Literatura

Miguel Otero Silva, el compromiso de la palabra

Hoy se celebran 107 años del nacimiento de Miguel Otero Silva, escritor, periodista, humorista, pero ante todo, literario. El responsable de que obras como Casas Muertas fuese lectura obligatoria en los liceos y de que El Nacional fuese parte de la idiosincrasia periodística de un país

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Hace 107 años nació el primogénito de la familia Silva Otero, el escritor de la familia de cuatro hermanos, el que junto a su padre Henrique Otero Vizcarrondo fundaría uno de los periódicos de oposición más controversiales de la historia venezolana en 1943. Allí, en el corazón del estado Anzoátegui en la madrugada del 26 de octubre. Hoy cumpliría años, así como su obra Casas muertas celebra 60 años de su primera publicación.

El hijo de Mercedes y Henrique emigró a la capital en su adolescencia, donde posteriormente estudiaría ingeniería en la Universidad Central de Venezuela. “Yo preferí la Ingeniería porque allí, al menos, se veían algunas materias de Matemáticas puras, que era lo único más o menos poético que podía aprenderse en aquella universidad semifeudal”, dijo al diario que se convertiría en su sello de presentación. Pero la abandonó; lo suyo era la escritura.

Se debatía entre la política y las artes desde el hacer literario. Entre defensor acérrimo de la participación ciudadana y una de las figuras más notables de la literatura y del periodismo criollos. En 1936, cuando el movimiento popular se enfrentó a los reductos supervivientes de la tiranía gomecista, Miguel Otero Silva fue uno de sus dirigentes, parte de la Generación del 28. Sus intentos de hacer periodismo en un país que migraba del militarismo a presidencias civiles se frustraron con el gobierno de Eleazar López Contreras.

Junto a Kotepa Delgado y Carlos Irazábal fundó El Morrocoy Azul en marzo de 1941, el “semanario surrealista de intereses generales” que contó con una gran popularidad para el momento. Sin embargo, su mandato no estaba preparada para críticas gubernamentales aún, los desacuerdos aún no se aceptaban como en las democracias idílicas. Otero Silva fue desterrado del país, tildado de comunista. En 1937 formó parte del primer congreso del Partido Comunista de Venezuela, incluso se le considera uno de los fundadores, junto a los hermanos Machado.
El estar fuera – en Curazao, México, España, Francia – no castró sus ansias periodísticas, pese a los kilómetros de distancia. Delgado contó en Papel Literario que “a los dos meses, cuando López entregó el mando a Medina, Miguel fue autorizado a regresar a Caracas y lo recibimos con la grata noticia de que estábamos vendiendo 40.000 ejemplares. Se incorporó como jefe de Redacción y desde entonces su gloria humorística creció como las sombras al declinar el Sol”.

Con la apertura democrática que surgió con Medina Angarita, Otero Silva se dedicó más de lleno al periodismo que anhelaba. La primera edición del periódico que sería su estandarte, su sello distintivo, salió el 3 de agosto de 1943 con su impronta innovadora, moderna y plural. Otero Silva, además de fundador, era el jefe de redacción de El Nacional, con Antonio Arráiz como director. Uno de los aportes de que el escritor hizo al diario fue la mancheta, elemento editorial que aún se mantiene hoy en día a pesar de los recortes de papel y la falta de espacio, cada vez más apremiante. La primera rezaba: “Condenamos la conspiración, el golpe militar, la apelación a la fuerza y a la violencia, la intervención de militares en la vida pública; y condenamos esas cosas antes del 18 de octubre, el 18 de octubre y después del 18 de octubre de 1945”. Líneas claras ante tiempos turbios.

Y por no callar fue apresado en varias ocasiones. Incluso, el 23 de enero de 1958 se encontraba detenido en la Seguridad Nacional. En ese mismo año, fue electo senador y pudo sumar el Premio Nacional de Periodismo al de Literatura, que ya tenía.

Desde El Nacional ayudó a insignes pensadores de izquierda latinoamericanos como Juan Bosch (quien luego fuera presidente de República Dominicana en varias ocasiones), Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Aquiles y Anibal Nazoa. Siendo director del diario, recibió presiones por parte de gobierno de Rómulo Betancourt por sus posiciones políticas, motivo por el cual se separó de la redacción del periódico, no volviendo a intervenir en la redacción del mismo, salvo en contados casos. Las líneas comunistas incomodaron tanto a la comunidad recientemente democrática como a la Asociación Nacional de Anunciantes (ANDA), lo que llevó a Otero Silva a separarse de la dirección del diario y darla a Raúl Valera, además del despido de varios columnistas. Poco a poco, las líneas democráticas se fueron mostrando en los ejemplares, hasta convertirse en el periódico actual, presidido por su hijo Miguel Henrique que siguió las huellas de su padre en el terreno del periodismo y tomó su relevo al frente de El Nacional.

Entre sus escritos más notorios están Fiebre (1939), Casas muertas (1955), Oficina n.º 1 (1961), La muerte de Honorio (1963), Cuando quiero llorar no lloro (1970), Lope de Aguirre, príncipe de la libertad (1979), La piedra que era Cristo (1985), además de sus poemas y ensayos. En 1946 se casó con María Teresa Castillo Terán, también periodista e izquierdista, con quien tuvo dos hijos: Miguel Henrique y Mariana. Además, el escritor recibió el Premio Lenin de la Paz de parte de la Unión Soviética en 1979, galardón soviético equivalente al Premio Nobel de la Paz. El hombre de las letras, de la escritura humorística, murió en Caracas el 28 de agosto de 1985.

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