Deportes

Vinotinto: una rara oportunidad para construir

A los entrenadores se les contrata, entre varias razones, para ejercer y decidir, siempre según su óptica y la de su cuerpo técnico, en favor del plan deportivo. Lo que algunos ignoran, o prefieren ignorar, es que hasta la convivencia en las concentraciones afecta el plano competitivo, por ello, y aunque la inmediatez invite a centrarse en los nombres de la más reciente convocatoria, mayor importancia tiene el para qué y los por qué de ese llamado al equipo nacional.

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(AVN)

En su primera convocatoria de cara a las  Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial Rusia 2018, Rafael Dudamel eligió mantener la base de la Copa América Centenario. Tomando en cuenta la buena imagen que quedó en el torneo, la decisión del seleccionador es cuando menos coherente, se trata de un grupo que va asimilando la idea y al que seguramente se le puede transmitir variantes que enriquezcan al modelo original, sin tener que explicar con profundidad lo que ya se trabajó. Solo un repaso y a sumar nuevas respuestas.

Esas variables que mejorarían el accionar criollo deben concentrarse en la fase de construcción de juego. Quienes comprenden a este deporte como un todo inseparable saben muy bien que no se puede hablar de equipos que «defienden bien» o que «atacan bien». Como un equipo defienda condicionará su ataque, y como ataque determinará su manera de defender. No es un trabalenguas, es la explicación de lo que este juego y la vida misma: un todo indivisible.

La versión vinotinto que jugó el torneo continental retomó alguna idea del pasado, esa que la lleva a defender unos metros más cerca de su arco y promoviendo rápidas transiciones para atacar el arco rival. Salvo por la presentación ante Jamaica -las condiciones del oponente obligaron a los criollos a tener mayor protagonismo con la pelota- esta selección se ha ordenado desde atrás hacia adelante, sin que esto signifique más que una simple observación.

Pero Dudamel, que fue cocinero antes que fraile, sabe que al equipo hay que sumarle posibilidades creativas. Es sencillo decirlo pero difícil, muy difícil, llevarlo a cabo. Aunque en el caso criollo, el seleccionador, sin necesidad de expresarlo ante la opinión pública, reconoce la «ventaja» que le proporciona el contexto -nadie espera que la resurrección competitiva del equipo sea inmediata- y lo faculta a ensayar variantes y construir, algo que pocos en su puesto pueden hacer. La situación en la tabla de posiciones permite pensar en el resto de la eliminatoria como una especie de campo de pruebas de la idea y de sus variaciones. No son inmunes los jugadores a estos ensayos: ellos deben mostrarse capacitados para ejecutar lo que el entrenador pide.

La gestación de variantes a la que hago referencia parece elemental y asequible para quien lo mira por TV. Pero para comprender un poco la dificultad que esto encierra vale la pena leer la siguiente reflexión de Robert Moreno y Rafel Pol, segundo entrenador y preparador físico del FC Barcelona, quienes junto a Alex Sans y César Frattarola exponen:

«Existen muchos avances y teorías sobre los conceptos tácticos ofensivos y defensivos o sobre lo que en las escuelas de entrenadores se llaman principios del juego ofensivo y defensivo: ritmo de juego, velocidad en el juego, cambios de orientación, amplitud, profundidad, etc. Pero estos conceptos abstractos nos ayudan muy poco a la hora de generar el juego colectivo del equipo a través del entrenamiento. Nos hablan del ‘qué’, pero no del ‘cómo’. Todos podemos pedir a nuestro equipo que tenga ritmo de juego, que juegue a dos toques, que haga cambios de orientación, paredes, que genere y aproveche espacios libres. Eso es muy fácil de decir, pero no ayuda a nuestro equipo a aplicarlo en el campo de forma colectiva, que es lo que el juego demanda más allá́ de las actuaciones individuales. ¿Por qué no les decimos que jueguen bien? ¿O que tiren por la escuadra cuando chuten a portería? ¿O que superen siempre el 1vs1? ¿O que hagan conducciones superando a tres rivales y tiren a portería marcando gol?. A nadie se le ocurre pedirle esto a un jugador porque sabemos que no es fácil y que depende de muchos factores y del contexto. Pero en cambio, damos una charla y decimos: jugar a dos toques, mantener la amplitud, buscad la profundidad, haced cambios de orientación. Y nadie se cuestiona que hacer eso de forma colectiva y coordinada es más difícil que lo anterior, pues estamos hablando de comportamientos colectivos. Por lo tanto, debemos generar comportamientos en nuestros jugadores, los que tienen el balón, pero, sobre todo, los que no lo tienen, para que eso que pedimos se produzca de forma coordinada y  fluida con menor riesgo de perder el balón y cumpliendo el objetivo de llegar a la portería rival«.

Competir es la única manera de poner en práctica todo lo entrenado. Aún cuando el entrenamiento se haga con la misma intensidad y se simulen situaciones de partido, es en el enfrentamiento con el rival en donde se podrá evaluar la validez de las ideas. No me refiero al resultado porque en este momento, y aunque a algunos les piquen las orejas cuando escuchan esta afirmación, lo importante es desarrollar los comportamientos que llevarán a esta selección a mirar cara a cara a sus rivales.

No, no es tirar las eliminatorias y rendirse, sino competir y generar mayor competencia interna, aún cuando esto suponga prescindir de algún nombre importante y esto altere a los agentes, opinadores y sospechosas viudas que nada hacen por disimular su condición. Lo ideal es aprovechar esta coyuntura para encontrar ese funcionamiento que hará de la selección un equipo reconocible y temible.

En la misma onda que Moreno, Pol, Sans y Frattarola, el profesor Julio Garganta recuerda que «la comprensión (del juego) no se construye escuchando al entrenador, se construye haciendo. No basta hablar o explicar, hay que entrenar, practicar«. Como ya todos sabemos, los seleccionadores no tienen al tiempo como aliado: reciben a sus convocados, juegan a los dos días y listo, a recuperar para el próximo encuentro. Por ello, el caso venezolano actual se presenta como una oportunidad casi única para generar algo diferente, para construir.

Esa posibilidad de ensayar que mencionan los entrenadores citados es justamente lo que diferencia a Dudamel del resto de sus colegas continentales. A través de la competencia, el seleccionador criollo podrá proponer distintas posibilidades, y evaluar quienes están capacitados para adaptarse a los distintos escenarios que el cuerpo técnico vinotinto diseñe. Competir es la obligación, pero la elaboración de un modelo de juego sin el peso del resultado es una magnífica oportunidad para crear algo que solo Chile muestra en nuestro continente: una idea irrenunciable que nace de sus jugadores y se adapta a cada contexto.

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