La vida de Bryant Ramos está a punto de cambiar. Con apenas 17 años, y recién graduado del liceo, el joven nativo de Macarao dará un paso determinante en la lucha por su sueño de ser futbolista profesional. En tan solo semanas, el mediocampista del club caraqueño Shantonella viajará a Escocia, donde será evaluado por el Celtic FC de Glasgow.
Llegar a este punto de su vida no fue sencillo. Necesitó de mucha disciplina, constancia y, sobre todo, pasión.
“Comencé a jugar fútbol a los 10 años, en una escuelita cerca de mi casa”, rememora el muchacho –confeso admirador de İlkay Gündoğan- que ha estado vinculado al deporte desde los tres años. “Me inicié jugando béisbol y baloncesto. Pero, un día, el técnico del polideportivo me invitó a unirme al entrenamiento, y supe que el fútbol era lo mío”.
Bryant es de pocas palabras y tímida sonrisa; sin embargo, en su accionar se muestra contundente. “Ese día, llegué a mi casa y le dije a mi papá que ya no quería jugar pelota nunca más. Me enamoré del fútbol”.
Su afición por esta disciplina es desbordante y evidente. Habla sobre ella con la efusión de quien ama y disfruta lo que hace. En el suelo de su cuarto, junto a la cama, reposa su compañera de aventuras: una esférica desgastada, su compañera de vida.
En la sala, una repisa repleta de fotos, reconocimientos y recuerdos, dan muestra del inmenso orgullo que sus padres y su hermanita sienten por él. No es para menos. Su muchacho podría, pronto, convertirse en el próximo referente juvenil del fútbol venezolano.
El orgullo de La Gran Parada
Dos escaleras, una de ocho peldaños y otra de 16, separan la casa de Bryant de la calle principal del barrio La Gran Parada, de Las Adjuntas. En el lugar, donde el transeúnte es recibido por la algarabía de los perros desde la terraza de altas casas, reside la familia Ramos Medina desde hace más de 30 años.
Con tres décadas de historia en la localidad, las calles del sector se convierten en patio y los vecinos en familia; es indiscutible en cada saludo cariñoso que recibe el muchacho. El polideportivo donde el joven forjó su talento está a solo unos metros, cruzando la calle. Ahí, todas las noches, desarrolla su rutina personal de ejercicio.
Pese a entrenar dos horas diarias con el club Shantonella –con sede en Montalbán- que lo acogió hace par de años, el chamo destina dos horas adicionales en las que practica solo. Con madurez, asume que el reto no está fuera de casa, sino dentro de él. Trabaja con determinación para conquistar sus metas, que no solo incluyen una carrera en el balompié. Justo ahora, presenta exámenes de admisión para estudiar Idiomas Modernos, pues afirma querer convertirse en un jugador integral.
“Bryant es un muchacho constante. Entrena de lunes a lunes, está todo el día pensando en fútbol”, señala su papá Rafael Ramos. “A veces, los domingos, estamos los vecinos compartiendo o jugando dominó, y pasa él con el bolso camino al estadio. La gente me pregunta si no se cansa de entrenar. Y no, no se cansa; esto es lo que él ama hacer”.
Su rutina es desgastante. Como si de un libreto se tratara, el joven llega al polideportivo La Gran Parada, se cambia la franela y los zapatos y empieza su rutina.
Esta vez bajo el inclemente sol –pues accedió a adelantar la práctica unas horas para nosotros- empieza a trotar alrededor del recinto. Luego, una fuerte serie de ejercicios en las gradas le ayudan a fortalecer los músculos de las piernas. Complementa el entrenamiento con las barras ubicadas en la entrada del lugar, donde trabaja bíceps y tríceps.
Su trabajo físico va de la mano con una estricta dieta, que complementa con suplementos proteicos. “Cuando su mamá, Gipsy Medina, y yo vimos que esto era lo que quería, comenzamos a hacer todo lo que fuese necesario para ayudarlo. Lo llevamos a un especialista en nutrición y crecimiento y, desde entonces, tiene un régimen alimenticio acorde a sus necesidades”, cuenta su padre.
Mantener este aspecto es especialmente difícil, admite el progenitor; sin embargo, está dispuesto a ser el soporte del chamo en su carrera. “Bryant tiene talento y aptitudes. Desde pequeño está sumando títulos –fue campeón sub-16 con el Caracas Fútbol Club en 2014, en la Liga Deportiva Colegial de Caracas. Estamos orgullosos de él, y siempre lo apoyaremos para que cumpla su sueño”.
Una oportunidad de oro
El talento de Bryant es evaluado por el Celtic desde hace poco más de un año, cuando el club capitalino Shanntonella FC –al que pertenece- firmó un convenio con el equipo escocés.
El tratado, primero de los europeos en Latinoamérica, estableció el desarrollo de una clínica deportiva en Caracas, donde, bajo las instrucciones del entrenador foráneo Craig Beveridge, al menos 200 niños ampliaron sus conocimientos y reforzaron sus aptitudes en la cancha.
La actividad, dirigida a ocho categorías, ofreció tres becas por cada división, a los estudiantes con mejor desempeño durante la temporada. Bryant fue uno de ellos.
El muchacho de Macarao no desaprovechó la oportunidad y demostró de qué estaba hecho. Su competencia fascinó y lo convirtió, junto a Jeysson Rodríguez, en el más destacado de la primera zafra del Celtic Camp, como fue denominada la iniciativa.
Este año, en la segunda campaña del programa, Shanntonella lo becó nuevamente. Pero, esta vez Bryant competía por un premio mayor: viajar una semana a Escocia, para entrenar con el equipo europeo.
Con garra, ímpetu y corazón, el joven no dejó lugar a dudas. Él fue el merecedor de ese reconocimiento; uno que abrirá su mente y su vida a un mundo de posibilidades, que proyectará su talento fuera de su tierra, que hará sonar su nombre en la palestra deportiva nacional, pero, sobre todo, uno que lo dejará un poquitico más cerca de cumplir su sueño.