Cultura

Inés Quintero: “La historia no es una confrontación entre buenos y malos”

Acaba de publicar el segundo volumen de "No es cuento, es historia", los populares micros radiales que fueron llevados al papel como parte del empeño de la autora en aportar al entendimiento de los procesos históricos sin idealizaciones ni pretensiones reivindicativas

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Inés Quintero historia

Y resultó que la tertulia sobre su libro La criolla principal, a la que la invitaron los ejecutivos de Banesco hace unos cuantos años, le abrió la puerta de la popularidad a Inés Quintero. Después del evento, Juan Carlos Escotet, el fundador del banco, le dio luz verde para diseñar un proyecto histórico. Así nació No es cuento, es historia, la serie de micros radiales que se difundían por Éxitos 99.9 FM y que de inmediato decidieron registrar como marca propia.

En 2012, con trabajo de la Editorial Dahbar, una selección de esos micros fue adaptada al papel y se imprimieron dos ediciones. 11 años después, en julio de 2021, una segunda compilación fue publicada bajo el mismo sello. Se trata de un esfuerzo que busca aproximar más a la ciudadanía con el pasado de manera entretenida, con fuentes y la rigurosidad que exige el método historiográfico.

—Resumir la historia en cápsulas de no más de 1.250 caracteres no es tarea fácil. ¿Cómo fue ese proceso de selección y escritura, de elegir los detalles importantes y desechar los otros?

—Para un historiador reducir y comprimir contenido en una cosa tan breve es un esfuerzo extraordinario, pero el formato de la radio es obligante. La idea no es seleccionar aspectos que tengan demasiados detalles o que para explicarlos sean muy complejos. Se trata de hacer un destilado con el que haya interés y mucha capacidad de síntesis. Eso requiere no solo de redactar, escribir, borrar y eliminar hasta que estás conforme con el contenido, sino que también demanda otra cosa, y es que obviamente no puedes quedarte con lo superficial. Esas capsulas son el resultado de investigaciones, de trabajos que se han hecho con rigor, con exigencia y con fuentes. Es una combinación de rigor, síntesis e información que llama la atención, que es estimulante. Hay contenidos más fáciles que otros, por ejemplo, los de personajes suelen ser más sencillos porque puedes resumir un episodio en un fragmento de su historia, o los hechos de la vida cotidiana que son sustantivos y dan cuenta de cómo era la sociedad. Es un trabajo complicado pero el resultado deja ver que el esfuerzo tuvo sentido.

—Lejos de ser descripciones de episodios, lugares o personajes de la historia de Venezuela, es una compilación bastante completa sobre nuestra historia, incluso con detalles desconocidos por muchos. Por ejemplo, lo del verdadero nombre de Guaicaipuro que es Guacaipuro.

—Sí, porque una cosa que es importante es llamar la atención. No tiene sentido dedicarse fundamentalmente a los hechos tradicionales de la historia. Aunque algunos de esos hechos convencionales son importantes para abordarlos desde una mirada crítica.

Ahí están trabajados el 19 de abril y el 5 de julio. Están trabajados otros hechos, episodios y personajes fundamentales de la historia que siempre permiten nuevas lecturas. Lo más importante es que se hace desde una perspectiva crítica. A mí me parece que la historia si no se cuida de ser crítica, si no tiene un esfuerzo por desmitificar, por generar reflexión o por que la gente la lea y diga “bueno, ya va, nunca me había pasado por esto”, no tiene sentido. Yo creo que ese es el espíritu, dar cuenta de hechos y situaciones que generalmente no formaban parte del relato. Por ejemplo, muchas cosas de la vida cotidiana o de las dificultades de la gente.

He sido muy empeñosa en destacar la presencia femenina en la historia, porque realmente las mujeres estuvieron ausentes del relato histórico. Todo lo que uno diga de las mujeres puede ser original, diferente, pero no solamente por eso tiene sentido, sino por lo que representaron y significaron sus presencias en la historia de Venezuela. El caso de las esclavas, el caso de las mujeres en la independencia, que no fueron las heroínas nada más, o el caso de las mujeres que lucharon por los derechos civiles y políticos durante el siglo XX. Son cosas que no suelen estar en los libros de historia y que por supuesto pueden despertar interés y curiosidad. Lo importante es que la gente se anime a buscar más información, a tener más conexión con esos contenidos.

—El libro representa un esfuerzo por acercar la historia a la ciudadanía, como usted indica en la presentación, pero, ¿pudiera servir también para hacerle frente al relato invariable del pasado que todavía impera en el presente? Porque, por ejemplo, allí se reconocen figuras que han sido satanizadas, incluso del propio siglo XX.

—La historia es una herramienta y un recurso de reflexión y también de pertenencia. Creo que se destaca el tema de las mujeres y la presencia femenina por ocupar espacios, pero también de las figuras que hicieron posible la construcción de la nación.

Como el proceso bélico tuvo el peso que tuvo y los héroes militares tienen la figuración que tuvieron, entonces se olvidaron de los demás. Con muchos de estos hombres y mujeres que fueron fundamentales para la construcción de la república, de su ideario y fundamento –o sea aquellos que estuvieron en el Congreso de 1811, que no empuñaron las armas, que jamás echaron un tiro–, no tenemos la misma conexión o la misma información que sobre los héroes militares. Pero como bien dices, no solo son las figuras de la independencia o del siglo XIX, como Fermín Toro o Cecilio Acosta, sino también los civiles del siglo XX. Hay muchísimas figuras y protagonistas que, tal vez por recientes, han pasado desapercibidos de la historia, como el doctor Ramón J. Velásquez. Lo que hizo él por la construcción historiográfica y por hacer valer la memoria nacional, con el Archivo Histórico de Miraflores, las colecciones documentales y su actuación pública es importante.

También Manuel Pérez Vila, en la construcción historiográfica, o los aportes a las humanidades y la biblioteca de Pedro Grases. Manuel Caballero, historiador implacable, que no dejó paréntesis en su enfrentamiento y en su discurso crítico sobre la presencia de los militares. Todas esas figuras forman parte de estos relatos y están presentes en la selección de testimonios del libro.

—También se quiere imponer un indigenismo a la fuerza sin la comprensión del proceso. Por ejemplo, usted señala que hubo alianzas entre indígenas y españoles, como la del cacique Manaure con Juan de Ampíes. O la otra versión de fray Bartolomé de las Casas.

—Sí, porque uno de los grandes problemas de la historia, y no solo del presente sino también del pasado, es pretender presentar los hechos de manera maniquea, donde hay unos buenos y unos malos, unos villanos y unos héroes. La historia no es una confrontación entre buenos y malos, son procesos. Entonces, fue importante destacar que en todo proceso histórico no solo hubo violencia, hubo de todo, incluso personas que empezaron en un lado y se pasaron para el otro. La idealización al final no conduce a nada y la reivindicación tampoco. El espíritu que ha estado presente en el libro, y en el quehacer historiográfico en el que estoy empeñada, es el de desmitificar, es el propósito de no idealizar, es el propósito de hacer ver que las cosas no son ni blancas ni negras. A mí me parece, insisto, que es importante crear una perspectiva que permita comprender la complejidad de estos procesos.

—Al entrar a Twitter vemos a mucha gente ávida de conocimiento histórico, de hecho, abundan los cursos, diplomados y talleres. La historia se ha hecho popular dentro del mundo digital. ¿Esa necesidad de saber de historia es nueva –por lo que vive el país– o ya existía?

—En Venezuela la historia siempre ha estado en el centro del debate, pero, sin lugar a dudas, durante estos últimos años ha estado muy presente, sobre todo porque ha estado dentro del debate político. Este período ha sido de mucha politización y no ha habido manera de que la historia no entre dentro de esa polarización. Eso ha sido positivo e importante, no en el sentido de que se haya pretendido manipular y distorsionar con fines políticos, sino porque básicamente ha generado en la ciudadanía una preocupación. Hay un despertar de la conciencia histórica, porque la gente siente que le están zarandeando el pasado y la memoria. Hoy la gente está más atenta y preocupada por su historia. Por ejemplo, en mi cuenta personal de Instagram pongo contenidos e inmediatamente hay una cantidad de personas que están intercambiando y opinando, generando dudas, reflexiones, preguntando más. Eso es absolutamente saludable. Para nosotros los historiadores es importante que exista esa avidez y esa demanda por conocer y discutir sobre la historia.

—¿Por qué es importante conocer la historia en el presente? Hay extremismos en esas opiniones: usted lo decía antes, un discurso que condena el pasado y otro que lo glorifica.

—Porque la historia es una herramienta indispensable en cualquier momento. No solamente como un tema de conocimiento y reflexión, sino también para saber dónde estamos parados. Uno no puede andar por ahí sin saber qué día nació o qué día nacieron nuestros padres, de la misma manera en la que tenemos conocimiento de nuestro entorno inmediato tenemos que tener conocimiento de nuestro entorno país.

Lo más importante es saber que la historia no es una herramienta para la glorificación o para la detracción, que no es una herramienta para la idealización o denigración. Es una herramienta crítica. Y si nosotros podemos ser críticos hacia el pasado, podremos ser críticos en el presente. Quien no es crítico hacia el pasado, no puede ser crítico hacia su presente. Hay que aprender que ese ejercicio nos permite conectarnos con el pasado, entendiendo su complejidad. Es una manera para que podamos advertir la complejidad y las contradicciones de este presente, pero también para entender que todo lo que está ocurriendo no puede ser ni negro ni blanco. Que hay que entender sus diversidades y matices. Así podremos tener una posición que nos permita hablar y discutir las posibilidades para el futuro.

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