Deportes

Un campeonato sin ídolos

Hace tres años escribí sobre este tema y su vigencia sigue siendo, desafortunadamente, la misma. Lo hice justo cuando Juan Román Riquelme recibió las llaves de Barinas, episodio ya superado y duramente criticado en su momento, pero aún miles de camisetas inundan las calles con “sietes” de Cristianos y “dieces” de Messis, como desafiando en cantidad a ver quién tiene más clones andantes.

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Innegablemente son los ídolos del fútbol global pero si buscamos al menos uno en el campeonato liguero venezolano, nos damos cuenta que aquí, los dioses no existen.

Retomo el tema porque me llamó la atención que la directiva de Táchira y la Gobernación del estado hicieron un esfuerzo en reponer la estatua de William Méndez, violentada por políticos oprobiosos, en la ahora llamada “Plaza del Aurinegro”. Sin importar el distingo partidista de un ex jugador que ahora es anti sistema, rescatar la esfinge de uno de los últimos personales idolatrados de nuestro fútbol es loable, porque repara el sentimiento de muchos.

Recuerdo que algún tuitero escribió en su cuenta: “En nuestra liga no hay respeto por los ídolos, no se sabe retribuir lo que ellos le dan a los clubes”. Nada más cierto que eso, pero uno también se pregunta: ¿hay ídolos?

Entiendo que un jugador “idolatrado” es aquel que, más allá de su desempeño en la cancha, pueda ser admirado, imitado y respetado por la parcialidad de su equipo. Esos que venden camisetas con sus números, que levantan pasiones cuando pisan el césped o se lo encuentra un mortal en el supermercado.

Esos que resaltan en aplausos y gritos cuando su nombre se menciona en el altavoz del estadio.

Aquellos tiempos donde los niños querían ser como Stalin Rivas, Laureano Jaimes o Gaby Miranda desaparecieron. Ni con una mejor exposición mediática, los jugadores han podido conquistar el corazón de su hinchada. Pocos son los que en el cemento se sienten identificados con los suyos. No se les guarda el respeto y la admiración que, en teoría, merecen.

Claro, los que visten de Vinotinto y juegan fuera del país sí ganan un mejor caché, lógico, pero ¿qué pasa con aquellos que sudan la camiseta y se esfuerzan cada domingo dando lo mejor de sí por sus colores? ¿O es que ya no hay de ese tipo de jugadores?
Considero que es una mezcla de ambos fenómenos. Atrás quedaron los tiempos en que un jugador ascendido al primer equipo declaraba: “siempre soñé con llegar aquí y aquí me quiero retirar”. Si hoy lo hace, pareciera que todos estamos convencidos en que sus palabras son puro humo.

Llegaron los tiempos de Instagram, de Snapchat, de los iPads, del audífono que los aísla, del montón de plata para comprar jugadores, colores y sentires (aunque después las deudas sean catastróficas). Ya no existe el roce con la gente, ese carisma de hacerse querido. Lo invito a ubicar un nombre que reúna estas características en nuestro campeonato… ¿no lo consiguió, verdad?

Entonces: no hay ídolos y no hay quien genere ídolos. Ese es el asunto. Culpa de los que pisan la cancha con indolencia y culpa de quienes no se interesan por generar pasiones con los suyos, con los del equipo que ama.

Gerzon Chacón salió sin pena ni gloria de Táchira luego de ser su capitán por más de seis años. Un retorno merecido lo ha acercado de nuevo al reconocimiento popular y gubernamental (Vielma Mora, el gobernador, prometió una estatua para él) pero José Manuel Rey abandonó silencioso su amado Caracas, siendo uno de los bastiones históricos del grueso de estrellas conquistadas por el rojo.

Caso similar el de Rafael Castellín, aquel que conservaba un trapo con su cara en la tribuna sur del Olímpico. Ninguno conmocionó a la grada con su despedida. Sencillamente se fueron y ya.
Admirar a alguien agranda el sentimiento por el fútbol. Gana el fútbol, gana la pasión.

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