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Batman vs Superman: ¿eso es todo?

Desde su concepción, la sola idea de enfrentar a dos de los superhéroes favoritos del cine parecía una locura que solo le caería bien a algunos pocos. Aun así, con un nuevo Batman y la promesa de una pelea alucinante, las expectativas crecieron y alimentaron las ansias de ubicarse en alguno de los bandos.

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Foto: Facebook Warner Bros Lationamérica

Una de las principales expectativas de Batman vs Superman: Dawn of justice se centra en este nuevo Bruce Wayne, del que no conocemos más de su pasado que lo que ya nos han contado sobre la muerte de sus padres y que nos obliga a asumir el desasosiego que deja el enfrentarse por 20 años al crimen de Ciudad Gótica (que nunca ha sido precisamente retratada como una metrópoli de paz y alegría).

El primer aliado de la crítica para este personaje no es la actuación de Ben Aflleck, sino más bien la intensidad a la que lo obliga la historia y las absurdas visiones del pasado y el futuro que se le presentan al personaje.

Batman no es un semidios ni un alienígena, es un ser humano que siente frustración, que siente rabia, que se llena de odio, que inclusive cae en trampas, y en esta película, con más años encima de los que estamos acostumbrados, así se presenta: como un producto de su propia vida, de los acontecimientos, de sus pérdidas y de sus fracasos, aunque confiado. Sí, es verdad que le pega el burlón apodo de “Sadman” con el que lo han bautizado en Internet, pero su nueva realidad no dista de lo que sería una posible evolución natural del personaje.

Affleck no intenta continuar el legado de Michael Keaton o de Christian Bale (a los que considero los mejores Batman de la gran pantalla), y, realmente, esta nueva faceta del Caballero de la Noche, no parece desentonar. Sin embargo, el que inicia no es el que termina la película, así que queda ver las prometidas próximas entregas de la Liga de la Justicia para poder emitir un veredicto más fiable sobre su actuación.

El gran problema de esta película es Zack Snyder y su injustificada densidad y grandilocuencia. A pesar de que en los primeros minutos hila a la perfección el final de la última entrega de Man of Steel, con este inicio no solo se exagera la innecesaria oscuridad que rodea a ambas ciudades -Ciudad Gótica y Metrópolis (ahora colindantes)-, lo más grave es que durante la primera hora de película pasa tan poco, y tan disperso, que no se sorprenda de encontrarse aburrido en la butaca, esperando una peleíta o el ansiado enfrentamiento.

La intención del estudio parece estar orientada a presentar el Universo DC, tal como Marvel lleva años construyendo, y esta película fue la excusa para mostrar, o más bien forzar, los primeros rasgos que conectan a los próximos héroes de la Liga de la Justicia. Más allá de este desastre, se rescata que los efectos visuales son imponentes. Puede que se exagere, y hasta canse a la vista, pero la oscuridad que la inunda es hermosa.

Por otro lado, una máxima en las películas de superhéroes es que los villanos tienen que estar a la altura de sus contrincantes. Si esto no se cumple, la resolución es tan simplista que el público puede salir defraudado. En este caso, Lex Luthor no significa un reto, sino solo un artífice del encuentro entre ambos protagonistas.

Por parte de Jesse Eisenberg, habría que revisar si su interpretación no peca de caricaturesca y sobreactuada, tanto como para parecerse a un nuevo Joker desequilibrado en potencia.

En mayo podremos hacer una comparación más justa, pero es probable que luego de esta tambaleante entrega, Marvel pueda sentirse cómodo de cara al estreno de Captain America: Civil War.

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