Cultura

Comienza el siglo XXI: enfocar el retrovisor para hacer el futuro

¿Qué tienen en común Radiohead, The White Stripes, M.I.A, Arcade Fire y Outkast? Bebiendo de las fuentes originales, hicieron los discos indispensables de la primera década del siglo XXI

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Año 2000. Comienza otra década, el siglo XXI. ¿A dónde miran los grandes músicos para inventar el futuro? Enfocan el retrovisor, beben de las fuentes originales, de la academia, del blues, de los 70, del funk, del soul y de los ritmos autóctonos. Ahí está todo. Pero todavía hay mucho por hacer: y lo hacen.

No fue nostalgia. No se trató de echar mano de lo que ya resultó. Lo que hizo esta gente para lograr los cinco discos indispensables de la primera década del 2000 fue como honrar a sus mayores y reinventar, adaptar, combinar, fusionar, experimentar. Y lograr una identidad propia que los hizo brillar.

Y todavía brillan.

Radiohead: Kid A (2000)

El Ondas Martenot, instrumento electrónico proveniente de las primeras décadas del siglo XX, es fundamental para poder entender Kid A, de la banda Radiohead. De diversas maneras este extravagante teclado ilumina la obra del quinteto británico. Primero que todo, llena de tonalidades y matices muchos de los temas del álbum, enfatizando atmósferas etéreas en algunos casos, o plenas de dramatismo en otros.

Ondas Martenot, controlador de voltaje que desemboca como nueva fuente de extraños sonidos, es originario de Francia y algunos de sus mejores ejecutantes también. De esa geografía surgen obras de corte académico que se ven reflejadas en Kid A. Este predecesor del moderno sintetizador contribuye también a “colorear”, a darle consistencia al concepto que tiene que ver mucho con melancolía, depresión y cierto derrotismo ante la vida. Adelanto que su escucha no será fácil, pero sí altamente gratificante y revelará a un Radiohead distinto al que veníamos escuchando en la década de los años 90.

Descubriremos piezas sofisticadas, bebiendo de la fuente academicista (Debussy y Oliver Messiaen), también a través de Miles Davis, devoto de Debussy, sigue presente Francia. Del tema “Treefingers” muchos dirían que nos lleva al campo del ambient de Brian Eno, y es verdad. Pero yo me remito a una historia más antigua, a Le Banquet Céleste de Oliver Messiaen (1928). Creo que este francés es fundamental para entender Kid A pues sigue repitiéndose en “How To Disappear Completely”, con un riguroso trabajo de cuerdas, también en “Motion Picture Soundtrack” donde un recurrente órgano, nos vuelve a recordar a Messiaen. Y se suma a la labor un arpa clásica.

Thom Yorke, líder de la agrupación, demuestra su capacidad para armar inteligentes puentes entre el rock y la música académica.

En esta búsqueda de nuevas fuentes y rutas para el rock aparecen borrosas imágenes de John Coltrane y Miles Davis (ver Indispensables 70).

Para mí uno de los mejores momentos del disco: “The National Anthem”, un trabajo impecable de Colin Greenwood (bajo) y Philip James Selway (batería), en el que nos someten a una introducción a lo Joy División, desembocando en descontroladas descargas jazzísticas, alaridos de saxos de los últimos años de Coltrane y la libertad ejecutora de Davis, y -por qué no- algo de Morphine (la banda del desaparecido Mark Sandman). El rock no será igual después de “The National Anthem”.

Las anteriores líneas me llevan a empalmar con la jazzística y postrera entrega de David Bowie, Blackstar (2015), revisar: “Tis A Pity She Was A Whore”.

Legado capital de Kid A es recurrir a la originalidad en momentos en los que el rock comenzaba a repetirse, intentar descubrir un nuevo mundo. Radiohead genera fractura en su corta historia, al tiempo que rompe con establecidas convenciones rockeras. Desaparece el verso/coro/verso; aparece una producción de tejidos y tramas; sin olvidar los dolorosos falsetes de Yorke, que son procesados de manera irreverente; sin miedo. Radiohead abre camino hacia lo electrónico no convencional (Kid A o In Limbo). Aun no termino de procesar cómo una grabación tan complicada logra tal éxito.

Desde el año 2000 comencé a ver a Radiohead como los Pink Floyd del nuevo siglo. Los nuevos extraños progresivos. Crearon un lenguaje propio, hermético, art rock rupturista, avant garde.

Kid A es un proyecto con muchos ramales, para ser escuchado infinidad de veces. Un trabajo tan elevado que Radiohead aun no ha logrado alcanzar nuevamente esa altura.

Outkast: Stankonia (2000)

Los golpes de caja y bombo de Eminem, Jay Z y Kanye West eran importantes empezando el 2000, el hip hop tenía vida a sus ventitantos años. Las contradicciones entre el flow del este (NY) y el del oeste (Los Angeles) amainaban: sus dos principales líderes habían sido asesinados. Surge una nueva alternativa: el Dirty South, con epicentro en Atlanta. Su cara visible: Outkast.

El dúo de la ciudad de Atlanta tenía entre sus principales cualidades una ágil rima, tan fluida que parecía metralla. Además, cargada de sátira e ironía con fuerte crítica social, fustigando el materialismo consumista y frívolo de la sociedad americana, (detenerse en “We Luv Deez Hoez”, especie de “Plástico”, de Rubén Blades, en formato hip hop). Stankonia resultó ser un lugar imaginario donde toda la carga crítica de Outkast hacía de las suyas.

Musicalmente, Stankonia es un adelanto práctico de la teoría del historiador del rock Simon Rynolds: la retromanía, un eterno regresar a músicas y géneros pretéritos, o como se designa un capítulo de su libro (Retromanía, la adicción del pop a su propio pasado) “Fantasmas de futuros pasados”. Los Outkast retornan al soul y funk de décadas pasadas, pero no para copiar. Todo lo contrario, su fin es renovar, refrescar el hip hop desde la memoria del sur de Estados Unidos.

Tratando de ordenar cronológicamente esta restauración retromaníaca, comenzamos por los padres del funk psicodélico, Sly and The Family Stone, allí están “Slum Beautifull” y el tema que da nombre al álbum, que a la vez sirven de encrucijada con el estilo P-Funk de George Clinton, otro de los responsables del funk cósmico.

Seguimos con Prince, la renovación del funk en los 80, “Gasoline Dreams” y “Toilet Tisha”. Entre una y otra experiencia de músicas pasadas podemos encontrar nuevos sonidos: bossa hop, “Humbel Mumbel” o “B.O.B” donde se cruzan drum & bass, guitarras Hendrix, scratches y cantos góspel.

Lo ecléctico continúa abriendo puertas al futuro inédito: Outkast dará los primeros pasos hacia algo que una década después se denominará trap: “Red Velvet” y “Gangsta Shit”, son la posición adelantada. Apurar el flow, enfatizar los beats sintéticos y revisar el mundo de las drogas serán algunas referencias para lo que viene. Años después el trap saludará los narcóticos desde las perspectivas del consumidor, pero el dúo de Atlanta se dedicará más a criticar su uso y comercio.

Outkast, dos personajes con coincidencias y diferencias en pensamiento y acción músical, cohesionados en Stankonia. Años después se distanciarán en un álbum doble, cada MC con disco diferenciado: Speakerboxxx/The Love Below, juntos pero no revueltos, continuará una buena saga.

The White Stripes: Elephant (2003)

Espíritu blusero con actitud punk, rock de garaje encarnando en el 2000, eso es John Anthony Gillis, mejor conocido como Jack White, quien junto a Meg White se hicieron llamar The White Stripes y elaboraron una colección de grabaciones durante la primera década de este siglo, todas memorables, donde destaca Elephant.

El trabajo de esta pareja, por demás inusual en el mundo del rock (guitarra, voz y batería), se inscribe dentro de una corriente muy común en la década que analizamos: el ver por el retrovisor, algo de arqueología rock. Ante un aparente agotamiento del modelo, se recurre al pasado como surtidor de inspiración.

The White Stripes va a lo más primario del rock, el blues, viejo sonido que se ve reciclado con un rock lo-fi, ese tipo de rock que hacían los chicos norteamericanos en sus garajes a mediados de los 60 tratando de imitar a sus estrellas favoritas. A esa combinación también se le llamó bluespunk.

TWS queriendo hacer un rock sucio, de dudosa calidad, terminó erigiendo una propuesta de excelente factura en cuanto a ejecución guitarrera, un híbrido que sería muy cercano a venideras agrupaciones: que lo digan The Black Keys o Cage The Elephant.

En Elephant está uno de los singles más difundidos de principios de siglo, “Seven Nation Army”, cántico generacional, simple, monótono, con los tres componentes de White Stripes, batería, voz y la guitarra que parece bajo gracias a la manipulación electrónica. La estructura se repite en “The Hardest Button To Button”, dejando claro el minimalismo que se respirará en todo el Lp.

Sudando blues, destacan “Ball And Biscuit” y “Girls, You Have No Faith In Medicine”, recordando, sin lugar a dudas a Led Zeppelin (ver Indispensables años 70).

La obsesión con el pasado por parte de Jack White es tal que en el estudio de grabación solo se aceptaron equipos que no sobrepasaran la década de los 70, y claro está, el registro fue analógico, lo que le dio un mayor encanto a la obra. La atmósfera garage es constante, con pequeñas grietas estilísticas que nos muestran intervalos punk (“Black Math”), folk (“Well It’s True That We Love One Another”) o “voces Queen” (“There’s No Home For You Here”).

El de The White Stripes fue el tiempo y espacio cuando los indies amaron el blues sin saberlo.

Arcade Fire: Funeral (2004)

Recomendación previa, tomen el álbum The Rise And Fall Of Ziggy Stardust And The Spiders From Mars, de David Bowie, (ver Indispensables años 70) examinen la segunda pista del lado A, “Soul Love”. Finalizada la audición, busquen en YouTube “Wake Up”, de Arcade Fire. Bowie está en la médula de la ópera prima de estos canadienses.

Funeral es el disco debut de Arcade Fire. Fue considerado por muchos como el disco del año. La crítica alabó el trabajo de estos músicos de la ciudad de Montreal (aunque provenientes de geografías diversas).

En el 2004 artista que resultaba complicado ubicarlo en algún género o subgénero en particular era llevado al catálogo de lo “alternativo” y en los casos de no contar con disqueras poderosas, al micro clima de los llamados “indies”. Arcade Fire clasificaba allí. Aunque esta codificación se prestaba para cualquier cosa, en el caso que estamos tratando, alternativo e indie aplicaba, era una propuesta totalmente fresca, renovadora, y aun, inclasificable.

Es cierto que se escuchaban ecos de Bowie, algo de U2, pizcas de Echo And the Bunnymen, pero la propuesta global sonaba original, limpia, moderna. Evidentemente rock, soplos folk, cantidad de cuerdas y desacostumbrada formación: seis músicos base, casi todos multi instrumentistas, pudiendo crecer el combo dependiendo de las circunstancias. Aparecen violines, acordeón, xilófono, vocalizaban en inglés y francés. Detalle muy importante, las letras. Encantadora poesía encaminada a la desesperanza y la oscuridad, con recurrentes estallidos emotivos.

En conjunto, Funeral es una obra conceptual, épica, rozando lo melodramático. “Neighborhood #1 (Tunnels)”, preámbulo del álbum, ya nos demuestra la potencia de sentimientos que nos espera en su desarrollo, himno tipo U2, in crescendo con sumatoria de instrumentos que amplifican su fuerza que describe un quimérico romance. Esta grafía art rock, concentrada en “Régine Chassagne” y “Win Butler” (impulso creativo del colectivo), se mantiene incesante durante la decena de canciones que contiene Funeral.

Extraño grupo con rara formación y propuesta wagneriana, provocó estadios llenos y coros infinitos de fans. U2 se dio cuenta del fenómeno, ambientó sus conciertos con Arcade Fire y finalmente los invitó a su gira.

M.I.A: Kala (2007)

Mathangi Arulpragasam, de nombre artístico M.I.A. Si queremos hablar de globalización en el mundo de la música, una buena referencia sería esta chica de Sri Lanka. Su biografía nos da pistas del por qué llega a este tipo de propuesta musical, le dejamos esta tarea a los fanáticos de investigaciones en internet. Pasado convulso, acelerados procesos de adaptación cultural y contradicciones políticas se ven reflejadas en su concepto artístico.

Kala, el segundo álbum de M.I.A. es un compendio de dance music lleno de ritmos del tercer mundo. Es un disco de corte electrónico, con gran componente hip hop, pero sobre todo, un disco para moverse mientras se escucha. Su principal atractivo es el collage rítmico y multicultural. Hallaremos un tambor urumee del sur de la India, MC’s de Nigeria y Australia, coros de África, actitud y contexto de Public Enemy, soca y kuduro, ragga y flauta hindustaní, síncopas del Medio Oriente… podríamos seguir enumerando la infinita presencia de referentes de la geografía mundial. Todo lo anterior se ve compactado por beats digitales, estructuras electrónicas diseñadas para el baile.

Así como Peter Gabriel (ver Indispensables años 80) adelantó el concepto de world music en los 80, M.I.A. anticipa la idea del ghetto musical mundial. Mediante la técnica del sampleo, del “robo” indiscriminado de ritmos primigenios provenientes de los cinco continentes, también de referencias sonoras de la cultura pop (The Clash, New Order, Bollywood, Pixies), va edificando una especie de electrofunk universal, promiscuidad étnica absoluta.

Se hace acompañar de varios productores que le dan ese sentido de estar en todas partes. Y de hecho lo estuvo: grabó en Japón, Jamaica, Trinidad, India y Estados Unidos entre otros sitios.

Dos nombres brillan: Diplo y Timbaland. El primero, dj/productor que ha remezclado temas de Usher, Britney Spears, Snoop Dogg, Madonna, Shakira, Beyoncé, al tiempo de ser considerado creador de sonidos alternativos para la música dance. El investigador catalán Javier Blánquez se refiere a Diplo como “ …el primer explorador occidental que ganó notoriedad como el equivalente dance del Dr. Livingstone.” De este departamento creativo recomendamos los temas “XR2” y “Mango Pickle Down River”.

El segundo, Timbaland, ampliamente conocido por todos los premios que ha conquistado, colaborador de Jay-Z, Justin Timberlake, Nas, Rihanna, Drake, lo que nos da una idea de su peso en la nueva música urbana. Escuchar: “Come Around”.

Kala se dio a conocer por el tema “Paper Planes”, incluido en el galardonado film “Slumdog Millionaire”, un álbum que abría caminos para sonidos como los de Black Pink de la movida K-Pop, la electrónica étnica e incluso el omnipresente reguetón: basta escuchar “Bamboo Banga”, premonitorio track que da inicio a Kala.

Kala no es reguetón ni trap, pero podría serlo. Es dance music electrónica global con la que se puede perrear, “twerkear” o bailar cualquier derivado de tambores y danzas africanas.

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