Sucesos

Simón Adrián Carrillo, la noche gay que terminó en muerte

Familiares de Simón Adrián Carrillo, venezolano asesinado en la discoteca Pulse de Orlando, rompieron el silencio desde Cabudare, estado Lara. El joven abandonó el terruño, la casa en 2006, cuando decidió forjarse un porvenir lejos de la inseguridad. Tamaña ironía: sus planes fueron truncados el domingo 12 de junio. El odio y el extremismo aniquilan. En 2016, la homofobia late en las mentes criminales

Texto: Carlos Iván Suárez
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“Era el alma de la familia”, es lo primero que dice Ariani Carrillo, la hermana residente en Venezuela de Simón Adrián Carrillo Fernández, de 31 años de edad. Él fue el único venezolano asesinado por Omar Siddique, afecto y acólito a la ideología del Estado Islámico (ISIS) que, con pistola corta y rifle de asalto en mano, exterminó a sangre fría a más de 49 personas en la discoteca gay Pulse, en Orlando, Estados Unidos. La madrugada del domingo 12 de junio pasará a los anales del odio.

En la casa de los Carrillo Fernández llegó la angustia desde que sonó el teléfono y le informaron a Ariani que el menor de los cuatro hermanos se encontraba en el lugar del suceso. No se sabía nada de él.

Fue la madrugada del domingo cuando uno de los hermanos que reside en Estados Unidos le avisó. Desde entonces mantenía la esperanza de que Simón Adrián se encontrara con vida. “Había llegado de viaje. Lo invitaron los amigos porque era una noche latina, fueron a Pulse a disfrutar y pasarla bien. Después en la mañana nos enteramos de la matanza por los acompañantes que salieron ilesos, pero él no aparecía”.

Para los Carrillo ha sido una situación muy difícil. En principio, como Simón no llevaba consigo su identificación, porque había botado la cartera, no estaba confirmado que se tratara de él. “Mis hermanos se movilizaron por todos lados. Volvieron a la policía con el pasaporte, confirmaron que era él. El lunes en la madrugada, la policía de Orlando tenía pocas noticias por la magnitud del hecho y no habían sacado todos los listados”, explica Carrillo Fernández, claramente consternada por el suceso.

Ariani tiene la voz entrecortada. Su rostro delata que tiene horas sin dormir, las mismas que ha estado llorando por la pérdida de quien hace 10 años dejó su tierra natal en búsqueda de seguridad y mejores oportunidades de vida. “En ocasiones lo robaron aquí, aunque nada fuerte, pero en la primera que viajó a Estados Unidos se sintió seguro, le gustó y se quedó (…) Todo lo que se propuso lo logró. Muy emprendedor, le gustaba viajar, compró su casa. Se llevó a mi mamá para allá y se hizo ciudadano americano”.

Rememora que su hermano mayor fue el primero en abrir las alas con la esperanza llamada sueño americano. Poco a poco los integrantes de esta familia fracturada fueron estableciéndose en Estados Unidos. Le siguió Simón y después la menor del clan. Ante la interrogante de cómo fueron los inicios de la inmigración, Ariani sonríe con tristeza. “Fue difícil. Eso lo sé yo porque he ido. Como todo el mundo, no es nada fácil… ¡Trabajaba tanto!”, exclama.

Al pasar las horas, la casa de rejas blancas, donde creció Simón Adrián, recibe más conocidos, amigos y vecinos. Todos brindan apoyo, hablan bien de él. No hay un mal comentario. Simón estudió Contaduría Pública en la Universidad Ana G. Méndez de Puerto Rico con sede en Orlando y también trabajaba como gerente de una conocida cadena de comida rápida.

 Las últimas vacaciones

Simón Carrillo recientemente había llegado de vacacionar. Se paseó por Canadá y Nueva York, una experiencia que quiso vivir sin pensar que sería el último periplo terrenal. En 2013, pisó por última vez Venezuela —unos 15 días aproximadamente. Viaje en el que se reencontró con sus amigos de la infancia, con los que creció. Recorrió calles del recuerdo en Cabudare y Barquisimeto —donde se graduó de bachiller. “Era muy risueño, gritón, echador de broma. Muy carismático”, confiesa, Ariani, quien toma de la pared un retrato de cuando él tenía apenas dientes de leche.

El teléfono de Ariani no para de sonar. El televisor está encendido con la señal de CNN en Español esperando mayores detalles. Mientras concede la entrevista está pendiente de la computadora, pues uno de sus amigos la ayuda a conseguir boleto hasta Miami para estar con los suyos en este difícil momento.

Aún desconoce si el cadáver de su hermano lo traerán a Venezuela, aunque lo duda por los trámites y onerosos importes. “Imagino que el Gobierno norteamericano costeará los gastos fúnebres, pero no estoy segura porque el proceso es muy lento por la magnitud del ataque”.

Vecinos lo sospechaban

Jesús Gómez es vecino desde hace más de 40 años de la urbanización Chucho Briceño de Cabudare. Conocía a Simón Adrián desde que era niño. «Siempre fue un muchacho tranquilo», certifica, incluso cuenta que estudió con sus hijos en el mismo colegio. Adrían no había mostrado actitudes distintas a las de un muchacho joven. Aunque en 2013, cuando regresó a Venezuela, estuvo solo, sin novias y comenzaron los cotarros a prenderse. «Ahí empezamos a criticar. Como dice uno el criollo, ese muchacho como que saltó la talanquera», confiesa Gómez. Tanto él como el resto de los vecinos están conmocionados por lo ocurrido.

Santa Barbara Airlines ofreció regalarle los pasajes a los familiares que aún se encuentran en Venezuela para que viajen a Orlando a darle el último adiós. No obstante, Arianni Carrillo, habría sido deportada hace años, lo que dificultaría su entrada al país norteamericano.

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