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Crisis en la Vinotinto: ¿Hay salida?

Cual mejor serie dramática norteamericana, cada episodio de la crisis Vinotinto es esperada con una expectación escalofriante. Las aguas peligrosamente mansas después de la renuncia de Fernando Amorebieta a vestir la camiseta de la Selección Nacional ahora son estremecidas por el tsunami generado a través de la carta suscrita por 16 jugadores habitualmente convocados y titulares.

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En dicha misiva, divulgada en las redes sociales de cada uno de ellos, exigen la renuncia de la directiva de la Federación Venezolana de Fútbol y además, manifiestan la “decepción y desilusión” con el cuerpo técnico por no adoptar una postura a favor de ellos en relación a las declaraciones de Laureano González al Diario Líder sobre la existencia de un “complot” contra Sanvicente dentro del camerino de la Selección.

Sin dejar claro si dicha postura implica una deserción masiva al combinado patrio, lo verdaderamente cierto es que se revela de una buena vez la existencia de un conflicto entre dos bandos: jugadores contra la entente FVF – Noel Sanvicente. Una medida de presión asfixiante que ahora deja en jaque al seleccionador, respaldado por Laureano González y con el balón en sus pies de tener la responsabilidad de ser quien encuentre el camino de la solución al conflicto, pero, ¿hay solución?

La intransigencia de los futbolistas al condicionar las remotas posibilidades de acudir al Mundial de Rusia a la renuncia de los directivos es una firme autoexclusión de la competencia: “con esta Federación no vamos a lograr ni pelearemos el objetivo”, dirán, haciendo entender que buena parte de la crisis deportiva que tiene a Venezuela sumida en el foso de la tabla de la Eliminatoria es causa de las decisiones federativas. En apenas dos líneas y media de las 36 de las que se compone el comunicado, los firmantes asumen algún tipo de culpa por los resultados adversos.

A pesar de la fuerte amenaza que la declaración implica, no es de esperar una renuncia de parte de Laureano González y su gente. Sería lo último que hiciera y ha dejado en la potestad de Sanvicente, tomar las decisiones que él crea necesarias.

Dejó al director técnico la posibilidad de “borrar” al grupo rebelado y competir con un universo de futbolistas diferentes a los 17 involucrados, interpretación clara de la frase “el seleccionador tiene la potestad de hacer los cambios que tenga que hacer”. Ni la más mínima intención de acercamiento ha manifestado el jerarca de la Federación. Al contrario, la posibilidad de generar un diálogo es nula y ha quedado demostrado con los tizones lanzados a la hoguera por el propio presidente y el miembro de la Comisión de Selecciones Nacionales, Nelson Carrero, por lo que una renuncia masiva de la Junta Directiva es la menos probable de las salidas al problema.

Esta vía de presión para encontrar una solución sin negociación, esgrimida por los jugadores, parece llevar implícita la intención de lograr con ello el adelantamiento de elecciones federativas. Con César Farías como único candidato con verdadero potencial para asumir las riendas de la FVF y la buena relación que el ex seleccionador mantuvo (y mantiene) con los jugadores, se interpreta como la carambola que podría resultar de todo este lío generado que aún no parece terminar de tener su episodio más agudo.

En este escenario, Sanvicente tiene en sus manos la posibilidad de ser el pacificador. En un ida y vuelta de declaraciones a través de la prensa y redes sociales, la sensatez debe llegar de una vez por todas de alguien que tome la iniciativa de generar el diálogo. A pesar de la artillería recibida en la carta grupal, el cargo del seleccionador no ha sido demandado por los jugadores, lo que debe ser aprovechado por el técnico para inmediatamente buscar el acercamiento. Una actitud retaliativa de jugárselas con otro grupo de futbolistas en la próxima fecha de eliminatorias sería asumir un riesgo con muchas posibilidades de catástrofe, además de ser una clara declaración de guerra contra los jugadores por parte de una alianza con pies de barro.

En un juego trancado, la inteligencia debe prelar para descifrar la posible solución. Un juego en el que no se trata de encontrar triunfadores y vencidos, sino recuperar el verdadero sentido que tiene representar al país. La importancia que adquirió la Selección Nacional de fútbol en el colectivo no puede ser derribada por actitudes mezquinas de jugadores que condicionan su presencia, por la incapacidad de quienes tienen en sus manos la regencia del balompié ni el orgullo de un técnico que pretende encontrar en sus dirigidos a los culpables de la crisis. Es urgente que triunfe la sensatez

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