Sucesos

Venezuela sádica: el placer de matar

El rojo que tiñe las estadísticas de violencia en Venezuela se hace más intenso. Para algunos criminales no basta con asestar una bala o dar un corte certero en un cuerpo ajeno. Un impulso los lleva a decapitar, desmembrar, desollar incluso comerse a sus presas. Destruir su humanidad entera, dar al traste con su forma y hasta esparcir sus restos

Composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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Hay quienes encuentran en los asesinatos inspiración y en los gritos gozo. En las caras de sufrimiento ajeno, pasión. Para quienes matar es un arte, la sangre no se derrama por gusto, cada gota debe dar placer. La historia de la humanidad está plagada de crímenes medidos y fríamente calculados. Los que descubren lujuria en la muerte dejan el rastro en las víctimas, en sus humanidades destrozadas. Cuerpos desmembrados, regados por toda la ciudad. Bolsas de basura llenas de órganos. Cadáveres encendidos, abaleados con más de 20 tiros. La violencia se apodera de estas calles, también de las conciencias. No todos los homicidios son iguales, hay algunos que delatan a los agresores que  hacen de ellos un motivo para vivir.

Los delitos de una nación son el termómetro para medir qué tan violenta es. Además, indican la profundidad de su descomposición social. Desde hace tiempo, Venezuela tiene fiebre de 40 grados: 2.000 muertos por mes, 24.980 en todo 2014, según estadísticas del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV). Asesinatos, robos, secuestros y violaciones son algunos de los motivos que ponen a batirse  con la Pelona. Sin embargo, un grupo selecto de villanos no busca dinero, tampoco se le escapa una bala; lo de ellos es planeado y mucho más oscuro.

“En cuanto al derecho penal, un homicidio es igual a otro, sea hecho con un arma blanca o de fuego. Es la criminología la que se encarga de estudiar el delito como fenómeno social y el abordaje del delincuente”, comenta el criminólogo Fermín Mármol García. “Los crímenes horrendos”, como son conocidos aquellos delitos en los que la víctima sufre un daño mayor:  torturas, quemaduras, desmembramiento o cualquier tipo de distorsión al cuerpos son un reflejo de cómo la violencia recrudece en el país.

Aunque Mármol asegura que en la escala de los delitos este tipo es minoría, percibe que en la última década han aumentado. Muchos tienen sed.“En una sociedad sana en la que el crimen esté controlado, los delitos atroces deben generar consternación social. En sociedades enfermas los delitos atroces son imperceptibles”, añade produciendo un terremoto de consternación. Otro experto, Javier Gorriño apunta que “la mayoría de las veces los descuartizamientos están relacionados con que el autor no quiere ser identificado. El objetivo no es solo acabar con la persona, sino también borrar toda evidencia y retrasar el tiempo de investigación”.

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«No en todos los delitos horrendos hay pérdida de la vida, hay unos que terminan en lesiones, violaciones y torturas”. Los únicos que sobreviven en estas situaciones son los traumas. “Antes, cuando se encontraba un cuerpo ultrajado, se solía tildar como un crimen pasional, en definitiva esa era la primera opción”, dice Gorriño. Pero la lista se alargó y en pleno 2015, cuando la democracia y los derechos humanos hacen presunción de un mundo civilizado, cada vez existen más motivos para hollar, coludir, mancillar la dignidad del otro.  “Los criminólogos partimos de cinco tipos de delincuentes clásicos que materializan su crueldad. Primero: todos aquellos ligados al tráfico de drogas, suele ser una manera de comunicarse con los miembros de otras bandas. Segundo: temas religiosos, creencias paganas y satánicas que inviten a la tortura de la víctima. Tercero: la cultura carcelaria, Latinoamérica en general suele tener presos muy violentos cuyo honor es agrandado por la magnitud de sus desmanes. Cuarto: patologías o enfermedades, en este caso requieren de atención médica, suelen ser depravados sexuales, racistas o resentidos en cualquier área. Quinto: crímenes pasionales, no suelen ser planificados, más bien es algo irracional del momento”.

Cuentos de la cripta

No todas las muertes se celebran igual. Todos los 14 de julio los vecinos del barrio Pariaguán, estado Anzoátegui, se reúnen a conmemorar el fallecimiento del hombre que izó por primera vez la bandera tricolor, Francisco de Miranda. Pero el aniversario del 2015 fue distinto. El busto del prócer no fue el único que escuchó al gallo cantar. También lo hizo el de Rosario Gamboa, aunque el suyo era tan solo un despojo de carne y hueso rodeado de moscas. Quienes la mataron decidieron posar la cabeza de Rosario justo al lado del héroe, en la plaza del pueblo. “La banda que lo mató quiso darle un mensaje a los miembros de otro grupo delictivo. Gamboa no solo era buscado por la policía, también por los malandros”, dice Mármol García sobre el caso del hombre cuyo cuerpo y extremidades fueron encontrados en las afueras del lugar, también separados y heridos.

“En los últimos 15 años se ha visto un incremento de la crueldad. El trato en los secuestros es un ejemplo. Hubo una banda que se encargaba de cortarle los dedos a los secuestrados y enviárselos a los familiares. Eso, sin duda, es decadencia. Ya no se trata de pedir rescate, también hay perversión”, comenta el heredero de quien escribió Cuatro crímenes, cuatro poderes. Según las cifras del criminólogo, al menos 12 casos han tenido este modus operandi“El hampa profesional tiene un ‘currículum de homicidios’ mientras más impactante el delito, más profesionales y respetados son”, agrega.

En julio de 2014, el periódico La voz reportó: “En la calle Beethoven de Bello Monte, Caracas, fueron hallados la mañana de ayer al frente de un kiosco, los restos de una persona repartidos en tres bolsos. Las partes humanas fueron envueltas en envoplast y luego cubiertas con prendas de vestir”. El rotativo detalló: “una mujer que pasó fue quien se atrevió a revisar el equipaje y lo que encontró la dejó impactada. En uno de los bolsos logró ver unas manos y parte del fémur de una persona”. Tan solo 10 días antes otra noticia también retumbó en las primeras planas. Las manos y la cabeza del comerciante Enrique Maia Sardinha, que había sido secuestrado, fueron lanzadas desde el puente que pasa sobre el mercado de San Martín.

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En el reino del señor hay de todo. Aún el nombre de Dorángel Vargas es recordado, aunque no más que su apodo: “el comegente”, quien se encargó de adobar y engullir a sus víctimas. Era un vagabundo que solía cazar sus presas en el parque 12 de Febrero, en Táriba, estado Táchira. A los alrededores de su rancho, policías encontraban cadáveres. Más tarde empezaron a sospechar de “el loco de la zona”. Al entrar donde vivía hallaron órganos sazonados en su nevera.  Los crímenes los cometió a finales de 1998 y a principios de 1999. Se cree que se comió alrededor de 40 personas. Hasta ahora es catalogado como el primer caníbal público de Venezuela. Cuando lo metieron preso dijo: «Yo no estoy loco, yo lo que quiero es comer gente». Pero él no era el único sangre fría. Más reciente, se conoció a Abraham García Hernández como el estrangulador de Caricuao, catalogado por los medios como “el primer asesino en serie del país”. En marzo del 2015 Runrunes.com reportó “tiene seis víctimas confirmadas. Escogía mujeres de la calle. Las violaba, las golpeaba y las asfixiaba”.

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No todos los cadáveres hablan

Un asistente patólogo que solía trabajar en la Morgue de Bello Monte asegura que el 80% de los cuerpos que llegan a ser inspeccionados corresponden a delitos del hampa común, el otro 20% son crímenes horrorosos. “Cuando un cuerpo es casi irreconocible, como es el caso de los quemados o desmembrados, el punto clave para reconocerlos es la dentadura, es la parte que más suele resistir”, menciona. Pero en Venezuela no existen registros odontológicos de sus habitantes, por lo que el proceso para reconocer a quién pertenecen los huesos se vuelve harto complicado. “Lo que se suele comparar es el expediente de la autopsia con la fecha de desaparición que menciona la familia. Luego, los parientes buscan en informes médicos o visitas al odontólogo viejas, algunos datos que los ayuden a comparar con lo que arroja el forense. De esta manera pueden verificar si la persona que tienen al frente es conocida”.

“Durante mi trabajo en la morgue la mayoría de los casos horrendos difíciles de reconocer eran de quemados”, comenta el asistente patólogo. Pero no todos son retirados o encontrados. “Hay un cuarto al que le llaman ‘el túnel del tiempo’ allí guardan en bolsas especiales todos los cuerpos que no han sido reconocidos ni reclamados”. No obstante, hay algunos que son más cotizados. “Existen bandas interesadas en el cadáver. Es ahí cuando amenazan al personal y les piden que se lo entreguen. También pasa que piden cambiar la causa de la muerte”, comenta el ex empleado.

“La forma de matar no es lo único grave, también el hecho de que de cada 100 delitos 8 son los que se castigan”, afirma el criminólogo Fermín Marmol García. “Los índices de impunidad, más la forma de los delitos que ocurren en el país, nos añaden en la lista de los países mas violentos del mundo, en la misma en la que está Colombia, México, Brasil y el bloque centroamericano”.

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