Cine y TV

"Bones and All", amor entre caníbales

El canibalismo es un tema que el cine toca con precaución. Pero, ¿qué ocurre cuando hay un romance en este contexto? “Bones and All” responde la pregunta y lo hace desde cierta idea incómoda acerca de la oscuridad de la naturaleza humana 

"Bones and All"
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“Bones and All”, de Luca Guadagnino, toca un tema transgresor y lo hace con elegancia. Toda la película flota en medio de una peculiar sofisticación que recuerda, casi de manera inevitable, a una fantasía adolescente.

Por supuesto, hay violencia. La perenne sensación de que el dolor y el miedo se enlazan con lo brutal. Pero el amor es lo que importa en esta adaptación de la novela de Camille DeAngelis que conserva buena parte de su encanto grotesco y en ocasiones incómodo. El amor, incluso entre dos jovencísimos monstruos con apetitos inconfesables en una travesía por la muerte — en el sentido más profundo del término — y el amor a la vida.

Podría parecer que la obra de Guadagnino está más interesada en sacudir un poco la conciencia colectiva a través de la idea sobre la importancia que se confiere al cuerpo, a la mutabilidad de la memoria, e incluso con la reflexión de un apetito descarnado, antiguo y primitivo que subyace en la idea del hombre como bestia. Pero el director es lo suficientemente eficaz para enlazar todo el relato a través del deseo.

Un deseo que agobia -el de comer y ser consumido-, y otro que consume: el amor pleno, demandante y violento de la adolescencia. Entre ambas cosas la película atraviesa espacios peligrosos. También, condiciones complicadas y preguntas irritantes sobre lo que la mente del hombre puede ser. En todo caso, en lo que somos, despojados de siglos de impulsos domesticados.

La pasión en “Bones and All”

Maren (Taylor Russell) es la encarnación del impulso devastador de comer, deconstruido y convertido en poder. Esta adolescente cuenta sobre su canibalismo con la misma densa convicción de un delirio elaborado y adulto. “Desde que recuerde, deseo comer carne humana”, dice en la cinta que relata sus andanzas: “Un deseo puro”.

Para el personaje, el apetito desborda la idea de la saciedad y se acerca mucho más a la necesidad voluptuosa de un erotismo atroz. Entre ambos puntos, Maren se mira a sí misma como una superviviente, un hilo que se conecta entre el bien y el mal, que se enlaza a mitad de ideas cada vez más elaboradas acerca del miedo. “¿Qué es la carne humana, sino una invitación?”, se pregunta. 

"Bones and All"

Por supuesto, el mal se analiza en “Bones and All” como una eventualidad. Un tropiezo en medio de una cadena de anhelos que incluyen el asesinato y la ira. Mucho más, cuando Maren se topa con Lee (Timothée Chalamet), un asesino despiadado con el que comparte apetitos, deseos y sueños. Guadagnino tiene el suficiente buen instinto para no convertir a su película en un carnaval de horrores, sino profundizar en la perpetua concepción de la plenitud.

El voraz anhelo de la pareja — carnal, el hambre primigenia — se anuda en una singular versión sobre la pasión en una desconcertante versión sobre el yo y la conexión con el mundo que el guion explora con sabiduría.

Sangre y amor

A pesar de los sonidos que sugieren carne masticada y deglutida, “Bones and All” no está interesada en profundizar en la vulgarización de sus temas principales. De hecho, su dimensión sobre el horror está emparentada con una transgresión violenta de la normalidad. Buena parte de los horrores ocurren fuera de la pantalla. Para el realizador, la idea esencial de su argumento no es escandalizar — podría hacerlo con facilidad — sino profundizar en una exploración acerca del hombre como criatura salvaje.

Maren y Lee se mueven en el clásico road trip esta vez aderezado de horrores, convertidos en símbolos del desastre y una silenciosa caída a los infiernos. Los caníbales — que se consideran a sí mismos una raza aparte — tienen una visión monstruosa sobre el mundo que les rodea. El apetito les enlaza con cierta condición de un asombro frío y petulante.

Tanto uno como el otro miran a sus víctimas como pequeños incidentes en medio de un drama mayor. Más allá del impulso de supervivencia está la búsqueda de significado. Y en esta epopeya en que devorar al otro es la máxima condición de intimidad, la necesidad compartida lo es todo, abarca el mundo entero.

¿Es “Bones and All” una película de horror, de amor, ambas cosas a la vez? No hay respuestas sencillas. Solo la elocuencia del chasquido de las mandíbulas al arrancar trozos de carne y los paisajes remotos de la vida humana convertida en un emblema de lo imposible. “¿El amor es esto?”, dice Lee con la boca repleta de sangre y vísceras. “Quizás”, responde Maren con una sonrisa sangrienta. Un diálogo que resume la película. 

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