Cine y TV

“¡Shazam! La furia de los dioses”: el mal chiste se cuenta solo

Tan entretenida y dinámica como la primera,“¡Shazam! La furia de los dioses” es una encantadora fábula de crecimiento. Lo que por extraño que parezca, se convierte en su mayor problema 

Publicidad
shazam

En tres de las principales escenas de “¡Shazam! La furia de los dioses”, de David F. Sandberg, el héroe titular, interpretado en un curioso equipo por Zachary Levy y Asher Angel, deja claro que es inocente. Lo subraya con tanta vehemencia como para que no quede duda que debajo del corpachón musculoso del personaje, hay un niño. El director está interesado — en múltiples maneras — en destacar la cualidad ingenua de su figura central. Y en recordar que esta es una película basada en las emociones: más allá de las grandes hazañas — que las hay — lo importante en el amor familiar.

En la anterior entrega estrenada en el 2019, la fórmula funcionó de manera pulcra y convirtió a la película en el primer gran éxito real de la desordenada franquicia cinematográfica de DC. Alegre, despreocupada y ligera, mostró una figura más parecida al Josh Baskin de Tom Hanks en la cinta “Big” (1988) de Penny Marshall que con cualquier otra del mundo superheroico en la gran pantalla. Zachary Levy logró explotar un encanto tierno y ruidoso que se hizo el punto más fuerte del argumento. Y a pesar de su guion irregular y final blando, el largometraje, conmovió y maravilló. En particular, al incluir un inesperado contexto: el de una familia poderosa, que era parte y a la vez, el propósito real del héroe.

La segunda entrega amplía la fórmula, la hace más apoteósica, desordenada y extravagante. Pero no aporta ninguna idea fresca a una premisa que, a partir de los primeros diez minutos, resulta repetitiva en su subrayado de tópicos obvios.

Otra vez, Shazam/Billy debe luchar contra el mal, pero antes se paseará a través de una Filadelfia en tristes tonos grises, como un rayo — nunca mejor analogía — de pura simpatía y esperanza. Pero al contrario de lo que podía suponerse, el film no encuentra la manera de reinventar su celebrado punto de vista. Antes de eso, lo transforma en una serie de situaciones tan notoriamente intencionales que dan como resultado una vacía caja de resonancia. Sí, Shazam es un niño. Sí, Shazam es un héroe en formación. Ambas perspectivas se superponen en todas sus permutaciones posibles. Y justo, es lo que termina por sofocar la magia de un guion que pudo ser más que un conjunto de lugares comunes, lleno de un peculiar humor.

Familia que vuela unida, permanece unida

No es casual que “¡Shazam! La furia de los dioses” tenga como una de sus escenas iniciales la visita del héroe con el rayo en el pecho al consultorio de un pediatra que, además, hace las veces de psicólogo. Sandberg resume toda la trama de la primera película en un diálogo que el personaje repite en atropellada sucesión de hechos. Desde el abandono de los padres, hasta la forma en que recibió sus poderes. Nada queda por fuera, mientras la cámara enfoca su rostro sonrojado de gozo y añade referencias pop que resultan incluso incongruentes. Pero esta es una película para reír y su director quiere que la audiencia lo sepa.

De modo que se esfuerza por atar secuencia tras secuencia con chistes. Juegos de palabras sobre el inevitable Síndrome del Impostor. Chascarrillos a costa del universo de DC e incluso, del de Marvel. Poco a poco, la película se convierte en un bucle que llevará antes o después a los mismos lugares, al refugio de los hermanos del rayo o a fallidas misiones cada vez más torpes y ridículas. 

shazam

Quizás por eso resulte desconcertante cuando la trama avanza para presentar a sus villanas. Son tres y beben de la mitología más cuidadosa. Hespera, interpretada por Helen Mirren, quien luce desconcertada en medio de los efectos especiales y el despliegue de capacidades poderosas que ejerce con manos poco seguras. Calipso, que trae de vuelta a la pantalla a una imponente Lucy Liu, deliciosamente malvada y cruel. Y Rachel Zegler como Anthea, la hermana más pequeña y compasiva. Juntas, intentarán restaurar el jardín de las Hespérides en la mitad del centro histórico de Filadelfia, lo que incluye un árbol mágico, dragones, dudosas motivaciones y demostración de poderes.

La película llega a su punto más confuso al enfrentar a la familia de Billy con la de diosas. Los paralelismos son obvios, pero la película no los muestra en toda su rareza. Más bien se aplica en exagerar el escenario de las batallas hasta que absorbe el buen humor por completo. Es difícil reír cuando un querido profesor sufre una muerte espantosa o mientras arpías y grifos asesinan a transeúntes desprevenidos. Pero “¡Shazam! La furia de los dioses” lo intenta, riza aún más la línea de su premisa — la familia lo es todo — hasta volverse casi intolerable en lo cursi y banal.

¿DC moribundo? 

La película, que fue grabada y estuvo completa antes que James Gunn tomara las riendas de la franquicia cinematográfica de la editorial, tiene un cierto aire anacrónico. En especial, por las menciones a superhéroes que ya no formarán parte del contexto e incluso por mostrar a uno que, según los nuevos Co-CEO del estudio, no volverá en al menos tres años.

De manera que “¡Shazam! La furia de los dioses” tiene algo de pieza para el recuerdo, de fantasía nostálgica a pesar de ser recién estrenada. Mucho más cuando la historia deja claro que el mismo DC no tiene mucha idea de hacia dónde se dirige. Algo que se acentúa en su curiosa escena poscréditos.

Por supuesto, el film cumple su cometido: divertir. Pero al costo de la imaginación, del riesgo y la audacia. Prácticamente, lo mismo que podría decirse del cine de superhéroe que parodia y a la vez refleja. ¿Es suficiente para que se convierta en el éxito que DC necesita? Está por verse. 

Publicidad
Publicidad