Cine y TV

“La sociedad de la nieve” de Juan Antonio Bayona: la tragedia de los Andes regresa al cine desde el drama

La historia de la tragedia del vuelo 571 que se estrelló en los Andes en 1972 es ideal para cautivar la imaginación colectiva. En especial, por el ingrediente morboso que se añade a una narración de supervivencia. Pero pocas veces, el argumento en cines ha logrado un grado de inteligente reflexión sobre la naturaleza humana, como lo hace la versión dirigida por el español Juan Antonio Bayona

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En Latinoamérica persiste una crónica de sucesos aterradores que se heredan de generación en generación. De lo ocurrido con el cadáver de Eva Perón — que fue trasladado, ocultado y vejado por partidarios y enemigos — hasta los secretos perturbadores de torturas de diversos dictadores.

La crónica del continente contiene todo tipo de sucesos que ponen a prueba la naturaleza humana y sus límites. Pero pocos han cautivado la imaginación de la región y del mundo como lo ocurrido con los supervivientes del tristemente infame vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya. En especial, luego que sus protagonistas se negaran por años a explicar con exactitud lo sucedido.

Lo único claro es que durante las semanas de aislamiento en las montañas, casi sin posibilidades de salvamento y muy cerca de morir de inanición, ocurrieron dos hechos capitales. Uno, que el grupo entero tomó una decisión tan extrema como dolorosa, que les marcaría de por vida: la de comer la sangre de los muertos. La otra, que una avalancha, mató a cuatro miembros más del grupo y sumió al resto en un completo desaliento tan agudo que casi les lleva a la muerte.

Ambas cosas se entrelazan en una épica siniestra que trascendió la idea sobre el bien y el mal en situaciones críticas.

Para cuando los relatos llegaron a crónicas, entrevistas y después, televisión y cine, se convirtieron en un mito terrorífico, exagerado y usado a conveniencia. La versión de René Cardona de 1976, estuvo más cerca del body horror que un argumento apegado a la verdad.

Lo que convirtió a la película en una muestra de cómo la cultura popular podía transformar a la tragedia en una perversión; un hecho monstruoso o un grotesco argumento de explotación que convirtió a sus protagonistas en criaturas pérfidas con un aire levemente perverso.

Más tarde, Frank Marshall intentó, en 1993, mostrar un lado humano y mucho menos estereotipado de lo ocurrido. Pero, en el mejor de los casos, fueron reflexiones mediocres de un tema mayor. Lo que puede hacer el ser humano en la búsqueda de sobrevivir en una situación crítica. Pero además de convertir la película en una disaster movie al uso, se enlazó con un toque de melodrama tan poco profundo como irrespetuoso. La cinta pasó sin pena ni gloria por la taquilla y la crítica la catalogó en el mejor de los casos, de floja.

Treinta años después, finalmente el director Juan Antonio Bayona, encontró el tono correcto al explorar más en sus personajes y su afán por vivir, que en los morbosos detalles que le rodean.

«La sociedad de la nieve» relata el núcleo sangriento centro de la historia, a partir de una perspectiva directa, pero ni mucho menos amarillista o sensacionalista. Antes que eso, se toma el tiempo y la paciencia de construir un escenario de horrores humanos, en que la naturaleza actúa como un enemigo silencioso a vencer. Pero el español, curtido en el cine de terror, evita lugares comunes y con una delicadeza que se agradece, enaltece el valor de los hombres y mujeres que decidieron vivir, incluso a un costo mental y espiritual altísimo, en mitad de un suceso atroz.

El dolor, el hambre, el miedo

Esta vez, Bayona reflexiona no en los tortuosos detalles que llevaron a los sobrevivientes a una decisión inimaginable, sino las que debieron tomar, para conservar su humanidad. El matiz parece pequeño hasta que se analiza que la tragedia de los Andes, es una reflexión sobre la necesidad de persistir llevada a un nivel desconocido.

El cineasta analiza punto a punto la red de situaciones, temores y dolores, que construyeron un escenario brutal. Y si bien no desconoce el mito negro del canibalismo — lo afronta, lo mira con cuidado, no deja detalle por fuera — no es su mayor interés ni el centro motor de la película.

Lo que sí lo es, se basa en una despiadada, formidable y fulgurante mirada sobre el ser humano. Su capacidad para lo bueno y lo malo. Cada idea que hizo de los sobrevivientes, héroes de su tragedia mínima, lo que les acompañó en cada tormenta, en cada noche de silencio, al borde del suicidio y al final, confrontar que debían aferrarse al ahora y a la identidad colectiva.

«La sociedad de la nieve» se deslinda de explicaciones simples para hacerse preguntas angustiosas. Para afrontar la desolación de la muerte en las peores condiciones, pero también, la ambición de vivir, incluso entre la posibilidad del horror.

Difícilmente se podría llamar a la película un drama. Tampoco, un relato de supervivencia, obsesionado con días de hambre y soledad. Pero entre ambas cosas, la obra de Bayona brilla por su fuerza, sensibilidad y belleza. Un repaso inspirado, potente y bien desarrollado de un hecho terrible, que a pesar de eso, demostró que el espíritu humano puede atravesar el fuego del miedo y el sufrimiento, para encontrar su propia forma de heroísmo.

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