Cultura

Mirtha Pérez consolidó con “La nave del olvido” una sólida carrera de 60 años

Participó en el Festival Buenos Aires de la Canción con el célebre tema de Dino Ramos que internacionalizó y se convirtió en su carta de presentación por excelencia. Comenzó con el grupo Los Naipes una trayectoria que en seis décadas la ha colocado con buen cartel, no solamente como cantante, sino también en rol de actriz

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Ya era una cantante consagrada en Venezuela cuando Mirtha Pérez viajó en 1969 al Festival Buenos Aires de la Canción. Era una competencia donde participaban vocalistas argentinos y de otros lugares del Continente. Interpretaban nuevas composiciones de autores de aquel país, previamente seleccionadas, tal y como era la tónica de este tipo de eventos, que entonces estaban tan de moda en todo el mundo.

Acababa de firmar contrato de exclusividad con Venevisión, luego de pasar sus primeros años artísticos en Radio Caracas Televisión (RCTV), en donde, después de iniciarse en 1964 como la voz femenina del cuarteto Los Naipes y su posterior lanzamiento como solista dos años después, vivió una etapa fructífera en la cual, además de cantante, debuta como actriz, también con buena fortuna.

Coincidiendo con su llegada al «canal de La Colina», Eduardo Reyna, uno de los ejecutivos de producción, le dijo que habían recibido una invitación para que enviaran a uno de sus cantantes a una competencia de canciones en la capital argentina, de la que no tenía mayor información, pero que podría ser una buena oportunidad para ella de cara a su internacionalización.

«Yo tampoco sabía nada de ese festival, pero me tentó la propuesta e inmediatamente la acepté”, recuerda Mirtha durante la entrevista que le hicimos para El Estímulo con motivo de estar celebrando sus 60 años artísticos.

Celebra sus seis décadas artísticas con una gira nacional.

—Días después viajé a Buenos Aires, en un vuelo que tuvo tantos tropiezos que casi pierdo mi oportunidad de participar. El avión debía hacer una conexión en Sao Paulo, pero por mal tiempo, debido a una lluvia incesante, fue suspendida y tuve que quedarme en esa ciudad y esperar al día siguiente para otro vuelo a Buenos Aires, que saldría en la noche. Ese retraso ocasionó que cuando llegué a Argentina nadie me estaba esperando en el aeropuerto, pues los enviados del festival que fueron a recogerme el día anterior, desconociendo el motivo de mi retraso, pensaron que habían dado por cancelada mi participación en el festival.

Ya en la Ciudad del Plata, solo sabía el nombre del hotel donde se hospedaría, por lo que tomó un taxi. Pero al llegar al alojamiento, muy tarde en la noche, le dijeron que ya no tenía habitación reservada por no haber llegado el día y la hora previstos, con el agravante de que el recinto estaba totalmente copado. Y además de eso, no había manera de comunicarse, en ese momento y a esa hora, con los organizadores del festival.

—Sin habitación, sin poder contactar a la gente del festival y en una ciudad totalmente desconocida para mí, rompí a llorar. Un empleado del hotel, al verme en ese trance, se compadeció de mí y me dijo que podía ofrecerme una habitación muy pequeñita y que al día siguiente harían lo necesario para que pudiese hablar con los organizadores. Así lo hicieron y de esta manera pude participar en la competencia musical que terminaría abriéndome las puertas de Argentina.

Pero todo no terminó allí. Después de arribar con un perfil tan bajo, sin promoción alguna y en un país donde no la conocía nadie, se enteró de que le habían escogido por sorteo una canción titulada El verano llegó, que no le entusiasmó mucho, porque era muy rítmica, totalmente ajena a su estilo habitual de intérprete de baladas y temas románticos.

Entonces supo que cada participante podría escoger otro tema adicional para competir, en el caso de que lo hubiese, siempre y cuando clasificara en una primera preselección con la canción asignada originalmente. Así le ocurrió a nuestra artista y es cuando ocurre su encuentro con el compositor Dino Ramos, que ella califica de “providencial”.

—Después de clasificar en la preselección, al día siguiente me fui al Luna Park, sede del festival, donde los organizadores me habían citado para escoger el otro tema. Mientras aguardaba en una sala de espera, escuché desde uno de los cubículos adyacentes a alguien que confirmaba que el cantante español Django había decidido a última hora no concursar por razones de salud, por lo que el compositor de la canción que defendería había decidido retirarla de la competencia. Sin pensarlo dos veces, fui directa y apresuradamente a la pequeña oficina contigua y, para asombro de las dos personas que allí estaban exclamé: “¡Yo quiero cantar esa canción!”

—¿Y qué ocurrió?

—Que los dos señores, sorprendidos pero con mucha simpatía, me dijeron que esa decisión no dependía de ellos, sino de su autor. Uno de ellos, sonriente y en tono divertido, me miró de arriba abajo y me increpó: “Pero vos, siendo tan petisa (pequeña, en lenguaje coloquial porteño), ¿tenés el temperamento para hacerlo?”. Y me dijo que era una balada de gran intensidad, con un potente arreglo orquestal para voces de buen alcance. Solo les pedí que me concertaran una cita con el autor, que no era otro que Dino Ramos, para convencerlo de que yo era la indicada para defender su tema. En la tarde de ese mismo día pude hablar con él en el cafetín del Luna Park, a donde llegué con mi reproductor de cassettes.

A todas estas, vale decir que Dino Ramos ya era uno de los músicos más prolíficos y populares de aquel momento, un hombre multifacético que había brillado como productor de radio y televisión y como comediante, pero principalmente, como autor de canciones. Una de sus etapas más fructíferas la tuvo al lado de Palito Ortega, a quien descubrió artísticamente y con el que compuso a cuatro manos una serie de temas que a comienzos de la década de los 60 fueron éxito continental en la voz de Ortega, títulos como «Vestida de novia», «Sabor a nada» y «Lo mismo que a usted», entre otros.

Carátula del disco de ‘La nave del olvido’, su éxito más resonante.

—Al llegar a mi reunión con Dino Ramos -continúa Mirtha su relato-, lo primero que hizo fue preguntarme en torno a mi trabajo como cantante en Venezuela y lo que había hecho hasta ese momento, pues no me conocía para nada. Antes de entrar en detalles, le pedí que primero me escuchara, para que se diera una idea más concreta. Entonces encendí el pequeño reproductor de cassettes y le puse «Maldita seas», la primera canción que pegué como solista después que dejé Los Naipes. Sin falsa modestia, puedo decir que el hombre quedó, me lo dijo él mismo, muy gratamente sorprendido. Su cara lo decía todo.

—¿Y que pasó después?

—Que no vaciló en decirme que su canción, cuyo título era «La Nave del olvido», ya era mía, pero teníamos que empezarla a ensayar desde ese mismo momento, pues al día siguiente por la noche me tocaba presentarla en el festival. En una pequeña libreta me copió la letra y me dio un cassette con el arreglo orquestal y me marcó las entradas vocales y los puentes musicales. Pasé esa noche casi en vela en el hotel aprendiéndome la letra. Afortunadamente, siempre he tenido buena memoria, por lo que al día siguiente, muy temprano en la mañana, llegué bien preparada al Luna Park, donde Dino Ramos me estaba esperando con la orquesta para ensayar.

Al ser un autor prestigioso y celebrado como Dino Ramos, el público y la crítica se habían formado grandes expectativas en torno al tema que presentaría en la justa musical, aunque no estaban muy convencidos con el hecho de que fuese a ser interpretado por una cantante de la que hasta entonces no habían oído ni hablar. No sabían la grata sorpresa que se llevarían. No imaginaban que esa cantante delgada, menuda y simpática, podría tener tal torrente de voz y semejante fuerza interpretativa.

En los ensayos, músicos, productores y periodistas quedaron literalmente boquiabiertos con Mirtha, a la que inmediatamente los medios empezaron a ponerle atención.

Esa misma noche, cuando le tocó interpretar «La nave del olvido» ante el público que abarrotó el emblemático estadio cubierto de Puerto Madero, las más encendidas ovaciones y vítores fueron para ella, según lo que reseñaron las crónicas de prensa del momento.

En Argentina, con Manzanero, Palito Ortega, Marco Antonio Muñiz y Dino Ramos.

Había salido más que airosa del reto de interpretar una canción difícil, de altos registros y con una orquestación sólida. “Y lo hizo a fuerza de temperamento y un impresionante dominio del escenario”, tal y como lo comentó el autor de la canción que defendió.

Pero ocurrió que en la final -con buena parte del público y la prensa de su parte- el jurado sorpresivamente clasificó a «La nave del olvido» en el segundo lugar, después de «Como somos», interpretada por el dueto argentino de Fedra y Maximiliano, cuyo compositor era Piero, cantautor que al año siguiente, por cierto, popularizaría en todo el continente su tema «Mi viejo», que a partir de entonces sería el de más resonancia de su repertorio.

Al día siguiente, los cronistas especializados publicaron en sus medios que Mirtha era “la ganadora sentimental”. La venezolana se había metido a los argentinos en el bolsillo.

Hoy día muy pocos recuerdan quién ganó aquella edición 1969 del Festival Buenos Aires de la Canción. Sólo quedó para la posteridad el tema de Dino Ramos, que inmediatamente se convirtió en un éxito continental, no sólo en la voz de Mirtha, sino en las de otros intérpretes, como el mexicano José José, cuyo mánager, que había asistido como invitado al evento, hizo que el mexicano la incorporara a su repertorio, hasta convertirla en una de sus cartas de presentación.

«La nave del olvido» colocó a Mirtha Pérez en la más alta cima de popularidad, pues rebasó con creces el éxito de otras interpretaciones que la artista ya había hecho muy conocidas en años anteriores en Venezuela. La festivalera canción también la condujo a la internacionalización.

En Argentina, a partir de «La nave del olvido», Mirtha Pérez se convirtió en toda una estrella. Dino Ramos le compuso otras canciones que también la cantante haría muy famosas, como «Cualquiera» y «Nadita de nada». Fue tan grande su éxito en aquellas tierras, que inclusive participó como actriz en una película, «Los mochileros», de Emilio Vieyra, en la cual compartió cartel con destacadas luminarias de la sureña nación, como Susana Jiménez, Soledad Silveyra y Víctor Bo.

Le fue tan bien, que hasta pudo comprar vivienda propia en El Paraíso, una quinta que bautizó con el nombre de, ¿adivinan?, «La nave del olvido».

Con Los Naipes comenzó todo

Mirtha Magaly Pérez Rojas, que así es su nombre completo, nació el 7 de julio de 1945 y vivió su infancia y juventud en un hogar de clase media en Los Jardines del Valle, junto a Ofelia, su madre, sus ocho hermanos y su padrastro. Nunca pensó dedicarse a la música sino a la enseñanza. Ya adolescente, se había graduado de maestra normalista.

—Mi mamá cantaba muy bonito -cuenta- y mi padrastro tocaba la guitarra y se le daba muy bien el canto, pero todo quedaba en las veladas familiares o entre amigos, donde también me ponían a cantar. Ya a los 13 años, como aficionada, canté en algunos programas radiales con un grupo llamado Los Trovadores de Santa Rosa. Pero hasta allí llegaba todo.

Muy joven, en sus comienzos, como integrante de Los Naipes.

—¿Y cómo fue que decidiste dejar la enseñanza por la canción?

—Un día, viendo uno de mis programas favoritos, «El Show de las 12», que animaba Víctor Saume por Radio Caracas Televisión, supe que en Los Naipes estaban haciendo audiciones en búsqueda de la intérprete que sustituiría a la cantante Oly Monasterios, que acababa de renunciar al grupo, el mismo que en sus inicios tuvo a Mirla Castellanos como intérprete femenina antes de lanzarse ella como solista. Le dije a mi mamá que deseaba probar suerte en esa audición y le gustó la idea, al igual que a mi padrastro. Era 1963 y ya había cumplido 18 años.

Vale recordar que Los Naipes había sido creado en 1960 por Luis Cruz. Se trataba de un trío guitarrista, que además de Cruz integraban Gonzalo Peña y José Petit, al cual se unía una voz femenina. A la renuncia de Mirla continuó con otras vocalistas, algunas de las cuales construirían después, ya como solistas, carreras muy exitosas, gracias al primer impulso que allí se les brindó. Y hay que decir que para Mirtha fue un importante hito en su carrera.

—Participé en la audición con una canción de Virginia López, «Tus promesas de amor». Al finalizar mi prueba, me dijeron que oportunamente me avisarían en caso de que fuera escogida. Pero pasaban los días y las semanas y no recibía ninguna notificación. En mi impaciencia, ya pensaba que no les había gustado, hasta que el 19 de diciembre de ese mismo año de 1963, en la noche, tocaron el timbre de mi casa en La Pastora y me cambió la vida.

—¿Por qué?

—Eran nada menos que Luis, José y Gonzalo, los tres integrantes de Los Naipes. Fueron ellos mismos a anunciarme que me habían seleccionado como su nueva voz femenina. Y agregaron que debíamos comenzar a ensayar de inmediato, pues dentro de tres días debíamos presentarnos en la fiesta navideña de la empresa Xerox, exactamente el 22 de diciembre. En tres días montamos todo el repertorio. Esa fecha de la fiesta la considero la de mi debut profesional. En televisión lo hice el 3 de febrero de 1964, en Renny presenta, el especial de los domingos de Renny Ottolina por Radio Caracas Televisión y después actuamos en «El Show de Renny», que se emitía diariamente al mediodía de lunes a viernes.

Poco tiempo después grabé mi primer elepé con ellos. Pegamos una canción, «Las cerezas», que no me gustaba porque era muy rítmica y yo soy una romántica empedernida, “la reina del desamor” después de La Lupe -exclama divertida-. Me encantan las canciones de despecho.

En Radio Caracas le dieron también la oportunidad de lanzarla como actriz, inicialmente en pequeños roles de telenovelas y a medida que fue fogueándose la escogieron para estelarizar, junto a Mirla Castellanos y José Luis Rodríguez, dos de los ídolos juveniles de entonces, la comedia musical «Cantando llega el amor», que se emitía semanalmente bajo la producción de Chelique Sarabia. Paralelamente, sus éxitos discográficos con el conjunto de Luis Cruz se sucedían uno tras otro, al igual que los premios otorgados por la crítica especializada. De esa etapa son títulos como La luna y el toro, Cartagenera, Ninguno me puede juzgar, Ingenua y Desconfiada, entre otros.

Momentos estelares en 60 años

Con Los Naipes tuvo Mirtha buenos momentos, no solo en lo artístico, sino también en lo personal. Se enamoró y se casó con Gonzalo Peña, guitarrista y voz líder masculina del grupo. Era su segundo enlace, ya que muy joven, cuando era maestra, se había casado y ese matrimonio, al igual que en esta oportunidad, no duró mucho tiempo.

—Cuando decidimos divorciarnos ya tenía más de tres años en el grupo y no tenía intención de separarme de ellos. Pero a Luis Cruz no le pareció buena la idea de que permaneciéramos juntos. Argumentaba que en las separaciones de parejas siempre había uno que resultaba más afectado que el otro, y para que ese tipo de situaciones no se produjera, era mejor evitarlas. Gonzalo era una ficha importante, porque además de tocar era la voz principal masculina. Y en el caso de que decidieran quedarse sin voz femenina podían volver a actuar como trío, con Gonzalo como solista.

Con Mirla, Estelita del Llano y Neyda Perdomo forma parte de Las Grandes.

Lo que desconocía Mirtha es que en el contrato que había firmado con Velvet, el sello disquero para el que grababa con Los Naipes, había una cláusula que estipulaba que esa empresa, en caso de separación del grupo, se reservaba el derecho de lanzar como solista y contratar por tres años a su intérprete femenina, tal y como había ocurrido anteriormente con Mirla.

—La solución más salomónica no podía ser. Puedo decir que mi debut como solista en 1967 se produjo sin yo propiciarlo. En Velvet comenzaron a preparar mi primer álbum, que titularon «Mirtha solita». Suprimieron el Pérez de mi apellido, ya que a los productores del sello no les parecía muy comercial que digamos. Debuté con buen pie, pues de ese disco sonó insistentemente en las radios «Maldita seas», del compositor español Aniano Alcalde, tema que desde entonces nunca dejo de interpretar en mis presentaciones.

De los discos subsiguientes surgirían otros éxitos de difusión y ventas, una lista apreciable con títulos como «Vete», «Cuando me enamoro», «Cuando digo que te amo», «Acompáñame» (a dúo con Héctor Cabrera), «Ciao amore», «Me hace falta tu calor», «Cariño trianero», «La nave del olvido», «El verano llegó», «Nadita de nada», «Inmenso», «Anda y dile» y «Cualquiera».

En una entrega de Discos de Oro con Mirla y Mayra Martí, eran las tres estrellas de la canción en los 60.

Otro hito importante de su carrera ocurrió en 1980, cuando en una reunión de amigos en casa de Simón Díaz, el compositor le mostró una canción que acababa de escribir y que a ella le gustó tanto que le pidió grabarla. Y lo hizo primero inclusive que su autor. Hablamos de «Caballo viejo», que convirtió en un éxito nacional antes de que el tema alcanzara la estelaridad mundial que posteriormente tuvo.

Otros momentos de sus seis décadas artísticas a los que la artista le concede especial relevancia fueron su actuación especial en la película de Román Chalbaud «La gata borracha» (1984), ser fundadora en 1996 de «Las grandes de Venezuela», junto a Mirla Castellanos, Estelita del Llano, Tania y Neyda Perdomo, grupo con el que ha realizado numerosas giras, nacional e internacionalmente.

Por otro lado, su trabajo de actriz en las tablas ha sido igualmente incesante. Debutó en 1984 en el musical «El diluvio que viene» y a partir de allí ha tenido papeles destacados en obras como «Primero muerta que bañada en sangre» y «Esperanza inútil» de Indira Páez.

De la mano de Mimí Lazo y Luis Fernández, notables impulsores de su carrera teatral, ha hecho el unipersonal «La Segundísima», especialmente escrito para ella; «Jav y Jos» y «El aplauso va por dentro», de Mónica Montañés, en una participación especial, así como en «La Cenicienta», en versión especial de Nathalia Martínez.

Con el primer actor Hugo Pimentel en sus inicios como actriz de telenovelas.

En 2006 la invitaron, junto a Luis Fernández y Javier Valcárcel, al Festival de Teatro en Madrid, España, con la obra de José Simón Escalona «Jav y Jos», mientras que en 2007 interpretó el personaje de Amanda en el clásico teatral «Golpes a mi puerta», de Juan Carlos Gené.

En 2011 estrenó la comedia teatral «Véanlas antes que se mueran», de Ciro Acevedo, junto a Mirla Castellanos, Neyda Perdomo, Estelita Del Llano, Jossué Gil y Daniel Jiménez.

La cantante y actriz reside en Estados Unidos desde hace una década, primero en Miami y luego Atlantic City, Estados Unidos, junto a su hija, su nieto y Eduardo Serrano, su exesposo, con quien ha vuelto a compartir la convivencia.

A Venezuela tenía siete años sin venir, hasta que en marzo pasado ofreció un concierto con lo mejor de su repertorio en el caraqueño Teatro Chacao, punto de partida para la serie de presentaciones que ha venido haciendo desde entonces en varios lugares del país y en las que, por supuesto, nunca deja de interpretar «La nave del olvido», su carta de presentación por excelencia.

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