Deportes

Vinotinto: Nadando en un remolino

Publicidad
noel sanvicente

Me tocó transmitir el partido para la radio y, saliendo de los estudios, me llamó la atención que el conductor de un Aveo que pasaba por la Avenida Mohedano de La Castellana sonaba su bocina a modo de celebración. Supongo que debe ser porque ganó Venezuela, pero también intuyo que quien lo manejaba ni vio el partido ni debe estar bien enterado sobre lo que realmente se ha convertido en esto que hoy se llama Selección Nacional.

Estoy convencido que no se le puede negar la alegría a nadie de vitorear este resultado, sobre todo al seleccionador, que hace rato no sabía lo que era eso. Sus queridos chamos, algunos que hace un año superaron a Honduras dos veces, nuevamente le dieron la alegría de saberse triunfador, pero no nos engañemos: él sabe que todos estamos desencantados y cada vez más preocupados con el producto que sus dirigidos muestran. El 1-0 es la alfombra que esconde debajo el polvero de un equipo que se va desinflando cada vez más en su juego.

La previa del partido estaba marcaba por la cara de preocupación de Sanvicente en la rueda de prensa la noche anterior y sus muy parcas palabras. En la memoria y cuenta del viaje a Europa frente a los medios, Noel dejó ver que no hay nada arreglado en el lío interno y la frase «no puedo asegurar con quien contaré para las eliminatorias» invocó al fantasma de la catástrofe en la conformación del plantel que encarará a Perú y Chile.

Bajo esa perspectiva, el partido de hoy tomaba más relevancia. Porque lo que muchos creían que era improbable que ocurriera, ahora sí era muy factible de ser real: Chita necesita activar un Plan B ante la incertidumbre de los que estarán o no en el próximo llamado y muchos de los que hoy se estrellaron contra apenas nueve costarricenses, podrían ser tomados en cuenta. Era el único ensayo para definir quiénes de ellos pueden ponerse el traje de rescatistas para la próxima fecha mundialista.

De entrada, Andrés Ponce al banco. El jugador que rinde con goles en Europa cruzó el charco en una fecha no FIFA para que lo vieran como alternativa y no como protagonista. Solo una lesión puede explicar su suplencia, misma suposición con Diego Meleán, que cedió su paso en el once a un Ángel Faría que había llegado de emergencia en la convocatoria y terminó siendo de los mejores en la cancha.

En el terreno, indescifrable Venezuela, una vez más. Quizá haya quien explique a qué juega, pero yo sigo sin entender.Salvo unos pocos gestos individuales, necesarios para los que querían ganarse la confianza de cara a los compromisos eliminatorios, el colectivo naufragó nuevamente. Este otro grupo, ahora tampoco tiene gol. Bastó con que Costa Rica mostrara sus tres mastodontes en la línea de fondo para causar un descomunal enredo en Venezuela: los Vinotinto eran dueños de la pelota, sí, pero no con la suficiencia para descifrar el cómo superar al trío de zagueros.

Tocaba tener paciencia para que un imberbe como Yeferson Soteldo generara alguna ocasión producto de su enorme talento. Así de atrevidos somos: esperamos que un carajito de 18 años resolviera él solo. Lo voluntarioso que era «Cariaco» González tampoco servía para tan siquiera inquietar al arquero rival. Nada de nada durante exasperantes noventa minutos de pobreza en ideas. Venezuela generó una sola ocasión de gol en todo el partido, una nada más: precisamente la del gol, al minuto 88. Nadie se atreverá a concluir partiendo de esa premisa que la eficiencia es de 100% en aprovechamiento de ocasiones generadas.

Costa Rica, tímida selección en su propuesta pero sabiamente armada con muchos jugadores de experiencia, hizo lo mismo con once hombres que con nueve, luego de las dos expulsiones. No varió su libreto y le bastó para controlar y manejar el partido a su antojo, ante un rival que horizontalizaba la pelota sin poder encontrar nunca la forma cómo generar peligro, señal inequívoca de un conjunto en el que un patrón de juego sencillamente no existe.

Sanvicente sostuvo en cancha a sus cuatro defensores durante los noventa minutos. Con 0-0 y superioridad numérica de dos jugadores más, nunca arriesgó a cambiar un defensor por otro mediocampista que ayudara a superar la trinchera tica. Empeñados en no explotar las bandas, en centralizar el juego cuando el tráfico por el medio era de hora pico. Poca utilidad de los laterales para sumar volumen ofensivo ante un rival agazapado. Con todo el respeto del mundo: parecía que más que ganar, Sanvicente no quería perder.

¿A qué juega Venezuela? Luego de año y medio nadie lo puede explicar. Ni con los llamados «caballos», ni con las alternativas, con nadie.

El equipo no demuestra nada, no exhibe un punto sólido, no fabrica oportunidades, no destaca en ninguna faceta. Es una junta de varios futbolistas voluntariosos, que salen a sudar la camiseta, a demostrar su compromiso con el país, pero que colectivamente no están alcanzando nada, realidad que cuesta admitir.

El gol de Wilker Ángel sirve para inflar las estadísticas y sacarle una sonrisa al técnico. Nada más. ¡Cómo quisiera que el bueno de Noel pudiera sacar esto de una vez por todas hacia adelante!, pero, lamentablemente, el estancamiento es evidente, se bracea en espiral. Los intérpretes son distintos, las variantes son diversas, pero la realidad es la misma.

Publicidad
Publicidad