El teleférico: la horca de Galipán

A solo 40 minutos de Caracas, la decisión gubernamental ahoga el eco de quienes han labrado sus tierras por más de 200 años. Los hermosos parajes del Ávila se ven amenazados por el paso del hombre; por la pisada del foráneo, el que jamás se ha confundido con la tierra en una relación armónica y solidaria. El Gobierno, despreciando la opinión de los pobladores, ha decidido seguir adelante con la construcción de un nuevo teleférico que conecte Macuto con Galipán y reabra la conexión colgante entre ambos extremos de la montaña.

El sistema, puesto en funcionamiento originalmente por Marcos Pérez Jiménez y clausurado en 1980, ha pasado 35 años de abandono. Hace siete años reflotaron las promesas de reinaugurarlo, de que los trabajos iniciarían en 2014 y que estaría listo en 18 meses. Nada de eso se cumplió. Pero desde la Gobernación de Vargas son más importantes los beneficios que los retrasos. Por eso, el gobernador Jorge Luis García Carneiro asegura que el turismo regional tendrá un impulso importante y hasta se desahogará la autopista Caracas-La Guaira: darse un chapuzón en el Caribe quedará a 45 minutos de viaje colgante por las laderas del cerro. Son los mismos argumentos que blandía el exministro de Turismo Andrés Izarra cuando anunciaba la oportunidad de desarrollar una estación turística “chévere” en pleno pulmón vegetal.

En el trazado original, las cabinas se movían entre la cima del Ávila y la estación El Cojo, en Macuto, pasando por El Irón y San José, en la periferia de Galipán, y sin desembarque. Ahora, el proyecto eliminó El Irón y agregó La Hacienda, con posibilidad de bajar de las cabinas y recorrer el pueblo. Según el Consejo Comunal de San Isidro, la nueva estación sería “de reenvío” solamente pero el plan cambió, por lo que temen la llegada de más turistas siendo que en Maripérez no se regula cuánta gente ingresa al parque. “Galipán se puede dar abasto con el turismo, pero siempre que sea organizado, no con el desastre que hay aquí”, defiende Denis.

El cambio de ruta, además, afectará a algunos de los terrenos de los vecinos. “Seguro afectará a los más pendejos, y no a las casas de los millonarios”, que han ido brotando en las laderas, según denuncia un vecino que reserva su identidad. La entrada de la casa de Zulay Guánchez será completamente tapada por una de las nuevas torres. Según dicen en el pueblo, la ubicación original de la columna sería en terrenos de la casa Rancho de Oro, una construcción lujosa que algún adinerado compró a Jack Dornbusch. Guánchez, temerosa de compartir su testimonio, asegura que no ha recibido propuesta alguna de indemnización, tan solo el comentario de que le será acondicionado un sendero para poder ingresar a su vivienda.

El Estudio de impacto ambiental y socio cultural (EIASC) explica que Doppelmayer, empresa austríaca expertas en sistemas de transporte colgante, ofertó una ruta diferente a la construida en 1956 por el difícil acceso hasta el trazado antiguo, que requeriría transportar materiales usando helicóptero, aumentando dos o tres veces los costos y los tiempos de ejecución. También especifica que se descartó el trayecto original porque en la zona hay profundos cañones y propensión a aludes similares a los ocurridos en 1999.

Según la empresa Arbórea, encargada del EIASC, se estima que el sistema teleférico transporte a 1.000 personas por hora en la nueva ruta, unas 9.000 si se asume la máxima capacidad de los horarios en que funciona el teleférico, entre 9 de la mañana y 6 de la tarde. Los vecinos creen que poner en funcionamiento más locales comerciales para atender a más público incrementará la contaminación ambiental de la que es víctima El Ávila y sufren los galipaneros. Temen al aumento de desechos sólidos, contaminación sónica y aguas residuales sin tratamiento, amén de una demanda abultada por agua potable, cuya disponibilidad ya es precaria porque proviene de manantiales naturales copados.

Argenis Denis, miembro del Consejo Comunal de San Isidro en esa localidad, explica que desde las primeras reuniones que se lograron con Venezolana de Teleféricos (Ventel) y el Ministerio de Turismo, la comunidad ya exponía que no existen las estructuras para soportar una demanda del turismo masiva y que la ruta del nuevo sistema irrumpe con la cotidianidad de la comunidad. Yadeysi Santana, vendedora de dulces y flores, integra el comité turístico de San Isidro y asegura que no existen estructuras acondicionadas para un incremento en el volumen de visitantes. Dice que los actuales son suficientes, justo la cantidad que pueden atender. Sin embargo, sus quejas han sido desoídas.

El integrante del Consejo Comunal indica con precisión dónde está los pozos de aguas servidas que salen de la estación turística  Waraira Repano: tanques que se desbordan cada sábado y domingo cuando la cima de la montaña colapsa por la cantidad de visitantes transportados en funicular hasta el antiguo “Ávila Mágica” desde Maripérez. Explica Denis que las aguas negras están conectadas a una planta de tratamiento que no funciona desde 2012, y corren montaña abajo con todo y materia fecal. Son el visitante apestoso cada fin de semana en la comunidad de San Isidro. El turismo hiede. Pero no es solo el olor, el fétido líquido termina en los ríos que surten los caseríos más bajos.

Desidia, improvisación y basura. El coctel que se baña en aguas residuales encuentra en los desechos sólidos su guinda. Argenis Denis sostiene que “desde todas las laderas del Warairarepano se puede observar el basurero que rodea la estación”. Es duro: “la montaña está full de basura”. Por eso hay escepticismo sobre las ventajas de tener más intervención de infraestructura en el pueblo, visto que Mintur no ha hecho mantenimiento de los cinco pozos profundos de agua potable que están en el Humboldt desde la época de Marcos Pérez Jiménez, por lo cual la demanda turística se surte con camiones y algunas mangueras que se nutres de Lagunazo. “Si esto es así y nunca lo han arreglado, imagínate. Ellos se comprometieron en asamblea de ciudadanos en ensanchar las carreteras de cemento, poner paradas con alumbrado público, pozos profundos de agua y que todo eso iba a estar listo antes de la obra”. Pero las construcciones ya comenzaron, sin la completa aprobación del pueblo galipanero y sin la Autorización de recursos ambientales que debe emitir Inparques, organismo que ha optado por el silencio, según fuentes del Sindicato de Trabajadores (Sunep-Inparques). Ello supone un ilícito en la Ley orgánica del ambiente, de parte de Ventel y sus empresas contratadas Alfamaq y Doppelmayer.

Pero el gobernador de Vargas está convencido. Es más, el pasado 11 de septiembre aseguró que el teleférico Macuto-Waraira Repano será construido “pese a las trabas de opositores”. La postura del mandatario regional es la misma que llevó a una consulta pública que se realizó el pasado 3 de septiembre en el colegio de San Isidro. La reunión buscaba ahondar, frente a los pocos vecinos que se presentaron, en la explicación técnica del proyecto y las afectaciones que este implicaba. La exposición del Estudio de impacto ambiental y socio cultural (EIASC) había sido solicitada por los habitantes de Galipán desde hace mucho tiempo, según recuerda Yahiri Marín, educadora ambiental y  miembro del Comité de Vivienda del Consejo Comunal de San Antonio. El día del encuentro, a García Carneiro lo acompañó la candidata del Psuv a la Asamblea Nacional Durga Ochoa, y una representación de Instituto Nacional de Parques (Inparques), la Guardia Nacional y Venezolana de Teleféricos (Ventel). El EIASC fue expuesto por la consultora ambiental Arbórea.

727 firmas respaldaron un documento presentado por el presidente de la Asociación de Vecinos de Galipán, Roberto Pérez Cabrera, en rechazo a la nueva ruta del funicular en la cara norte de la montaña. Pero los oídos del gobernador estaban afinados sólo para “críticas constructivas”. Las oposiciones debían ser llevadas a mesas técnicas. Pérez Cabrera insistió en su derecho a incidir en los planes de construcción al ser “pobladores autóctonos” del lugar reconocidos como tales desde 1993 por disposición legal. Pero Hernán Toro Hernández, representante del Consejo Comunal, zanjó el asunto gritando “¡Chávez vive!”, para recibir un “¡La lucha sigue!” desde las primeras hileras de sillas.