Cultura

Hell or High Water o ¡diablos, nunca nos cansamos de Jeff Bridges!

Traducida como Comanchería o Sin nada que perder, este nuevo "western" que ¿protagoniza? Jeff Bridges es un relato redondito sin mayores pretensiones que funciona gracias a la buena química entre los actores. 

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Through these fields of destruction
Baptism of fire
I’ve watched all your suffering
As the battles raged higher
And though they did hurt me so bad
In the fear and alarm
You did not desert me
My brothers in arms

Brothers in Arms, Dire Straits

Aceptemos que desde Unforgiven (1992, Clint Eastwood) no ha existido otra cinta pura, del género, que haya impactado al público y a la crítica, a pesar de esfuerzos interesantes como Open Range (2003, Kevin Costner), The Assasination of Jesse James by the Coward Robert Ford (2007, Andre Dominik),  Appaloosa (2008, Ed Harris), Lawless (2012, John Hillcoat), In a Valley of Violence (2016, Ti West), de las «revisiones» caprichosas de Quentin Tarantino (Django Unchained y The Hatefull Eight) y remakes innecesarios (The Magnificent Seven).

Otros autores encontraron una vía diferente, usando los mismos argumentos de las grandiosas cintas de Sergio Leone, pero en épocas y contextos diferentes. Títulos como Fargo (1996, los hermanos Cohen), No Country for old Men (2007, de nuevo los Cohen), Winter’s Bone (2010, Debra Granik), la nihilista The Rover (2014, David Michod), The Hollw Point (2016) y el relato dentro del relato de Nocturnal Animals (2016, Tom Ford) van en esa línea. Ante tal avalancha, los críticos se vieron obligados a crear nuevas etiquetas: «Western policíaco», «Thriller rural», «Neowestern» o «Noir-Western». Hell or High Water (HOHW) llega para sumarse a esa lista.

Dirigida por David Mackenzie, a quien recordamos por la interesante Perfect Sense y la durísima Starred Up y escrita por Taylor Sheridan (Sicario), HOHW está perfectamente estructurada, de manera que nada le sobra y nada le falta. Incluso Chris Pine (Toby Howard) cumple con su rol, lo que ya es decir bastante. Sin embargo, es Jeff Bridges el que logra encarrillar la propuesta, interpretando a Marcus Hamilton, un Ranger cansado y enfermo, con un sentido del humor muy negro. Sus chistes políticamente incorrectos y la relación con su compañero de patrullaje, Alberto Parker (Gil Birmingham), son lo mejor de la cinta.

Hasta cierto punto, más que un western, podríamos aseverar que estamos en una buddy movie. Ira konigsberg catedrático de Cine y Lengua Inglesa, creador del término para «El diccionario completo del cine»,  afirmaba que este género «enaltece las virtudes de la camaradería masculina y relega la relación hombre-mujer a una posición secundaria». Un ejemplo muy conocido es la dupla Mel Gibson y Danny Glover en Lethal Weapon, aunque Tony Curtis y Sidney Poitier (The Defiant Ones) y Paul Newman y Robert Redford (Butch Cassidy and the Sundance Kid) habían establecido los parámetros de este tipo de cine. De hecho el propio Bridges (con John Goodman) tiene su buddy movie: The Big Lebowski.

Brothers in Arms

HOHW inicia presentándonos a los hermanos Howard. Son dos forajidos, con características diferentes y complementarias. Tanner (Ben Foster) es puro instinto y fuerza bruta. Toby es la conciencia de la relación. Ambos se lanzan a la conquista de lo que han perdido, aún cuando deban quebrantar las leyes. Porque, verán, este no es un filme entre policías y ladrones. Es mucho más y por eso la cinta se ha metido en la pelea por el Óscar, aunque con posibilidades mínimas.

Decía John Wayne, el actor por excelencia de los westerns, que «un hombre tiene que hacer lo que un hombre tiene que hacer». Así, Marcus y Alberto cumplen con sus obligaciones justicieras porque es el trabajo que escogieron, mientras que Tanner y Toby necesitan recuperar lo que un perverso sistema económico les ha cobrado debido a que es un asunto de sangre.

Precisamente, esa mirada hacia la Texas árida, de civiles armados y ciudadanos a merced de los inescrupulosos bancos, es el plus de la historia. «Con razón mis hijos no quieren seguir cumpliendo con la tradición», dice un cowboy (el propio guionista, en un genial cameo); una mesera desafía a la autoridad porque se niega a entregar 200 dólares de propina que fueron robados de un banco: «Con esto pago la mensualidad del clases de mi hijo». Y una encargada de un local convence a los Rangers de comerse el único plato que pueden ofrecer.

Esas pinceladas, además de la presencia de armas en manos de civiles como si fueran caramelos, elevan de rango la cinta que termina con un duelo original; una salida muy inteligente que confirma la madurez del director y del guionista. Todo eso salteado con un soundtrack precioso, en el que destacan las composiciones del gran Nick Cave, guionista por cierto de dos westerns: The Proposition (2005, John Hillcoat) y la ya nombrada Lawless.

No obstante, es cierto que HOHW puede decepcionar a quienes esperan un western a la vieja usanza y que las referencias a la crisis que vive la América profunda, esa que votó por Trump y que describió muy bien Joe Bageant en Deer Hunting with Jesus: Dispatches from America’s Clas War, son apenas tagenciales, excusas para desarrollar una trama tan digerible como desechable, como un simple bistec en la carretera.

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