Opinión

La carrera del paveo

El pasado domingo "corrí", por primera y última vez, la Carrera Color. No puedo negar que la pasé bien, pero las fallas de la organización sobrepasaron cualquier beneficio. No es un carrera, es una colección de lo mejor y lo peor de la fauna urbana caraqueña reunida en cinco kilómetros de no-sudor, colores echados desde un pote para echar salsa de tomate y una "explosión final" que es sublime. Cinco mil personas se levantaron para ir al Parque Cristal. Muchos no estaban ataviados con la franela oficial de la carrera (como en mi caso), porque a las 2 de la tarde del sábado se acabaron las camisas de tallas "M" y "L" de caballero. Pero no quedaban XL (la opción lógica), sin "S" (imposible de ponerse). Al micrófono, la "animadora" de la entrega nos decía que correr es "hacer país", mientras un señor se coleaba olímpicamente para buscar su número. Mensaje y hechos, divorciados. A las 7:15 y, sin ninguna música para animar a los corredores, no había señales de que la carrera iba a comenzar. Lo que si se asomaba eran las tendencias que iban a dominar los 5K: Drones, GoPro, selfies y tutús. De los primeros, vi cuatro. Nunca había visto tantos en un espacio más pequeño. La gente los veía y saludaba casi que por acto reflejo. Lo de las GoPro (con sus respectivos "palitos" -nombre científico monopod)  fue el furor: En mi "grupo" -que sería una muestra de, quizás, el 20% de los corredores, conté 24 (se lee Veinticuatro, como la serie de Jack Bauer). Si extrapolamos serían un centenar de esas cámaras, la mayoría utilizadas no para registrar video (intención original), sino para tomarse selfies. Ejemplos sobran en Instagram.

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De las estaciones de color, poco se puede decir: A pesar de que todas estaban estratégicamente patrocinadas (¡Verde Herbalife! ¡Rosado Samba!), el proceso de «pintarse» no era natural. Tenías que esperar en una cola (¡Venezolanos en una cola!)tu turno. Por supuesto, esto terminó en chalequeos tipo «¡Polvo colectivo!» o «yo quiero mi polvo» (más que chalequeo, chinazo). Hubo gente que quería correr en serio (la colega Anna Maier, por ejemplo) que no pasaba de un stop-and-go. Aunque nunca fue promocionada como una carrera «para los amigos», «para gozar», bien hubiese podido hacerse la preferencia para los que querían tomarlo como un ejercicio. 2 Lo más reprochable fue la «hidratación». 1) No des chupichupis de colores (ok, es una carrea de color, pero es azúcar) a gente que al menos hace el amago de correr. 2) ¡No los lances! Son hielo. 3) Da agua, no hielo.

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A pesar de todo, la «explosión final» de color es un momento mágico. No importa el olor a maizina, el polvero que casi te ahoga o las manos que interrumpen las fotos, el ver el color, gozar el color y ver el color en tu camisa te da un momento de felicidad que te hace olvidar todo lo malo que asaste. Yo repetiría -solo ese momento-. La Carrera necesita repensar su organización de cara al año 2015. Seguro volverá. Y seguirá siendo un paveo.

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