas quieren comprar diversos productos. Los más buscados ese día: pollo, harina de maíz precocida, pañales y papel higiénico. En uno de esos grupos alguien pasa el dato: Mañana habrá champú y jabón de baño en el Bicentenario de Los Símbolos.

– En el Sur, la hostilidad –

El Abasto Bicentenario de Los Símbolos tiene el extraño honor de estar al lado de uno de los parques infantiles más emblemáticos de Caracas: Bimbolandia. Pero ya quisiera este espacio tener las colas para entrar que exhibe su vecino. A las 6:00 am el supermercado ya tiene a su lado una fila de gente que supera los 380 pasos. Esos son casi dos cuadras.

Por estos días Caracas ha amanecido lluviosa, por lo que se forma un collage de paraguas de todos los colores. Unos grandes, otros pequeños, pero unidos por la constancia de quienes los sostienen. La Guardia Nacional es quien organiza la cola y permite que la gente pase a partir de las 8:30 am. Los deja pasar en grupos de a cinco y pide que no haya desorden. Una orden que es cumplida por los compradores más por miedo que por obediencia. Los cinco efectivos que están apostados en la entrada tienen fusil, pistola y chalecos antibalas. “No sé a cuál guerra van” comenta una de las señoras que pasa de primero.

Hoy se venden productos de higiene personal: un champú, dos jabones de baño y un paquete de toallitas sanitarias. A las 10:00 am ya no queda nada. Los que llegaron tarde o quedaron muy atrás en la cola, se molestan. Pero no pueden hacer más nada y se retiran resignados. Eso hasta que alguien lanza la esperanza de que en el Central Madeirense del Instituto de Previsión Social de las Fuerzas Armadas (I.P.S.F.A) que está al final del paseo Los Próceres están vendiendo pañales. Muchos salen corriendo a tomar la camionetica y otros se van a esperar la siguiente semana para comprar.

– Las colas no discriminan zonas –

El supermercado Luz en Chacao es una tradición para los que viven en el municipio. Al igual que el mercado popular, este pequeño establecimiento asentado en una esquina frente a la torre Metálica, mantiene el registro de que al menos en cinco de los siete días que tiene la semana logra vender productos que están escasos.

Es viernes 20 de mayo a las 5:00 pm. La cola mide 155 pasos. Casi una cuadra. Venderán dos paquetes de arroz por persona. No hay Guardias Nacionales ni policías. La gente se organiza gracias al trabajo de dos guardias de seguridad del supermercado que no dejan de lanzar “por favor” y “gracias” a las personas que pasan de diez en diez para comprar. Pero, a las ocho de la noche cuando ya no queda nada, la cordialidad se transforma en hostilidad cuando los que se quedaron sin comprar vociferan improperios contra los dueños del local.

“Uno no puedo complacerlos a todos. Y menos cuando tienen hambre” comenta uno de los guardias de seguridad que cierra la puerta para que ya no entre nadie más.

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