Economía

Los efectos políticos del hambre

Venezuela es un terreno sembrado, no de pastos y forraje, sino de predicciones y fantasías de satisfacción de deseos.

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Foto: AFP

“Aquí, algo tiene que pasar porque la gente está pasando hambre”. “Estamos llegando al final. La gente no aguanta más.  No sólo hay escasez. Hay hambre”. Opiniones similares se reproducen como hongos después de la lluvia.

Venezuela es un terreno sembrado, no de pastos y forraje, sino de predicciones y fantasías de satisfacción de deseos. Las aseveraciones que auguran un rápido fin de la revolución bolivariana por causa del hambre que hoy padece la población venezolana parecieran responder al sentido común pero no a la historia y a las realidades políticas.

Un tercio de la población de Zimbabue, cerca de 4 millones de habitantes, necesita en este instante ayuda urgente del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para sobrevivir y el país ha atravesado repetidamente hambrunas a lo largo de 36 años que tiene Robert Mugabe en el poder.

Antes de que Mugabe iniciara su política de expropiaciones  y confiscaciones, el territorio ubicado entre el río Zambeze, las cataratas Victoria y el río Limpopo, era considerado el granero de África. Pocos años después todo estaría, como en Venezuela, arrasado, destruido. En Zimbabue el hambre no debilitó a Mugabe. Lo fortaleció.

El Gran Salto Adelante, las medidas económicas tomadas por el Partido Comunista de China entre 1958 y 1961, produjo la Gran Hambruna China. Pero la muerte de entre 18 millones y 32 millones de personas no debilitaron a Mao.  Apenas las moderadas críticas de Deng Xiaoping y de Liu Shaoqi empezaron a restarle poder, Mao respondió con la Revolución Cultural, una de las grandes purgas y procesos de concentración de poder de los tiempos modernos.

La hambruna soviética de 1932-1933 en la que perecieron alrededor de 8 millones de personas tampoco menguaron el poder ni el culto a la personalidad de Iósif Stalin quien sólo soltó el mando con su muerte en 1953. Las dictaduras comunistas se fortalecen debilitando a la población, llevándola a los mínimos de supervivencia, a la base de la pirámide de necesidades humanas, convirtiendo las motivaciones de más alto rango en excepción y pertenencia de los acólitos del régimen.

Se ha dicho que la falta de alimentos y la revuelta del Pan fue el principal motor de la revolución francesa. Sin duda, la marcha sobre Versalles de las mujeres protestando contra el alto precio y la escasez de pan fue un acontecimiento fundamental. Pero la marcha estuvo estimulada y orientada por agitadores políticos, por el tambor de Stanislas-Marie Maillard que incitaba al pueblo gritando “a Versalles”.

El hambre puede ser un motor político de presión y cambio en la medida que haya una dirigencia política capaz de movilizar a las masas y concentrar su descontento. Pero sin una dirigencia que catapulte el momento, el hambre se convierte, por el contrario, en un poderoso instrumento de dominación.

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