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Angélica Alvaray: Yo también estoy desgarrada por el exilio

La narradora venezolana publicó este año su primera novela, que pone el foco central en el autoexilio pero sobre todo en la memoria, necesaria, dice, para comprendernos como sociedad, en un país sumido en una severa crisis que ha abierto profundas heridas en el espíritu colectivo.

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Texto: Antonia González Fotografías: Dagne Cobo Bushbeck

Si hay un origen, una primera aproximación a la palabra como expresión afectiva para Angélica Alvaray, es el libro Abajo Cadenas (para la enseñanza inicial de la lectura) que ella a los 7 años de edad leía a su bisabuela para que ésta aprendiera a leer. Que su bisabuela con 80 años deseara intensamente superar esa barrera y aprender a decodificar aquellos extraños signos para convertirlos en palabras con significado, para Alvaray resultó y resulta fascinante e inspirador.

Pero incluso se puede ir más allá, podría afirmarse que esa relación cultivada con su bisabuela y las mujeres de su familia es el auténtico germen que la empujó a escribir su primera novela He venido a recoger tu imagen, publicada por la editorial canadiense Lugar Común, y bautizada el pasado mes de junio en la Librería Kalathos, cuya presentación estuvo a cargo de la investigadora literaria Alicia Sergent.

La novela narra la historia de Adriana, una periodista venezolana que se autoexilia en Nueva York y se ve obligada a volver a Caracas tras saber la noticia de que su madre, quien padece de Alzheimer, desapareció. Al llegar a su ciudad natal, Adriana emprende su búsqueda, pero termina por entender que para completarla también debe iniciar otra hacia el pasado, donde hallará las respuestas que le ayudaran a encontrar a su madre y la llevarán a trazarse un nuevo destino.

He venido a recoger tu imagen es una historia sobre el autoexilio y la memoria, por tanto es una obra permeada por la crisis que atraviesa el país, pero también es una historia íntima de la mujer venezolana. La novela de Alvaray es una matrushka: la historia de Adriana late dentro de la historia de Maruja y la de Maruja en la de su madre. Así se va tejiendo un hilo que une las tres historias, las hilvana y las separa intermitentemente, demostrando en su madeja las evidencias para explicar su presente y predecir su futuro.

«A pesar de que la sociedad venezolana es machista, somos muy matriarcales. La mujer venezolana no es necesariamente protagonista, pero es como un telón de fondo que hace posible que todas las cosas sucedan», suelta de entrada AlvarayLa escritora piensa que poco a poco las mujeres han ido ganando terreno en espacios y cargos a los que ninguna de nosotras pudiésemos haber aspirado hace unos treinta años.

El rol de la mujer en la familia, en la historia, es muy importante, es necesario entenderlo, darle la importancia que merece y auparlo. Muchas veces tendemos a descalificarlos y darles poca importancia.

Está plenamente convencida de que entre las mujeres se construye una red afectiva que le otorga una base resistente a su desafiante existencia. “Esa red emocional que tejemos las mujeres no existe en el exterior”, expresa Alavray, al recordar lo difícil que es enfrentarse a un país desconocido.

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EL TALLER

En el año 2011 Alvaray culminó el Master de Narrativa “El arte y el oficio” en la Escuela de Escritores de Madrid, ciudad en la que vivió dos años. Para su culminación formal era necesario presentar un proyecto de escritura, fue entonces cuando pensó por primera vez en la novela como género literario y también como espacio para la comunicación.

 Yo había pensado en escribir una novela de detectives como cualquier otra, pero en ese entonces recibí la noticia de que mi madre fue diagnosticada con Alzheimer, y eso me hizo escribir sobre eso, al principio cuentos, historias de mi mamá y de la enfermedad.

Finalmente se decidió por la novela, presentó una primera versión para el master y lo engavetó. Luego retomó el proyecto de nuevo tras un proceso de maduración, no solo desde el punto de vista literario, sino también desde lo afectivo,

– Cuando lo retomé sentí que era otra persona, que podía escribir con mucha más facilidad y empezó a salir todo. De sentarse todos los días a trabajar, corregir y escribir fueron como 9 meses, tal cual un parto.

Ese tiempo le hizo establecer una distancia con los personajes recién creados y separar, no definitivamente, la ficción de su vida. Sin embargo la novela, inevitablemente, está permeada por acontecimientos autobiográficos que alimentaron la existencia de Adriana, protagonista de la historia.

Enfrentarse con una novela fue todo un descubrimiento para Alvaray, antes solo se había aventurado a escribir algunos cuentos y sobre todo ensayos y artículos reflexivos sobre distintas temáticas. Es con el master y la enfermedad de su madre que se dispone virginalmente a confrontar las tensiones del género novelístico.

Alvaray cuenta que entonces no entendía cómo era eso de que los personajes adquirían vida propia hasta que comenzó a observar cómo revoloteaban Adriana, Héctor y Jorge, ante sus ojos y sus manos se aferraban al teclado, tratando de asirlos al papel virtual para que no escaparan. Así surgieron las escenas de la novela, como si alguien las proyectara con un cinematógrafo. “Yo solo me dedicaba a describir lo que veía”, asevera aún fascinada por el descubrimiento que le impuso usar un sentido que hasta el momento, y que por su condición de miope, vivía una especie de aletargamiento.

– Mi formación de ingeniero me sirvió mucho a la hora de estructurar la novela, y de construir los personajes. Yo hacía tablas con los personajes y sus descripciones, sus características emocionales, sus referencias personales para lograr visualizarlos – dice la escritora, quien confiesa, todavía no haber podido conciliar ambos oficios.

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LA DESMEMORIA Y EL AUTOEXILIIO

La novela narra las peripecias a las que se enfrenta Adriana para buscar a su madre desaparecida, sin embargo el pasado se inmiscuye y la linealidad de la historia es interrumpida por los recuerdos de su infancia, con los que va armando, como en un rompecabezas, las claves que dibujan el panorama completo de la historia familiar. “Si el gran tema de la novela es El Olvido, los flash-back son el recurso literario para El Recuerdo”, afirma la investigadora literaria Alicia Sergent al respecto.

 Tú no tienes futuro si no tienes pasado, si no enfrentas el pasado  éste te a va a perseguir como un fantasma. No sólo es recordar el pasado sino comprenderlo. Para tener la fuerza de cambiar tienes que entender tu pasado, si no vas a repetirte. Si desconoces el pasado te vas a repetir, y eso es lo que ocurre en una sociedad que no quiere recordar lo que hizo: cae en los mismo errores.

En este sentido, Sergent considera que la aproximación al olvido que hace la escritora con la novela “llega a un tratamiento valiente y comprometido… Adriana, entre tantas preguntas, afronta también el problema social sobre la evasión del tema, y en uno de los diálogos sacude a su interlocutor, llamando por su nombre de pila a este mal de olvidos: Alzhaimer”. El haber confrontado la enfermedad como tema literario, significa para Sergent, no solo un medio de catársis para Alvaray, sino también un aporte para la sociedad al nombrar un padecimiento que con frecuencia se trata con evasión.

Con respecto al autoexilio, Alvaray lo ha vivido en carne propia (dos años en Nueva York, dos en Madrid y dos en Montevideo), así como su personaje principal y en ambos casos, evidentemente, la experiencia está vinculada con la memoria y el olvido

– Adriana efectivamente es una mujer que yéndose del país cree que podrá cerrar la puerta, olvidar y comenzar una vida nueva. Huye de su país, de su familia y de su pasado y eso, al final, no le resulta. En mi caso yo nunca he tomado la decisión de irme del país. Mis raíces están demasiado profundas aquí.

Pero Alvaray se siente escindida, el exilio propio y el ajeno han abierto heridas ineludibles.

– Yo estoy desgarrada por el exilio, sé lo difícil que es, y por eso he tratado de acompañar a mi hermana, a mi familia, a las amigas que están pasando por eso. Estoy desgarrada: tengo un hijo aquí en Venezuela y otro en Madrid, la mitad de mis hermanos están  allá, y la otra mitad aquí, y mi mamá vive aquí con Alzheimer.

La escritora piensa que el espíritu colectivo de los venezolanos ha sido profundamente herido, “Estamos viviendo con miedo al otro (…) Hemos perdido la capacidad de trabajar con el otro”, asegura.

– Los escritores y los artistas tenemos que tener una posición frente a lo que está pasando en el país, defender esa posición y defenderla significa estar seguros de lo que uno quiere, tratar de poner en evidencia lo que está sucediendo.  Hay que ir más allá de la grieta, hay que tratar de ponerse del otro lado y tratar de hablar a esa otra persona de lo que nos está pasando. Tenemos que tratar de cerrar los abismos, y eso lo tenemos que hacer desde cualquier instancia en la que estemos, no solo desde la escritura.

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Alvaray asegura que no tiene idea de cómo volveremos a reencontrarnos como país, “la gente que se ha ido tiene mucha rabia, mucha frustración, con toda razón, y la gente que está aquí también”, dice y condena que el foco se coloque sobre las discusiones entre quienes se van y quienes se quedan, con respecto al país.

Sin embargo es optimista y cree que esta crisis nos está dando muchas lecciones “Hay que sacarle punta a los aprendizajes que no está dando el país en estos momentos: ser más solidarios, más humildes, más unidos. El “yo puedo sola”, no sirve, pedir ayuda no nos quita nada”.

 Y frente a todo esto ¿para que te ha servido la literatura, Angélica?

– Javier Marías decía que la literatura es una forma de conocernos nosotros mismos en nuestro potencial. La historia te enseña lo que has hecho, la literatura te enseña lo que no has hecho y lo que puedes hacer, y para eso me ha servido.

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