Cine y TV

"Talk to Me", el terror según la generación Z

La película “Talk to me” es el más reciente ejemplo que el cine de terror experimental y curioso, lleva la delantera en un año con una considerable taquilla en el género. Desde “Skinamarink”, “Terrifier 2”, “Megan” y ahora, la curiosidad de la productora A24, las grandes narraciones terroríficas atraviesan su mejor momento

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talk to me

“Talk to me” de los hermanos Danny y Michael Philippou, producida por A24 se convirtió en un suceso de taquilla inesperado en un año de fracasos. Con apenas tres semanas de haber sido estrenada, la película dirigida por estos youtubers recuperó su inversión, obtuvo ganancias sustanciosas y se anunció una secuela, que comenzará a filmarse apenas la huelga de guiones y actores lo permita. Lo que demuestra que el cine de terror sigue siendo tan redituable como sorprendente. Mucho más por el nivel visual y narrativo que alcanza en el intento.

Porque la cinta con la que debuta el duo de directores, es una hazaña de economía de recursos y precariedad. También, de un discurso al subtexto que rara vez el cine de género explota con propiedad. Los Philippou lograron hacerlo y construir un fenómeno curioso. La historia de un grupo de adolescentes que utilizan una mano disecada para invocar espíritus y permitir que les posean, no es solo una premisa terrorífica. A la vez, salta al terreno de los duelos, retos y extraños juegos que la cultura de los nativos digitales lleva a cabo a diario. De hecho, toda la película es un homenaje a la generación Z y su manera de entender las comunicaciones, el miedo y las relaciones.

Las posesiones — grabadas, retransmitidas y convertidas en sucesos virales — son algo más que giros argumentales. Son narraciones acerca del bien, el mal y la moral contemporánea, contadas a través de experiencias de 90 segundos. ¿Parece disparatado? Puede que lo sea hasta que los directores convierten a lo sobrenatural en un objeto de curiosidad pública, en un deseo colectivo por comprender el origen de lo inexplicable. El tema central en “Talk to me” no es el miedo, de la misma manera que las posesiones no hablan sobre el dominio de lo ético. En realidad, la percepción general es una búsqueda de respuestas a lo que provoca el cinismo de una generación educada por tabletas, teléfonos celulares y pantallas de televisión.

Una generación, además, que creció con las más crueles, tétricas y retorcidas películas de terror, con libros siniestros al alcance de la mano. ¿A qué le temen los adolescentes que transmiten en vivo las posesiones en la cinta? ¿Cuál es el límite? ¿En qué punto lo que parece una broma grotesca se convierte en una serie de violentas escenas cada vez más frenéticas? ¿Qué es el mal contemporáneo?

Una y otra vez, a la búsqueda del miedo 

Lo mismo se preguntó la película “Skinamarink” de Kyle Edward Ball, también debutante detrás de las cámaras y que convirtió una idea abstracta en un éxito de estudio. Ball, que escribió la idea en tres cuadernos, grabó en la casa de sus padres, utilizó a sus sobrinos como protagonistas y alquiló las dos únicas cámaras que utilizó, creó un prodigio de sencillez terrorífica. Su película cuenta la historia de dos niños que despiertan en una casa sin ventanas, atrapados en un limbo infinito que se reconstruye a sí mismo hasta abrirse paso en una curiosa mezcla de paranoia, terror primario y angustia sugerida. La casa es un ente vivo, abrumador, desquiciado. Los niños, rehenes que deben huir en las entrañas del monstruo.

El monstruo doméstico también estuvo presente en “Megan” de Gerard Johnstone, otro suceso de Blumhouse en su política de invierte poco y distribuye todo lo que puedas. La historia de la muñeca convertida en asesina no es nueva. Sin embargo, si lo es la reflexión al fondo del argumento acerca de la dependencia de la tecnología, el miedo patológico a la intimidad y una burlona versión de un mundo hipercomunicado. El juguete titular, con sus enormes ojos celestes y el cabello bien peinado, es una criatura vil y perversa, que aprendió a serlo a fuerza de retorcer sus directrices y hacerlas más eficientes. ¿Una ironía sobre la constante necesidad de encontrar en lo técnico una respuesta a la soledad del siglo XIX? 

Algo de eso sugiere la inclasificable, perversa, ultraviolenta y agobiante “Terrifier 2” de Damien Leone. Convertida en un clásico instantáneo del cine gore, el relato que rodea al payaso asesino no puede ser más postmodernista y macabro. Matar por poder, por vanidad, por necesidad. O solo hacerlo por el mero placer de hacerlo. La película — que también escribe su director — no está allí para responder preguntas. Tampoco para analizar las posibles respuestas. Lo único que hace es proponer que lo maligno está incorporado — vinculado, enlazado — a lo humano. Una especie de ADN condenado a lo temible que cada persona lleva a cuestas.

«Talk to Me», una apuesta temible

En “Talk to me” el miedo está en todas partes, como una conexión entre el grupo de adolescentes que invocan espíritus con la misma alegría incrédula con la que tienen sexo o consumen sustancias prohibidas. Para ellos, lo desconocido es otra etapa de la experiencia temible que abarca todas las cosas.

La película, tan cruda que por momentos resulta repulsiva, no pretende explorar las raíces de a qué le tenemos miedo o cómo nace el horror. Lo que sí intenta es dejar claro que todos estamos vinculados por nociones sobre lo que nos provoca inquietud. El límite de la oscuridad, como lo llamó Freud. El límite de toda la voracidad de la muerte en busca de explicaciones. ¿Muy profundo para una película de adolescentes?

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