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Se buscan capitalistas para construir el socialismo

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Las recientes reuniones del Presidente Nicolás Maduro con empresarios chinos, y del Vicepresidente de la Asamblea Nacional, Elvis Amoroso, con la directiva de Fedecámaras, sugieren una revalorización acerca del papel que puede cumplir la inversión extranjera y la empresa privada en la construcción del socialismo venezolano. Esto pasa por corregir errores y sanar las heridas que han impedido la cooperación y complementación de los sectores público y privado. De lo contrario se reeditarán los mismos errores que llevaron al colapso del socialismo del siglo XX, al criminalizar la iniciativa privada, inhibir el espíritu emprendedor y frenar el desarrollo de las fuerzas productivas.
En su momento, la Unión Soviética y el Bloque Socialista representaron la principal referencia de los pobres del mundo para construir una nueva sociedad, libre de desempleo, pobreza y exclusión social. En el siglo XX, más de la mitad de los habitantes del planeta llegó a vivir en países que intentaron construir el socialismo. Pero muy pronto esa esperanza se desvaneció. Las desviaciones autoritarias y burocráticas desnaturalizaron la orientación socialista en esos países. Casi todos padecieron los mismos errores que finalmente dieron al traste con la esperanza de construir un mundo mejor. Aquella promesa de abundancia, justicia, igualdad y libertad resultó ser una desilusión, un desengaño. ¿Qué paso?

¿Cómo es un sistema socialista?

Para no caer en el error de llamar socialismo a cualquier revuelta, Marx y Engels explicaron las condiciones objetivas y subjetivas que deben cumplirse para el salto hacia el socialismo. Plantearon que este sistema solo era posible en aquellos países donde el capitalismo había logrado a un alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Como condición subjetiva, los clásicos del marxismo plantearon la existencia de una clase obrera consciente y organizada, capaz de conquistar el poder político para crean un nuevo Estado al servicio de la emancipación social. Aprovechando el alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas heredado del capitalismo, la libre asociación de los productores directos liberaría a la sociedad de la explotación, opresión y depredación capitalistas, garantizando una abundante producción de los bienes y servicios destinados a satisfacer plenamente las necesidades materiales, intelectuales y espirituales de la sociedad. Los precursores del socialismo jamás vislumbraron la nueva sociedad sumida en el subdesarrollo y azotada por la escasez y largas colas que terminaron siendo uno de los rasgos más distintivos del socialismo en el siglo XX, y que ahora se repiten en los intentos socialistas del siglo XXI.

Venezuela está muy lejos de cumplir las condiciones objetivas y subjetivas que plantearon los promotores del socialismo. Por el contrario, una economía rentista y subdesarrollada, con empresas públicas quebradas por el burocratismo, el pseudosindicalismo y la corrupción, hunden al país en la peor crisis de desabastecimiento y escasez de su historia reciente. El precario desarrollo del capitalismo rentístico heredado por la Revolución Bolivariana se ocultó tras el enorme volumen de importaciones que permitió satisfacer la creciente demanda derivada de la inyección de la renta petrolera a la circulación doméstica. Pero ahora que los precios del petróleo han colapsado y la renta petrolera se ha derrumbado, el país ya no cuenta con la misma capacidad de importación, dejando en evidencia la fragilidad del aparato productivo que hace sentir el yugo de la escasez. Y sin fuerzas productivas ni una clase obrera consciente de su papel, el intento por construir una verdadera sociedad socialista carece de sustento y termina abortado por una poderosa nomenklatura que secuestra el poder en beneficio propio.

El socialismo no se decreta

Es constante en el discurso político de los gobernantes la promesa de construir una sociedad socialista. Con ese fin se aprueban planes socialistas, los ministerios son llamados ministerios del poder popular aunque estén dominados por el burocratismo, se colocan vallas decretando como socialistas las empresas estatizadas en las que se reproducen las mismas relaciones de explotación y opresión, las instituciones financieras del Estado son rebautizadas como fondos socialistas, los institutos de capacitación técnica se transforman en centros de formación sociopolítica para el socialismo, etc., etc. Pero si algo ha quedado claro desde que se declaró el carácter socialista de la Revolución Bolivariana es que el socialismo no se decreta, el socialismo no es una permanente retórica sin contrapartida en la realidad. Esa manera de soñar la sociedad tiene que concretarse en una realidad que avance día a día y de manera sostenida.

El socialismo como aspiración humana de construir una nueva sociedad libre de cualquier forma de explotación, opresión y discriminación, no ha fracasado. La implosión del modelo soviético fue justamente porque se quedó muy lejos de los umbrales del socialismo, de la misma forma que el neo-rentismo venezolano está en crisis debido a que se limitó a repartir la renta petrolera, sin erradicar las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión social. Evitar que el socialismo termine estigmatizado por los estragos que se cometen en su nombre, pasa por corregir las desviaciones y errores que desdibujan su esencia. De lo contrario, pasará mucho tiempo para que la gente sencilla del pueblo vuelva a creer en el socialismo como vía para lograr la igualdad, la justicia y la libertad.

La toma del poder político es una condición necesaria más no suficiente para construir el socialismo. No se puede decretar el socialismo, mucho menos en un país que no cuenta con un elevado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas para satisfacer las necesidades de la sociedad. Crear un ambiente hostil contra la empresa privada sin haber creado antes un pujante sector de la economía social, resultó el atajo perfecto para esta crisis de escasez, acaparamiento y especulación que tanto malestar provoca en la población. Y ante el fracaso de las empresas expropiadas que terminaron quebradas por el burocratismo y la corrupción, pareciera que el gobierno está repensando el modelo y por eso vuelve su mirada a la empresa privada, tal como lo está haciendo Cuba que reanuda relaciones diplomáticas con EE.UU., como paso previo para desmotar el bloqueo económico que permita el desembarco de la inversión extranjera en la isla.

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