Cultura

"Phoenix Rising": Evan Rachel Wood cuenta su historia con Marilyn Manson

Evan Rachel Wood fue durante toda la década de los noventa el símbolo de la Lolita tentadora y sexualmente accesible. Su relación con Marilyn Manson la convirtió en la extravagante musa de un músico conocido por sus excesos. Casi veinte años después, la actriz mira hacia atrás para contar sobre su vida marcada por el abuso: "Me violó frente a la cámara"

Phoenix Rising
Publicidad

En el video musical de Marilyn Manson Heart-Shaped Glasses, la jovencísima Evan Rachel Wood es una especie de presencia torturada, extraña y trágica. Una tentación que parece subvertir cierto orden en medio de las secuencias oscuras y claustrofóbicas que la rodean.

Wood mira directamente a la cámara. Tiene el rostro de una niña — aunque ya había cumplido la mayoría de edad — pero encarna a una mujer. Una combinación azarosa que reflejaba la floreciente y singular carrera de la actriz en el cine. A la vez, la pieza también la mostraba como un símbolo reconocible. Los anteojos de sol con forma de corazón eran una provocación obvia que Manson utilizó para dejar claro sus intenciones con un video que inmediato levantó revuelo.

Después, Manson, que dotó a Wood de la fragilidad perversa de la Lolita de Nabokov pero también de la Alice Linden de Lewis Carroll, se esforzó en hacer que el momento fuera más violento y brutal. En una de las imágenes puede verse a la pareja teniendo sexo bañados en sangre. El músico diría meses después que el escándalo era previsible y en su caso, deseable. Pero para entonces, Wood comenzaba un trayecto doloroso y violento que terminaría en una experiencia traumática a largo plazo.

En el documental de HBO Max “Phoenix Rising: Renaciendo de las cenizas”, Evan Rachel Wood revela que Manson la violó frente a las cámaras. Que la ya famosa secuencia de ambos en la cama cubiertos por litros de sangre rojo brillante, fue más que una ridiculización del estatus quo: se trató de una agresión. Con el rostro pálido, la voz baja, pero sin dejar de mirar a la cámara, Wood admite lo que le llevó años reconocer y que ahora le ha convertido en una activista con un propósito que cumplir y un largo aprendizaje personal que compartir.

“Me violó frente a la cámara”, dice la actriz.

“Lo que ocurrió no se parecía en nada a lo que pensé que iba a ser”, explica Wood y de pronto deja de ser la actriz para ser una víctima que afronta el pasado y trata de reordenar su vida, en recuerdos aterradores: “Hablamos de una escena de sexo simulada, pero una vez que las cámaras comenzaron a grabar, me penetró. Nunca había accedido a eso… Fue un completo caos”.

Phoenix Rising

No se trata de una confesión sencilla, tampoco de una que pueda asimilarse con facilidad. En realidad, “Phoenix Rising: Renaciendo de las cenizas” plantea el dilema sobre la privacidad, lo íntimo y la agresión sexual, desde una versión por completo distinta.

Tanto, como para que resulte desconcertante la forma en que Wood plantea la experiencia. Toda la vida de la actriz ha transcurrido frente a las cámaras. De modo, que su confesión y redención — también en el ojo público — es quizás una búsqueda de un significado más doloroso y elocuente para una experiencia que la sobrepasa. “Básicamente me violaron frente a la cámara” admite. Una frase sencilla y demoledora que sacude por completo la percepción sobre la violencia en nuestra cultura.

Una Lolita con demasiadas heridas

Wood tenía 18 años cuando se convirtió en pareja de Marilyn Manson. El músico, 38 años. La polémica estalló de inmediato y la estrella de rock le hizo frente como solía hacerlo en sus años de mayor fama: con más provocación. No solo se trataba de pasear por las alfombras rojas del mundo, escenarios y videos con una mujer con el aspecto de una niña adolescente. Era también dejar claro que había atravesado la última línea de la transgresión al provocar a la sociedad, sus tabúes y límites. No en vano, el nombre del sexto álbum de estudio de Manson era “Eat Me, Drink Me”, en clara alusión a la obra Alicia en el país de las maravillas.

Se trataba de una combinación de mensajes perversos. Wood era delgada, pálida y con un parecido más que evidente con la Alicia literaria. También, con su versión malograda y herida, renacida de las páginas de Nabokov para ir del brazo de un músico conocido por su afán por el escándalo y la provocación. Pero ahora, a veinte años de distancia, Wood detalla lo que había detrás de la puesta en escena, de las apariciones en medio de un performance rocambolesco y estrambótico: “Una relación violenta, maltrato puro”.

Además de eso, la actriz se apropia de su historia frente y detrás de la cámara, para lograr un registro poderoso y singular. Más que un testimonio de un hecho violento, el programa en dos partes es una reflexión sobre la violencia como hecho certero, los matices y subterfugios que nuestra sociedad puede brindar a un camino tortuoso hacia el reconocimiento de una agresión.

Wood, convertida en vocera involuntaria de víctimas de un tipo de agresión difícil de definir a primera vista, es testigo y protagonista de un suceso aterrador. Desde sus primeros minutos, el documental “Phoenix Rising: Renaciendo de las cenizas” deja claro que contará un hecho cruento. Que lo hará desde una visión privilegiada y detallada. También, que la actriz sostiene sobre sus hombros la extraña eventualidad de ser un rostro que representa a muchos otros.

Con todo lo anterior construyendo un discurso específico, el documental es una travesía ardua a través del concepto de abuso y el maltrato en varios parámetros distintos. El que sufrió Wood como niña en un Hollywood codicioso. El que padeció al convertirse en una joven bajo el foco de la fama. Y el de la mujer adulta que lucha contra leyes que podrían beneficiar a los agresores de maneras dolorosas.

Esto, bajo la correcta dirección de Amy Berg, que de inmediato deja claro que no se trata de un documento amarillista ni construido para la controversia. El documental es un reflejo sobre el hecho del abuso como parte de una cultura que lo sostiene y lo normaliza. El punto más estremecedor del argumento.

En la casilla de «perversa»

Durante su adolescencia y primera juventud, la actriz Evan Rachel Wood se convirtió en la joven promesa predilecta de varios directores de la industria hollywoodense. También, en un tipo de estereotipo sobre la juventud desenfrenada que la hizo un símbolo confuso.

De adulta, Wood ahora mira al pasado para comprender ese trayecto. Lo hace frente a las cámaras y bajo el peso de convertirse en una voz entre muchas, para narrar un suceso que se repite con angustiosa frecuencia.

Phoenix Rising

Uno de los puntos notables de “Phoenix Rising: Renaciendo de las cenizas” es su exploración acerca del mundo del espectáculo como arena ideal para la violencia sexual. Wood, que mira a la cámara con un aplomo sereno, explica con franqueza como desde muy joven, fue convertida en objeto de explotación.

Primero en “Thirteen” de Catherine Hardwicke, en la que mostró el rostro de una nueva generación de actrices que parecían fuera de los parámetros habituales. Wood, con apenas catorce años interpretó a un personaje con severos problemas con drogas, sexo y alcohol. Después, en “Running With Scissors”, en la que prácticamente encarnó a un personaje idéntico. En “Down in the Valley”, Wood ya encarnaba el mito de la adolescente conflictiva y sexualmente atractiva. Para la actriz, ese camino abrumador la convenció de que “era una adulta, a pesar de que no lo era”.

Buena parte del primer capítulo de “Phoenix Rising: renaciendo de las cenizas” muestra que Wood fue la actriz predilecta de un tipo de papel perverso. La imagen de la adolescente fuera de control, deseable y sexualmente accesible se volvió parte de la percepción sobre ella. Se trató de un trauma a escala complicada que dejó a Wood sin capacidad de control sobre su vida. Aturdida y al final, herida en lo emocional a un nivel profundo, la actriz llegó a un punto confuso su identidad. Fue entonces, cuando conoció a Marilyn Manson.

Y al final, el renacimiento

Si algo sorprende en el documental es el hecho de que la historia del abuso cometido contra Wood es analizado con sobriedad. Muy lejos del efectismo que pudiera haber aprovechado su directora, el documental hace hincapié en el entorno de la violencia. En sus causas y en la forma en cómo a menudo la víctima es aplastada por situaciones que le sobrepasan. Ya sea una anónima o una actriz de renombre. Wood, quien se convirtió en musa y fetiche de Mason, fue utilizada como una pieza perversa en un perfomance mayor. También, abusada y maltratada durante años.

Los detalles se muestran con dureza, pero sin el rasgo de amarillismo que podría rodearlo. Wood se limita a describir lo que vivió y el contexto que le rodeó. Desde el comportamiento de Manson (que tilda de exagerado, irónico y agresivo), hasta la mujer joven que era por entonces. Wood intenta comprender a la mujer que fue. Y lo hace desde aristas dolorosas. En uno de los momentos más conmovedores del documental, la actriz lee los párrafos de su diario en los que describe cómo y cuándo conoció a Manson. Tenía 18 años, era una actriz reconocida y un “espíritu herido”.

Por supuesto, se trata de la perspectiva de Wood sobre su historia. Y aunque el documental podría hacer más complicado el uso de esa versión única, trabaja para hacerlo creíble. Quizás, sea lamentable que “Phoenix Rising: Renaciendo de las cenizas” no haga suficiente hincapié en la Wood que renace a partir de la voluntad, en su activismo político y en el hecho de su impulso decisivo en la Ley Phoenix en California. En lo que sí hace énfasis es en que este documental, brillante y bien construido, no es una venganza. “No se trata de destruir a un hombre” dice la actriz: “Es un acto de poder”.

Publicidad
Publicidad