Ciudad

Maracaibo, el progreso urbano perdido por los apagones

Del emporio comercial del siglo XIX no queda nada. Aunque fue la primera en tener electricidad, hoy la capital zuliana se transformó en una ciudad apagada, como de zombis y fantasmas, sin luz ni agua. Las gaitas fueron sustituidas por el insoportable sonido de las plantas eléctricas

FOTOGRAFÍAS: ARCHIVO AP
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Los primeros acontecimientos que habrían de empujar a Maracaibo al olvido histórico nacional se suscitaron en julio de 1811, cuando Caracas y otras seis provincias más decidieron declarar la independencia a espaldas de los marabinos y de otros dos bastiones monárquicos, Coro y Guayana. Maracaibo no siguió el ejemplo que Caracas dio con la emancipación, y siempre se mantuvo leal al rey de España. Ese podría ser el primer antecedente del olvido histórico del Zulia, que, a pesar de haber sido la puerta a la modernidad, ha estado aislado de las decisiones políticas nacionales y hoy padece una tragedia sin precedentes, pues desde el 7 de marzo no hay estabilidad con el servicio eléctrico, sus pobladores sobreviven ante un apagón sempiterno que pareciera serle indiferente al resto del país.

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Aunque en 1811 la independencia se declaró bajo las banderas del federalismo, con el precedente de la vieja Capitanía General de Venezuela, el ideal centralista de Simón Bolívar terminó guiando los senderos de la nación pese a lo escrito en los fundamentos de la república. “El centralismo fue una herencia de Simón Bolívar que se opuso con vehemencia al sistema federalista, cuyo origen estaba en el período colonial y era el más natural de acuerdo a la configuración geográfica y administrativa, cuando éramos en realidad muchas provincias distintas con fueros autónomos”, apunta el historiador marabino Ángel Rafael Lombardi Boscán, autor de Banderas del rey: la visión realista de la independencia, donde habla de los venezolanos que fueron leales al monarca y a las leyes del reino.

Pero no todo fueron decisiones y pareceres políticos, la naturaleza también hizo lo suyo: el lago más grande de Suramérica separó a la ciudad territorialmente del resto del país hasta 1962, cuando se finalizó el puente General Rafael Urdaneta, bajo el gobierno de Rómulo Betancourt. Entonces ya había un proyecto modernizador de talante democrático que en 1989 pasaría la descentralización del papel al hecho, pero eso no contuvo los rencores hacia el gobierno central: un marcado regionalismo ya identificaba a los zulianos de los otros gentilicios regionales. “Nuestra relación ha sido problemática y poco fluida en términos de respeto y complementariedad. Basta revisar las letras de las canciones de nuestros gaiteros para demostrarlo, el trato histórico ha sido una indiferencia mutua”, explica el historiador.

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Tierra del sol amada… y olvidada

A pesar de que ese aislacionismo originó antipatías, también produjo notables adelantos. En 1888, Maracaibo se convirtió en la primera ciudad en tener energía eléctrica -vaya ironía-, mientras Caracas padecía revoluciones y guerras civiles. “Un auténtico milagro del progreso industrial y civilizatorio. El motivo principal es que, en la segunda mitad del siglo XIX, fue un puerto muy próspero y pujante, cabeza de un circuito agroexportador que nos conectaba con el interior de los Andes y la frontera con Colombia. Maracaibo recibía mucha importación, cosa que dinamizó no sólo las relaciones comerciales sino la misma vida social de la ciudad”. Con esto le abrió las puertas a la inmigración, que no tardó en traer sus visiones de progreso, y fueron los pioneros en cine, teatro, colegios profesionales y otros avances.

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Pero fue el petróleo en las primeras décadas del siglo XX, el recurso que hizo de Maracaibo y del estado Zulia la panacea de la energía en Venezuela. Para 1928 el crudo ya había desplazado a la producción agrícola y daba la cara por la economía nacional, en medio de la crisis mundial de 1929. Los extranjeros atraídos por las concesiones del dictador Juan Vicente Gómez, terminaron por consolidar un verdadero emporio comercial al occidente del territorio nacional. “El petróleo superó al café como producto de exportación en las primeras décadas del siglo XX y convirtió al estado en la región más rica de Venezuela. Sólo que el sistema político con un poder centralizado con sede en la capital se apropió de esta riqueza y apenas nos dejó con las migajas”, manifiesta Lombardi Boscán.

A partir de 1888, el suministro eléctrico de la ciudad estuvo a cargo de la Energía Eléctrica de Venezuela (Enelven), heredera de Maracaibo Electric Light Co., que hizo de la ciudad una de las primeras suramericanas en tener luz artificial. Tras ser vendida en 1924, la compañía cambió su nombre en 1940. Al ser pionera del alumbrado público en el país, Maracaibo nunca atravesó problemas con el flujo de electricidad, hasta el año 2009, cuando se declaró el racionamiento energético. Entonces, sólo habían transcurrido dos años desde que el gobierno de Hugo Chávez hiciera de Enelven una filial de la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec). Algo inédito que hoy parece normalizarse. “El Zulia tenía tanta energía sobrante que fuimos capaz de vendérsela a Colombia”.

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La gaita y otras denuncias

No se aprovechó lo suficiente porque los sucesivos gobiernos fueron indiferentes, algo que produjo la denuncia pública de sus habitantes, quienes encontraron un recurso tradicional para expresar su reclamo: la gaita, el género más sonado en la región y en el país durante la época decembrina. Ricardo Aguirre fue uno de los exponentes de la gaita protesta de los años sesenta, cuando, a través de sus versos, expuso el olvido del Estado hacia la realidad vivida por los marabinos. “Siendo la gran capital, de un estado prominente, sufre religiosamente del olvido nacional”, dice su canción Maracaibo marginada, lanzada en 1969 contra la primera administración de Rafael Caldera. Los tiempos exigían otra cosa, el gobierno le ponía punto y final a la lucha armada que atentaba contra la democracia.

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Sin embargo, frente a los embates del socialismo, Lombardi Boscán asegura que durante los gobiernos anteriores a 1998, el olvido era manejable porque se vivía en un sistema democrático. “La calidad de vida del zuliano se ha deteriorado tanto que las esperanzas de una mejoría cada día lo que hacen es alimentar el pesimismo entre nuestra gente. Ya muchos lo único que piensan es salir huyendo. Y no todos pueden salir huyendo”. Para él, la culpa no la tiene Caracas, sino los poderes que residen en ella, quienes la han resguardado de los impíos apagones. “En Venezuela hay dos países: Caracas, más o menos resguardada, y las distintas regiones, lanzadas a una muerte lenta porque como en el caso de Maracaibo se parecen más a un campo de concentración que a una ciudad moderna”. Monte y culebra.

Cuando no se recurría a las canciones, la idea de secesión y de formar un gobierno alterno al que manda desde la capital, siempre rondó las cabezas de los habitantes del estado Zulia, sobre todo durante el siglo XIX, en un país profundamente aislado y dividido. Hoy es una minoría la que argumenta una independencia regional y los habitantes están al borde una emigración masiva, incluso más crónica de la que atraviesan los otros 23 estados. La falta de suministro eléctrico arruinó negocios y sometió a sus pobladores a vivir como zombis. El implacable sol y la falta de agua potable obligan a los zulianos a hacer malabares para sobrevivir frente al olvido del gobierno local y nacional. Ya no se escuchan gaitas, el insoportable ruido de las plantas eléctricas ahora invade los hogares todo el día.

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Sin horarios, ni fecha en el calendario

La familia de Laura Fernández tuvo que vender unas reses para poder juntar dinero y comprar una planta eléctrica, que sólo son comercializadas en divisas estadounidenses. Tiene más de una semana durmiendo en el garaje de su casa, donde la brisa se siente con más fuerza durante la noche. Su madre, una señora de 83 años, es diabética y está incómoda en la silla de ruedas, espantando mosquitos y zancudos. Viven en la Guajira, una de las zonas más afectadas del estado. Perdió la cuenta de los días que lleva sin electricidad, recuerda que con el primer apagón fueron más de 140 horas sin luz, todas corridas, luego tuvieron 15 minutos y no regresó sino 120 horas después. Sin servicio de telefonía de ningún tipo, sale de su casa a buscar al menos una barra de señal con la poca batería que le queda; no la encuentra, su teléfono sólo levanta la plataforma 4G y sin ella es imposible establecer una conexión.

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Nunca en su vida se sintió tan indefensa y abandonada como ahora. La ciudad que la vio nacer está desolada, parece haber sufrido las consecuencias de un desastre natural o de un catastrófico conflicto bélico. “Una ciudad que parece acaba de ser arrasada por una guerra: calles intransitables, sin semáforos, sin alumbrado público, cloacas abiertas y montañas de basura en lugar de árboles y plazas. No hay luz ni agua. Estamos incomunicados, sin Internet, teléfono ni tampoco televisión”, cuenta por mensaje de texto que llegan con dificultad. Por su oficio como periodista intenta registrar todo, entre la escasez de agua y la falta de suministro eléctrico. Considera que vive un infierno, literalmente, porque debe afrontar diariamente una temperatura de 40°. Nunca pensó que padecería algo parecido.

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Fernando Bracho se las ingenia para medir la dirección del viento y poder dormir con brisa en las noches. Vive en un piso alto y eso es un privilegio, aunque tenga que soportar el ruido de la planta eléctrica que su vecina del piso de abajo puso en el rincón en el que justo está su cuarto. “La gente se ha volcado a comprar plantas eléctricas, eso es casi la banda sonora de Maracaibo, pero las plantas también perjudican al resto, porque hacen un ruido infernal y es complejo dormir, uno se tiene que tragar el monóxido de carbono que botan”. Comenta que ya comenzó una larga marcha de zulianos hacia Colombia y él se alistará en los próximos días: “Mi decisión la aceleró este problema, así que hice mis maletas y me voy del país”. Es fotógrafo independiente, pero sin luz no puede hacer nada.

Al igual que Laura, Fernando tampoco puede calcular cuántas horas lleva en esa situación, pero recuerda que hasta hace poco contaba 17 noches. El cronograma establecido por el gobierno regional no se cumple: un día tienes 6 horas, pero al otro sólo 30 minutos. “Para saber cuándo vendrá habría que tener una bola de cristal. Es control social, la gente vive en zozobra, cuando llega no puedes moverte, no puedes protestar, la cotidianidad nos mata y no tenemos ganas ni ánimos para luchar por la libertad del país”. Es ateo y no cree en santos, ni siquiera en la patrona del estado. Perdió todas las esperanzas de un cambio y decidió emigrar. Como periodista, tampoco tolera la censura: “Tengo que escuchar los circuitos nacionales para enterarme, la radio en esta ciudad es vergonzosa, es penosa”.

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“Mandarlos pa’l infierno”

Entre las situaciones que atraviesan a diario, las compras tienden a ser las más preocupantes, pues al escasear el efectivo, todo se resume a los inestables puntos de venta. “A veces se llevan tu tarjeta al techo del local, a la azotea de un edificio cercano o a la cima de un cerro, por lo que tienes que dar todos tus datos para que puedan hacer el cobro y posiblemente no te entreguen la tarjeta ese mismo día”, cuenta José Manuel Silva, otro afectado por la tragedia marabina. Silva es economista egresado de la Universidad del Zulia y, pese a las condiciones en las que se encuentra su ciudad, aún mantiene la fe por la Chinita. “Cuando asisto a la iglesia noto que cada día se suman más personas a orar por la situación del país. Yo pido por la Venezuela próspera, humana, solidaria, no pierdo la fe”.

“Madre mía si el gobierno no ayuda al pueblo zuliano, tendréis que meter la mano y mandarlo pa’l infierno. Acabaron con la plata y se echaron a reír, pero les puede salir el tiro por la culata”, reza la popular estrofa de la cincuentenaria canción La grey zuliana, de Ricardo Aguirre, escrita en 1968 contra el gobierno de Raúl Leoni. Medio siglo después, estas palabras parecieran tener más vigencia que nunca, al menos así lo considera la periodista Margarita Arribas: “Yo soy agnóstica, pero aquí entre nos… la Chinita tendrá que meter la mano y mandarlos pa’l infierno, como dice la gaita emblemática”. Como ella, los marabinos todavía esperan “carreteras a granel con morocotas de canto”, una tonadilla que sólo queda en la memoria colectiva, porque no hay luz para poner la radio.

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