Pero en medio de la alegría de que Leopoldo estuviera en su casa, tengo que confesar que las palabras de Lilian Tintori agradeciéndoles a los hermanos Rodríguez y peor aún, ofreciéndoles que «si tenemos que trabajar en conjunto para lograr entendernos, cuenten conmigo», me descolocaron por decir lo menos. Inmediatamente pensé en los padres de los muchachos asesinados por los esbirros del régimen al que pertenecen los tristemente famosos hermanitos. Si a mí me cayeron tan mal esas palabras… ¿cómo les habrán caído a ellos? ¿Cómo Lilian, sabiendo quiénes son y cómo actúan los hermanos Rodríguez, puede agradecerles y hasta ofrecerse para trabajar con ellos? Tengo claro que su presencia en la caravana que escoltó a Leopoldo hasta su casa no se debió a un acto de bondad, sino a una conveniencia del gobierno de proteger a Leopoldo. Ella, como la imagen internacional. Él, como la persona que podía detener a los colectivos si tomaban la iniciativa de asaltar la caravana. Más nada.
Puse un comentario en mi muro de Facebook pidiendo que alguien la aconsejara sobre qué decir y las reacciones fueron desde la ira más profunda, pasando por desconcierto, hasta las defensas más radicales, insultos (para mí) incluidos. Eso me preocupó porque las pasiones desatadas nunca llevan a nada bueno. Y si salimos de Chávez para caer en otra “beatificación”, estamos fritos.
Leopoldo y Lilian escogieron el camino difícil. Quizás cuando tomaron la decisión de que Leopoldo se entregara no avizoraron lo que se les venía encima, pero lo asumieron. Leopoldo estaba más preparado porque es político. Lilian tuvo que aprender sobre la marcha y lo ha hecho muy bien. Sus lobbies internacionales han dado frutos. Su cruzada a favor de su marido es admirable. ¿Cómo entonces pudo salir a decir un exabrupto como ése?…
Hablando con Luis Alejandro Aguilar sobre el tema, él me dio otra perspectiva. “Lilian no ha debido declarar”, me dijo. “Pero tal vez con tantos periodistas en la puerta, no hubo otra persona que saliera a dar la cara. Todos los que están especulando u opinando sobre lo que esa muchacha dijo, no saben lo que están diciendo. Esa gente ha pasado por una crueldad refinadísima… Ahí no hay consentimiento, ni intención, ni voluntad”… Por eso comparto estas reflexiones para reparar lo que haya que reparar, al menos de mi parte.
Refiere Luis Alejandro, quien tiene amplia experiencia en resolución de conflictos, que el protocolo a seguir en casos como éste es muy parecido a los que se siguen en caso de un secuestro: aislar al secuestrado recién liberado y a sus familiares cercanos. Nadie declara, nadie se pronuncia. Porque las emociones están tan revueltas, que puede suceder lo que sucedió con las palabras de Lilian que les cayeron tan mal a tantas personas.
Cuando liberaron a Ingrid Betancourt, a los americanos que estaban secuestrados con ella ni se les vio la cara. Siguieron el procedimiento del librito. Puede decirse que Leopoldo estuvo secuestrado más de tres años. Los secuestrados terminan agradeciendo cosas tan básicas como que les den un vaso de agua, que les presten un libro (recordemos a Germán García Mendoza cuando le dieron la Biblia), que les hablen o simplemente que establezcan contacto visual con ellos. Sus familiares cercanos también reaccionan igual. Y Lilian habló como esposa, desde su explosión de emociones. Vio un destello de luz dentro de un terrible trauma. Sin embargo, no debe volver a hacerlo, porque sus palabras pesan. No es una simple esposa quien se está pronunciando. Es la esposa de un líder de la oposición y a estas alturas, una lideresa con voz y peso propios. No puede darse el lujo de declarar lo que le pase por la cabeza. Eso tiene un precio y hay que pagarlo.
Por eso, en estos casos, cabe recordar y seguir aquel consejo que reza “no prometas cuando estés feliz, no respondas cuando estés enfadado y tampoco decidas cuando estés triste”.
El haberle dado casa por cárcel a Leopoldo López es un síntoma de debilidad del régimen. Sigamos entonces enrumbados hacia el domingo 16, día de la consulta. Juntos y más fuertes que nunca.]]>