Cultura

Lugar Común: balsa para la literatura venezolana

“Escribir es una mala maña”, afirma Rodrigo Blanco Calderón, uno de los directores de la Editorial Lugar Común, casa que publica lo nuevo de autores criollos y lo clásico de la literatura occidental

Fotografía: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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“Lo natural es leer, lo antinatural es escribir. Es un acto de insatisfacción pensar que al mundo le hace falta un libro tuyo, hay mucha vanidad en eso. Además, nunca harás algo nuevo. Es como la música clásica. Nadie ha escrito piezas como esas. Los grandes músicos se caracterizan hoy en día por interpretar a Bach, Chopin, pero no por crear algo nuevo. Sin embargo, esto no significa que no deban haber nuevos creadores, porque de ser así el arte moriría”, añade el experto en letras.

“El problema es que se cae en el error de pensar que lo que se haga debe ser original, entendiendo original como algo innovador, sin darse cuenta de que el concepto de originalidad es volver a los orígenes. Es buscar en la historia”, continúa Rodrigo refiriéndose a la tarea que tienen los escritores de hoy.

No obstante, esta no es la única labor de los nuevos talentos de la literatura venezolana. Al parecer ya se ha creado un nexo entre la gente y la cultura y las artes en general. Ejemplo de esto es el aumento de personas que van al cine a ver películas criollas o a descubrir cosas en eventos de corte literario, como las diferentes ferias del libro. También van a festivales de danza o de teatro. Ya este es un camino recorrido, pero la batalla no está ganada. Queda por delante una lucha con la economía y la situación sociopolítica del país.

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“En los últimos 10 años ha habido una sintonía escritor/lector. Más que un auge de la literatura venezolana, lo que ha sucedido es una curva de producción con altos y bajos. Actualmente, estamos en una curva descendente por todas las dificultades económicas que estamos viviendo. Pero el vínculo se logró y consolidó. En medio del caos las personas se apegan al arte, en este caso a la literatura, aunque la producción haya bajado”, agrega Rodrigo.

Y es que el escritor venezolano no la tiene fácil. Para publicar un libro las únicas herramientas que existen son: los concursos o premios y el envío de manuscritos a editoriales. Lo primero es una buena opción para aquellos que incursionan por primera vez en la escritura, pero lo segundo se convierte en una tarea un poco más difícil debido a que no todas las editoras reciben obras. Lugar Común no los acepta, por diferentes razones: ya tiene un número determinado de publicaciones destinadas hasta finales del 2014, no se da abasto a la hora de leer y aprobar bocetos y, finalmente, tiene un catálogo donde logra hacer un balance entre lo nuevo y lo viejo con temas de interés para la editorial.

“Es un tema de respeto con las personas que nos entregan propuestas para publicar. Muchas veces no podíamos siquiera contestar por falta de tiempo. Por eso ahora no recibimos nada. Tenemos ya una lista, un catálogo consolidado al que nos apegamos”, añadió Garcilaso Pumar, miembro del crew de trabajo de Lugar Común —formado también por Luis Yslas, César Segovia y Rebeca Pérez Gerónimo. Esta lista abarca cinco géneros: periodístico, narrativa, poesía, literatura infantil y música popular.

Entre los autores que apoyan están Ruby Guerra, fundamental para la editorial; Elisa Lerner, que propone unas crónicas a modo de memoria urbana; y Juan Carlos Méndez Guédez, que muestra la visión de un venezolano fuera de su tierra. Al mismo tiempo, por el momento histórico que vive Venezuela, Rodrigo recomienda leer a Elías Pino, Inés Quintero y a Manuel Caballero.

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Pero Lugar Común, ubicada en la avenida Del Ávila con Francisco de Miranda, Edificio Humboldt, no es solo un espacio para comprar y leer estos autores. “Es un lugar de encuentro, un mini centro cultural. Estamos abiertos a cualquier tipo de propuestas para evaluar, aprobar y ejecutar”, afirmó Rebeca, la Coordinadora General de la librería. “El nombre se pensó literalmente. En principio queríamos que fuera un bar, luego se transformó en una especie de librería-café-galería, como puedes ver”, añadió Garcilaso señalando la cómoda y acogedora barra junto a la sección de exposición de obras del espacio.

Y, por si fuera poco, el lema de “atendido por sus propios dueños” aquí es literal. “Tratamos de atender a los clientes como si esta fuera su casa, tienes las sillas para sentarte a leer, el internet y un buen café, que preparamos nosotros mismos”, afirmó Garcilaso mientras preparaba un “marroncito” de máquina que olía a tarde de cuentos y de lectura amena. “Se necesitan más editoriales independientes, la inversión de trasnacionales, espacios como este para consolidar el amor a la cultura y, sobre todo, mecanismos que nos permitan exportar publicaciones venezolanas, que lo que se produzca aquí tenga un sello de exportación”, cerró Rodrigo la conversa.

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