Albert Gámez tenía una asignación académica: recorrer la Caracas del siglo XIX, la guzmancista. Es estudiante de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela y dudaba de la actividad y sus frutos. En parte porque sentía tedio de caminar por el centro para observar lo que en los libros lee; y también porque sentía miedo de ser uno más de las estadísticas de la delincuencia en una zona de la que siempre ha escuchado hablar de peligros.
Ese día Albert descubrió que la Basílica Santa Teresa es la única que posee un altar central y conserva el muro más antiguo de Caracas perteneciente al extinto convento San Felipe Neri, arruinado en el terremoto de 1812; que la capilla Santa Rosa, que perteneció al seminario mayor de Caracas, jugó un rol importante en la Independencia y se conoce hoy como Concejo Municipal; que cada una de las fuentes de la plaza Bolívar representa una estación del año diferente y que debajo de la estatua ecuestre hay una cápsula del tiempo; que el Café Melosa, ubicado en la Casa de las Primera Letras Simón Rodríguez, fue llamado así porque la ‘melosa’ era la torta favorita del Libertador; y que El Calvario debe su nombre a que en el pasado las procesiones del Nazareno recorrían todo el lugar, además de tener el gazebo original de 1883.
“Fue increíble. Uno le tiene pavor a la ciudad y cuando la recorres te das cuenta que hay mucha historia, mucho que rescatar y por lo que luchar”, explica Gámez, quien nunca había participado en un recorrido por el centro de la ciudad. Cuando hizo la ruta el pasado sábado, fue junto a la profesora Adriana Russián.
Caminar por las calles de Caracas, sin miedos ni ajetreos, es más que reencontrarse con la historia, la arquitectura y la identidad. Es darle la cara al pasado y ver su legado en el presente. Conectarse con el hogar, “descubrir quiénes fuimos, de dónde venimos, hacia dónde queremos ir como sociedad y nos da sentido de pertenencia; eso que ya no existe en la ciudad”, alega Feryinny Mendoza, otra estudiante de Arquitectura, también debutante en eso de recorrer el centro de la urbe.
Para Adriana Russián, profesora de Historia de la Arquitectura III de la Universidad Central de Venezuela, es importante que sus alumnos salgan de la zona de confort y se atrevan a patear el asfalto del casco histórico y observen los vestigios del siglo XIX en el presente. “La arquitectura se siente, se vive y se habita, me interesa que los estudiantes vivan las transformaciones de esa época en los edificios que tenemos de legado”, indica la arquitecto. “Nuestra memoria histórica es muy corta y nuestra ciudad muy insegura, así que esta es una oportunidad de conocer y aumentar el sentido de pertenencia”, agrega.
El arquitecto Carlos Enrique Pérez explica que la realización de recorridos o tours por zonas de la ciudad tienen como consecuencia dos cosas: “el caraqueño recupera su identidad y el extranjero le pone el ojo a Caracas”. El cofundador de Soy Tu Guía expone que hay una brecha generacional que distingue a quienes no conocen a fondo la metrópoli, como consecuencia del abandono, la inseguridad y la falta de confianza que genera sus espacios, pese a la recuperación de algunos de ellos. Cuando comienza el recorrido siempre está presente el miedo, pero “a los minutos se olvidan de sus temores y disfrutan del paseo, toman fotos, y se sorprenden de lo que descubren”.
El emprendimiento surgió hace seis años, cuando Pérez y su socia Patricia Tintori decidieron llevar a conocer a amigos extranjeros la ciudad y percibieron que en el grupo había caraqueños que desconocían algunos lugares. Ahora, dice su fundador, se ha convertido en una propuesta que recupera la confianza de visitar Caracas, “una ciudad interesante, con valiosa arquitectura de distintos estilos, riqueza que sorprende”, que pudiera coadyudar en hacer de la capital venezolana una referencia turística, a futuro. Además, sostiene que estas actividades no solo generan una experiencia positiva a quien se abre a conocer Caracas, sino que también se vuelve un “aporte económico local, activa los servicios, se abren los comercios cerrados, se crean más espacios para transitar y las zonas retoman la vida urbana”.
Al rescate
La idea de una contribución a los espacios urbanos fue justamente la que generó el nacimiento de CcsCity450 hace un año, un proyecto conjunto de la Universidad Simón Bolívar, la Universidad Central de Venezuela y la Fundación Espacios que tiene como objetivo recuperar emplazamientos abandonados, olvidados, y que sus habitantes sueñan con rescatarlos desde que la ciudad encaraba su aniversario 450. Hoy trabaja en El Dorado y La Floresta, ubicados en Altamira; sectores aledaños al Hospital Ortopédico Infantil y el Ministerio de Alimentación, en la avenida Andrés Bello; y la zona industrial de Los Cortijos y Los Ruices; sin quitar de vista que el proyecto se extiende a intervenciones en Las Mercedes, Bello Monte, Sabana Grande, la avenida Urdaneta y el Country Club.
Para curar las heridas que ha sufrido la ciudad, realizan intervenciones físicas en aceras, santamarías, muros y edificios que, manteniendo las huellas del lugar, revaloricen los derechos peatonales, permitan la utilización de la superficie urbana y se logre incluso la instalación de parques infantiles. “Es un ensayo para rescatar la ciudadanía, buscar modelos de cambios que puedan ser permanentes”, explican Franco Micucci y María Isabel Peña, dirigentes de la organización.
El trabajo cuenta con la participación de artistas urbanos venezolanos reconocidos internacionalmente, así como también la colaboración y el apoyo de los residentes, comercios, instituciones privadas y escuelas de los sectores. “Se busca proyectar las fachadas para que sean un espacio lúdico; que se descubran riquezas arquitectónicas, como por ejemplo que el arquitecto del Ortopédico Infantil y la Escuela Comunitaria Luisa Goiticoa fue el mismo que diseñó el Rockefeller Center y el Hotel Ávila (Wallace K. Harrison). Buscamos que los espacios públicos se utilicen para mejores cosas; que la ciudad gane espacios es importantes”, apunta Peña.
Resiliencia y reconciliación con Caracas
Ccsen365 es un programa de la Asociación Civil Collectivox, una propuesta que apostaba por las intervenciones físicas en espacios de una comunidad caraqueña con algún problema; no obstante, los cambios en el panorama socioeconómico los obligaron a trazar un nuevo rumbo en su horizonte. De esta manera las intervenciones dejaron de ser físicas para pasar a ser psicológicas. Así, por medio del uso de plataformas como Instagram, Ccsen365 invita a realizar y fotografiar recorridos por la ciudad que generen una nueva crónica de Caracas que se difunda y enamore. “No son recorridos turísticos porque no puede haber turismo en una ciudad bombardeada. El objetivo es buscar vencer el miedo a la ciudad y en el proceso pueda desarrollarse una reconciliación”, explica Luisra Bergolla, creador del programa.
Ccsen365 promueve un recorrido urbano que rescate la importancia y la belleza de diferentes sectores y parroquias que conforman la metrópoli. “La idea no es hablar de un lugar en específico sino entender su historia y hablando de sus alrededores. Por ejemplo, no se puede hablar de Catia sin pasar por San Martín”, expone.
El propósito de las rutas, sostiene Bergolla, no es pasearse por zonas que todos conocen y cuyo ambiente siempre ha sido amigable; es decir, no resta la importancia al Obelisco de la Plaza Francia o la omnipotencia de El Ávila, pero añade que la ciudad no puede reducirse a estos lugares ni asegurar que es su mejor cara. Por ende, Luisra invita a “meterle la lupa a Caracas” y atreverse a caminar por zona con perspectivas negativas como el 23 de Enero, El Paraíso, El Cementerio, para desnudar la ciudad y “pensar fuera de la caja”. “La meta es llegar a la memoria emocional de quienes realizan los recorridos y que cuando vuelvan a pasar por el lugar salte a sus mentes el recuerdo de esa nueva experiencia. Buscamos retapizar la pared, crear una película que disuelva el enfoque negativo”.
Los recorridos de Ccsen365 se desenvuelven en tres esquemas. El primero es observar y entender a Caracas como una sola ciudad que va del valle al mar. El segundo, desvincularse del temor a la inseguridad por medio de la fuerza de la manada urbana; por ello los recorridos son de mínimo 100 personas. Por último, el recorrido peatonal por los sectores, urbanizaciones y parroquias, pues caminando se desarrolla el disfrute de la experiencia, se adquieren beneficios físicos y cognitivos, pero lo más importante es que se contempla verdaderamente la ciudad.
Andrea Cruz, una joven de 20 años que ha participado varias veces en estas propuestas, resalta su importancia porque conocer a Caracas “es como conocer mi casa. Con cada recorrido le sumo cosas a cada sitio, como datos históricos, anécdotas y memorias importantes que cuando regreso recuerdo”.